El Museo de la Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México hace gala de una muestra acorde al pasado mes del orgullo. En ella se difunde y concientiza a sus visitantes sobre la importancia de la no violencia, el respeto y los derechos humanos.
Ya desde la entrada a esta exposición temporaría damos cuenta que es el género, la identidad y la orientación sexual los temas que se debaten en esta exhibición. Entras a un enorme salón en que se puede apreciar y sentir como si estuvieras en una habitación infantil divida en los clásicos colores y juguetes: rosa para las niñas y azul para los niños, y con una gran puerta en el medio que redobla la altura de la habitación. No más con abrir este inmenso portón te chocas con un gran arco iris de siete franjas en el que, color por color, se describen a cada una de las identidades que conformamos el colectivo LGBTQI+.
La exhibición propone un recorrido lleno de color, pero juega también con la ausencia de luz mezclando emociones y sentimientos que ponen de manifiesto la real intención de los curadores: manifestar e incomodar a través de imágenes, sonidos y esculturas el panorama actual de nuestra comunidad.
Una comunidad que sigue siendo víctima de la violencia y la intolerancia ante la falta de educación y concientización de nuestros entornos y de las personas que nos rodean.
En palabras de Linda Atach, la directora de exposiciones temporales del MMYT
«Esta exposición es un llamado al cambio, una invitación al conocimiento y a la elección de un nuevo horizonte. Es un espacio de empatía y de celebración, pero también un foro de exigencias.»
Para mí, como ciudadane y cara visible de nuestra comunidad, es de suma importancia que espacios como estos permitan la naturalización de nuestros estilos de vida y hagan propia la tarea de unir los lazos que nos han mantenido distanciados y de forma indiferente ante el rechazo y el estigma.
Han pasado más de cincuenta años desde el episodio de Stonewall y aún sentimos que la cicatriz no termina de cerrar, que las condiciones no cambian para muchos de nuestres compañeres. Como lo es el caso de las personas que están en Rusia, en los países árabes y en casi toda África ahí sus vidas recrudecen ante gobiernos y grupos jerárquicos que expulsan y condenan a las personas que no nos quedados en el statu quo.
Por ello, quiero felicitar la iniciativa de este museo que siente el deber y hace suya la tarea de poner en valor nuestras vidas, fomentar el respeto y la igualdad entre las personas y lo más importante, resalta que el amor todo lo puede.
Es necesario que muchas más instituciones, tanto públicas como privadas, incluyan en sus propuestas el debate sobre lo que nos llena de temor, de odio y nos hace declarar la guerra a quienes son nuestros vecinos, hermanos y amigos.