Cómo trabajar sobre el amor propio para tener relaciones sanas

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Desde hace unos años el movimiento ‘body positive’  y del amor propio ha transformado de manera radical la estructura social en tanto a cómo observamos, sentimos e interpretamos los cuerpos humanos con el objetivo de revolucionar los cánones de belleza.

Tanto es así que además de tener un gran impacto dentro de la sociedad, también ha supuesto un ejercicio de presión para todas las distintas industrias de moda y belleza que hasta ahora eran las encargadas de imponer esos estándares muy concretos y demasiados estrictos.

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A través de este movimiento social hemos aprendido a aceptar nuestros cuerpos y a quererlos, a eliminar todos aquellos complejos que solo suponían una carga para nuestra vida diaria. Amar cada uno de nuestros cuerpos diversos, y también el de los demás, nos ha hecho más libres y nos ha hecho avanzar como sociedad. Sin embargo, el ‘body positive’ es tan solo una pieza más dentro del puzle que compone el amor propio, porque, aparte de valorar el físico, también debemos asumir otras características propias como son el comportamiento, el carácter o nuestros defectos.

El camino a recorrer para cumplir el dicho de ‘mens sana in corpore sano’ comienza con la confianza en uno mismo; y la confianza trae consigo otros aprendizajes indispensables para nuestro desarrollo emocional. El primero de ellos es ponernos en valor, pero ¿qué significa esto?

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Autoestima = Salud mental

Debemos aprender, de manera natural y con coherencia, a poner límites, a saber decir que no a todo aquello que nos perjudica. Y no se trata de egoísmo, sino precisamente de amor propio. Las experiencias que acumulamos a lo largo de la vida son las herramientas perfectas con las que vamos a construir nuestra nueva autoestima, las que nos van a enseñar a valóranos, a saber qué merecemos y qué no, a evitar pensamientos negativos sobre nosotros mismos, a fortalecer nuestras inseguridades y, en definitiva, a cuidarnos.

Por eso, en el momento que logramos que nuestra autoestima se sitúe en el nivel más alto, habremos conseguido el reconocimiento externo de los demás. De esta manera podemos calificar de relaciones interpersonales sanas o tóxicas (sí, también podemos tener una relación tóxica con nosotros mismos) y eso se refleja a la hora de relacionarnos y socializar.

Además de que también pueden verse afectados distintos niveles de nuestras emociones como nuestro humor o incluso puede llegar haber cambios de comportamiento. Por eso es tan necesario trabajar en el amor propio, no solo para conocernos y estar a gusto con nuestro ‘yo’ interior, sino para estar en completa armonía con el resto del mundo.

No obstante, el avance tecnológico tiene mucho que ver con la gestación de la autoestima y el amor propio, ya que estamos continuamente expuestos a estímulos visuales que pueden llegar a distorsionar la realidad y que hacen que en ocasiones podamos sentir complejos, envidia e incluso rechazo hacia nosotros mismos.

Es muy importante saber distinguir entre la realidad y lo que vemos por las redes sociales y evitar guiarnos por el número de ‘likes’ para considerar nuestras relaciones sociales y, sobre todo, aprender a detectar las posibles emociones negativas que vayan en contra de nuestra autoestima.

Por su parte, el papel de los prejuicios, y en gran medida los prejuicios relacionados con el género, es también una pieza clave en este desarrollo, entender que podemos llorar, tener gran fuerza física o ser delicados, independientemente del género, es imprescindible para reconocernos valiosos con nuestras características personales y poder disfrutar de ellas con nosotros mismos pero además con nuestro entorno.

El autoamor, por tanto, consiste en una serie de preceptos y principios a través de los cuales logramos estar en paz con nosotros/as mismos/as. Se trata del respeto, cuidado y amor por nuestro cuerpo, por nuestro carácter, nuestras virtudes y también nuestros defectos, al margen de las sociedades y del contexto que acarrea la idealización de las personas.

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Uno de los grandes componentes del amor propio es la autoestima, como ya hemos indicado anteriormente. Sin embargo, estos dos conceptos, el de autoamor y autoestima, no pueden equipararse.

El primero de ellos alberga muchos otros, como son la seguridad y confianza en nosotros mismo, la paz espiritual o la fuerza mental. El segundo hace más bien referencia a la estima y la auto percepción personal frente al contexto social que se nos presente. Digamos que la autoestima es una comparación, o una valoración mejor dicho, en cuanto a lo que nos rodea, pero no significa que eso represente el amor puro e incondicional que nos debemos.

Así, para trabajar sobre el amor propio, primero debemos establecer el grado de amor que nos tenemos a nosotros mismo. En ocasiones es frecuente hacer juicios sobre nuestro físico o comportamiento de manera inconsciente. Dependiendo de la cantidad de prejuicios que tengamos, debemos trabajar más o menos y realizar ejercicios que nos ayuden a comprendernos

¿Qué podemos hacer para trabajar en el amor propio?

Lo primero que debemos establecer son tres dimensiones de nosotros mismos. Es decir, debemos partir de cómo nos relacionamos con nuestro entorno, con la vida en general y, más particularmente, con nuestro ser. A partir de aquí estableceremos las carencias de cada una de las dimensiones atendiendo a nuestras necesidades. Nuestro comportamiento dirá mucho de todo esto y en relación ponemos remedio.

Una de las mejores maneras para afrontar y comenzar, amarnos, en referencia al físico, es enfrentarnos al espejo. De manera esporádica mirarnos al espejo sin ropa y observar qué nos gusta y qué podríamos mejorar. No se trata de poner remedio a lo que no nos gusta, eso llegará más adelante, sino de aceptar que ese es nuestro físico, nuestro cuerpo y nuestra carcasa, y que antes de comenzar los cambios debemos amar lo que vemos y asumirlo. El espejo será nuestro mejor amigo para complementar nuestro autoamor físico.

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En cuanto a la parte espiritual y de comportamiento, el proceso es muy similar. ¿Qué reacciones tenemos ante ciertas situaciones? ¿Cómo nos sentimos? ¿Por qué actuamos así? Está claro que nuestras actitudes dependen del contexto y que muchas veces corresponden a sentimientos de ira, miedo, tristeza o alegría. ¿Nos comportamos igual con todo el mundo? La respuesta es no. No todo el mundo es igual, ni nos relacionamos de la misma manera con todas las personas, por eso también es fundamental identificar nuestra forma de ser y señalar qué actitudes cambian. Así, de esta manera, también podremos averiguar con qué tipo de personas somos más afines, quiénes nos hacen bien y quién, por el contrario, nos perjudica a la hora de estar cómodos/as con nosotros mismos/as y, en consecuencia, con el resto.

Todo esto implica que una de las claves principales para nuestro propio bien es saber identificar nuestras emociones y saber de nuestras necesidades. Debemos aprender a escuchar nuestro cuerpo y nuestra mente, de tal manera que podamos ofrecer soluciones. Desechemos la idea del egoísmo y tomémonos, tiempo a solas, ratos necesarios para fortalecer nuestras virtudes y eliminar juicios innecesarios, bien sobre nuestro físico o sobre nuestro carácter.

Así, pongámonos en valor, y valoremos (valga la redundancia) nuestras actitudes positivas. Una cosa que solemos hacer más bien poco es autofelicitarnos. Si hacemos algo bien, ¿por qué no darnos la enhorabuena a nosotros mismos/as? De esta manera nos ayudaremos a reforzar todo nuestro contexto. No tengamos miedo de hablar con nosotros mismo, tener conversaciones interiores que ayuden a la exploración y al autoconocimiento.

Amor propio en las relaciones

Es precisamente nuestro amor propio el que marca qué tipo de relaciones sociales tenemos. Ya el S.XXI ha sido categorizado por algunos expertos como una era en la que se defiende el autoconocimiento y la inteligencia emocional como un nivel básico dentro del desarrollo humano y la etapa adulta.

Así mismo, esto nos permite de una forma accesible detectar comportamientos que pueden derivar en una relación tóxica tanto amorosa como amistosa o cualquier tipo de relación. Por eso el camino hacia una relación radica en el amor propio que a su vez pasa por el autoconocimiento. Por lo tanto, asumir tu orientación sexual supone de un avance en la percepción de uno mismo y en el desarrollo sexual normalizado que todos deberíamos tener.

Ahora bien, sin un ambiente resiliente, y de relaciones sanas que lo sustenten, es muy difícil crecer en una autoestima saludable y generar también relaciones libres de toxicidad y de conflicto. Si es cierto eso que dicen que “para amar a alguien debes amarte a ti primero”, independientemente de si quieres tener pareja o no, el amor propio es la primera tarea que ha de acompañarte siempre, toda tu vida, pues nadie va a conocerte más que tú, o mejor dicho nadie debería. La construcción de la personalidad es un factor que depende directamente del ámbito cultural en el que se desarrolla. No es nuevo que el contexto en el que crecemos y nos desarrollamos moldea desde nuestros gustos a nuestra forma de relacionarnos.

Aunque el amor propio figura dentro de la jerarquía de las necesidades de aprecio, equiparándolo con el deseo de la aceptación social, la realidad es que la autoestima supera a la segunda, ya que sin una estabilidad emocional propia no podemos acceder al nivel de las relaciones. No es algo que nos enseñen en el colegio, pero nosotros mismos somos el mejor amor que nunca vamos a tener y, por lo tanto, debemos cuidarnos, valorarnos y respetarnos por encima de cualquier ataque a nuestra diversidad.