En Colombia hay alrededor de 1.900.000 indígenas que se encuentran distribuidos en 7.049 comunidades alrededor del territorio que pertenecen a 108 etnias. El santuario trans es un hito en ese país. No existe otro asentamiento donde converjan quienes han redefinido su identidad de género.
¿Cuál es la razón principal de esto?
Dentro de una comunidad indígena está prohibido ser homosexual, transgenero o transexual. Se sanciona al hombre que desea convertirse en una mujer. Esta norma podría ser entendida porque para ellos (en ese marco de creencias, costumbres y saberes tradicionales) la transexualidad, debe buscarse en el contacto de las comunidades indígenas con las poblaciones mestizas.
En esas comunidades se considera que el autorreconocimiento de las mujeres trans se produce por una suerte de “efecto contagio” y, en especial, acelerado por un drástico cambio de alimentación ocurrido hace años. “Si aquí va a aparecer un muchacho así, es mejor sacarlo del resguardo o de la comunidad para que se quede por allá lejos, porque si sigue viniendo nos afecta a los otros. Entonces, ese es el mecanismo que hemos tenido hasta este momento”, es así como justifica el rechazo a las mujeres trans Rubén Darío Guipa, Gobernador de la comunidad indígena Bajo San Juan.
Es en este Santuario donde las mujeres trans han encontrado trabajo y refugio cuando son rechazadas en sus comunidades. En las profundidades de las magníficas montañas verdes del Eje Cafetero, en la Región Occidental de Colombia llena de plantaciones de café, se encuentra un grupo de mujeres trans que trabajan en los campos.
Cuando estas trabajadoras indígenas acaban su jornada laboral, se ponen joyas y ropa de mujer que coinciden con su verdadera identidad de género. Según narran algunas mujeres indígenas trans, en sus comunidades son llamadas “Wera Pa” que significa mujer falsa. Al ser mujeres transgenénero, no son aceptadas y suelen ser castigadas o las obligan a abandonar sus aldeas, aunque tengan familia e hijos.