La escritora y filósofa Amelia Valcárcel acuñó el término ‘’espejismo de la igualdad’’ para referirse a la creencia generalizada de que la igualdad entre hombres y mujeres ya está alcanzada. Esta creencia también podría ser extrapolable a las realidades del colectivo LGTBQIA+ para aquellas personas que piensan que ya no sufren discriminación o que incluso es mucho más envidiable que las parejas heterosexuales. Hablemos de esto para ir poco a poco desgranando la realidad de las relaciones de las parejas LGBTQIA+
La realidad de los derechos del colectivo LGBTQIA+
No podemos empezar a hablar de parejas LGBTQIA+ sin recordar el marco de derecho en el que nos movemos. Como sabemos, todos los organismos internacionales actualmente trabajan y legislan por la igualdad de trato. Sin embargo, siguen encontrándose con la realidad de la discriminación.
En el artículo número 21 de la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea se contempla de forma específica la prohibición de la discriminación por muchos motivos, entre los que encontramos el sexo, el género, la identidad y la orientación sexual. Las personas tienen un derecho igual a la igualdad de trato.
A nivel local, muchos estados han avanzado y siguen avanzando más allá de lo exigido por la legislación de la Unión Europea. Se contempla y se trabaja por una protección adicional y específica para las personas LGBT. De ahí la existencia de normativas nacionales o intento de regular leyes que garanticen los derechos de las personas del colectivo, y la no discriminación en el trato.
¿Qué es la Violencia Intragénero?
Con este tipo de violencia nos referimos aquella que es ejercida en una pareja LGBT por parte de uno de sus miembros, que establece una posición de abuso jerárquica. Al igual que ocurre en aquellas relaciones heterosexuales donde se ejerce violencia de género, un miembro hace uso del control, la dominación y la sumisión. Para ello, puede recurrir a la violencia física, psicológica, emocional, sexual de su pareja.
Una de las formas más evidentes de violencia intragénero es el chantaje emocional. Esta se da, por ejemplo, cuando un miembro de la pareja no ha salido del armario ante su entorno familiar y lo mantiene en secreto, esta información es utilizada como chantaje emocional amenazando con contarlo (lo que se conoce como “outing” o “sacar del armario”). También puede darse el caso de decir públicamente que la otra persona es trans o que padece VIH, vulnerando así el derecho a la intimidad.
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Otro tipo de violencia psicológica homófoba o lesbófoba habitual dentro de la pareja consistiría en decirle a otra persona comentarios hirientes. Por ejemplo: nadie quiere a las personas homosexuales, te van a hacer la vida imposible, nadie te va a apoyar, nadie te va a querer salvo yo… Este tipo de violencias se aprovechan de la vulnerabilidad de la persona ante un entorno discriminatorio marcado por la inseguridad y el miedo.
La denigración y el estigma permanente erosionan la autoestima y bienestar de la persona, y a veces deriva en la dependencia de la otra persona que maltrata.
Este tipo de violencia aún está muy silenciada por miedo a la estigmatización del colectivo y las relaciones LGBT. Asimismo, el número de denuncias ante el sistema judicial es mucho menor que casos de género, por vergüenza, miedo al rechazo o el proceso de victimización.
¿Cómo los roles de género juegan un papel en las parejas LGBT?
Según diferentes estudios, las parejas LGBT se abordan los conflictos de manera más asertiva sin llevarlo tanto al terreno de lo personal. En las parejas de mujeres (lesbianas o bisexuales) aparece más el enfado y la emocionalidad que en hombres homosexuales. Seguramente esto sea debido, en gran parte, a la forma de socialización diferencial de género. A las mujeres se las educa para ser más cuidadosas, expresarse más emocionalmente y ser comunicativas. Los roles y mandatos de género se infiltran en la pareja y afecta a la comunicación o no comunicación de sus malestares.
No parece haber diferencias en la comunicación, expresión de sentimientos o solución de problemas en parejas homosexuales. Sí en otro tipo de cuestiones que varían en función del contexto de cada persona. Por ejemplo, cómo afectan a la constitución de la pareja las leyes estatales, el peso de instituciones como la iglesia, el lugar de origen, etc.
Además, también vemos que cuando surgen conflictos en parejas de hombres homosexuales, si la persona que lo inicia se vuelve un perfil más negativo, parece más difícil de solucionar que dichos enfrentamientos en parejas de mujeres o personas heterosexuales. Asimismo, hay una mayor tendencia a que uno de los miembros de la pareja sea más dependiente del otro. También hay mayor tendencia a tratar de resolver los conflictos.
Los hombres homosexuales se muestran especialmente cuidadosos para evitar la negatividad en los conflictos. Si el iniciador del conflicto en una relación gay se vuelve demasiado negativo, su pareja no podrá repararlo con tanta eficacia como las parejas lesbianas o heterosexuales.
Según estudios, las parejas de lesbianas tienen el doble de posibilidades de separarse que las parejas de hombres gays, que permanecen juntas durante más tiempo. Todo eso a pesar de las situaciones de celos e infidelidades.
La Violencia Intragénero vista de cerca
La finalidad de las personas que ejercen violencia intragénero es controlar y dominar a la otra persona, quien automáticamente adquiere el papel de víctima. El sistema judicial no parece saber afrontar adecuadamente este tipo de situaciones al ser tan invisibles. Y como apenas se habla de estos casos, parece que en realidad no existen.
Además, cuando escuchamos sobre este tipo de situaciones, son leídas como casos aislados y puntuales, y no como algo que puede ser más frecuente de lo que pensamos. Por otra parte, las víctimas sienten miedo de contarlo públicamente para evitar la vergüenza o que su caso se vuelva una noticia sensacionalista en boca de todo el mundo.
En la actualidad, este tipo de violencia estaría recogida en el código penal como casos de violencia doméstica, bajo los artículos 153.2 y 173.2 de dicho código. Aunque ha habido varias propuestas para tratar de encauzarla legalmente, lo cierto es que ninguna se ha materializado en una respuesta concreta que responda a las necesidades y subjetividades de las víctimas. Muchas denuncias son tratadas como agresiones entre particulares, sin tener en cuenta agravantes ni cuestiones específicas, como el parentesco o la orientación sexual.
En el año 2014 se publicó una tesis que ayudó a visibilizar esta problemática, con datos firmes extraídos de estudios y muestras con 3.172 hombres homosexuales, de los cuales 1.475 vivían en España. Esta investigación anunció que, de la muestra escogida, el 70% de los hombres españoles habían sido víctimas de violencia psicológica, mientras que un 43% había sufrido violencia sexual. A diferencia de casos de violencia de género, destaca en el estudio que más de un 65% de los hombres agresores reconocían haber abusado psicológica de su pareja en algún momento.
Una de las asociaciones que trabaja atendiendo víctimas de violencia intragénero es Acrópolis. Alguna de las psicólogas que trabajan allí explican que la creencia generalizada de que en parejas del mismo género no hay más violencia está relacionada con los mitos asociados al colectivo LGTBQIA+, y al naturalizar que los estigmas sean vividos en silencio. Hay una lgtbfobia interiorizada marcada por los mensajes de odio y el miedo a sufrir violencias.
Asimismo, las parejas de personas homosexuales o bisexuales no están exentas de los mitos del amor romántico. Esto deriva en justificaciones como que el amor todo lo puede o que todo gira en torno a la pareja. Parece que todo es justificable en nombre del amor y, por consiguiente, se dan dinámicas de control y sensación de poder sobre la otra persona.
Es importante recordar los derechos que tienen las víctimas, al tiempo que debemos aprender a derivar a organismos especializados cuando nos encontremos con alguno de estos casos. Las víctimas de violencia intragénero tiene derecho a entender cuando se va a poner una denuncia, derecho a asistencia lingüística de la misma, derecho a ir acompañada ante las autoridades, derecho a recibir información sobre los recursos que hay a su disposición, derecho a recibir indemnizaciones económicas por ser víctima de un delito violento, etc. En el caso de España y su legislación, todo ello aparece recogido en el Estatuto de la Víctima del delito.
La situación de las víctimas de violencia intragénero se complicó y se agravó mucho más durante la época de confinamiento, con la pandemia del COVID-19. La FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales) llegó a informar de que en un mes recibieron la misma cantidad de denuncias de las que normalmente llegaban a lo largo del año.
Desde la Asociación Aldarte explican que tres fases son las que una persona transita cuando es víctima de violencia intragénero. La primera corresponde a ‘’la venda’’. Esto es, el momento de ceguera en que la víctima no es consciente de lo que le está pasando. No acepta que es una víctima y se percibe como un sujeto independiente y sin estar atada a su maltratador. La segunda fase de ‘’clic’’ aparece cuando reciben el apoyo de familiares y amistades que la acompañan y motivan para cambiar, ante la necesidad de llevar una vida libre de violencia. La tercera fase corresponde con romper todo vínculo con la persona agresora.
La violencia adquiere múltiples caras y matices, y en algunos casos responde a una estructuralidad y causas específicas. Está en nuestra mano aprender sobre todo eso y conocer los recursos que tenemos a nuestra disposición para actuar adecuadamente.
Fuentes y recursos: