Desde hace algunos años ha comenzado a ser popular el término ‘amor millennial’, una nueva concepción de las dinámicas de pareja donde predomina el amor propio. Según esto, los jóvenes nacidos entre 1984 y el año 2000 abordan el amor en pareja desde otra perspectiva más evolucionada que hace unos años, sin la necesidad de buscar ‘su media naranja’.
Los millennials, también llamados generación Y, entienden que nada es para siempre, y al igual que con un trabajo, no es el fin del mundo cuando se termina una relación. Se podría deducir que los jóvenes actuales no son comprometidos y piensan más en el presente que en el futuro.
¿Cómo son los millennials en el amor?
Para entender cómo son los millennials en el amor tenemos que pensar en su contexto. Poco a poco vemos que las nuevas generación se acercan más a una igualdad real social y económica, alejada de los roles de género de sus padres y abuelos.
Esto solo significa que aumenta la seguridad en sí mismos, que prefieren en primer lugar una relación sana con su ‘yo interior’ antes que iniciar e implicarse dentro de una relación amorosa. No obstante, este hecho solo aumenta en beneficios a la hora de rechazar relaciones tóxicas, gracias a una introspectiva e inteligencia emocional más avanzada que hace que los jóvenes sepan identificar aquellas actitudes perjudiciales para con su amor propio.
Pero esto no significa que sean egoístas o poco comprometidos para con una relación amorosa se refiere, sino todo lo contrario, supone un acto de madurez donde prevalece la libre elección y por ello tienden a ser cuidadosos con su pareja. La independencia en la que los jóvenes millennials desarrollan su vida y sus emociones tiene que ver con una sociedad más abierta y diversa en donde pueden experimentar ya no solo su sexualidad, sino todas sus emociones vitales para progresar como persona adulta. (ver Responsabilidad afectiva )
No así, hace poco más de 30 años, cuando las relaciones de pareja salían comprometidas desde el nicho paterno para después casarse y formar una familia tradicional. Mucho tiene que ver, precisamente, el cambio en la concepción de familia tradicional y el abanico tan extenso que se abre hoy en día de lo que significa formar una familia. Es por eso que los millennials no tienen prisa ni necesidad por formar una pareja, aunque sí son más propensos a las relaciones de convivencia en pareja.
ver también Federico y Pablo: “nuestra familia cumple un rol fundamental en derribar mitos sobre la familia”
¿En qué consiste una relación millennial?
En pleno siglo XXI no hace falta estar comprometidos, ni casados, ni tener hijos para querer compartir tu vida cotidiana con la persona que quieres. La ilusión y las ganas suelen bastar para iniciar una convivencia de pareja y, aunque los millennials lo tengan mucho más complicado que generaciones anteriores (debido a la precariedad laboral, a los alquileres abusivos, etc), la libertad a la que se enfrentan con su independencia es el mayor logro para ellos.
De alguna manera estos jóvenes saben poner límites y la convivencia para ellos es una elección y no una necesidad, mucho menos una imposición. Si lo hacen es porque realmente sus emociones van acordes con sus actos. Porque los millennials también son muy pasionales.
No importa si la persona de al lado es la elección correcta o no, si será para toda la vida o solo por un par de años, ‘carpe diem’ es su lema. Por ello existe un miedo generalizado entre la generación Y que no conciben su vida sin dejar de sentir, y es el miedo a la comodidad, a pasar de ser pareja a simples compañeros de piso.
En realidad, es un problema de siempre, de toda la vida, pero que ahora cobra otro significado bajo una generación entera de jóvenes intensos y apasionados. Está claro que los tiempos cambian, y con ellos traen también nuevos modelos de convivencia, y formas diferentes de vivir el amor en pareja. (ver Poliamor)
Uno de los grandes avances en las convivencias de pareja actuales es la corresponsabilidad en las tareas del hogar. La mujer ya no está sometida a los cánones sociales de ‘cuidadora’ de la casa y tampoco permite que la otra persona la responsabilice. Por tanto se opta desde el principio por un acuerdo o reparto justo y equitativo de esas tareas que además, a la larga, harán más fácil la convivencia.
Por su parte, el tiempo y el espacio conforman un hilo conductor de suma interés para el futuro de la pareja. Los millennials tienen muy interiorizado la importancia de pasar tiempo en pareja, de realizar actividades juntos y de compartir aficiones y experiencias, pero también son conscientes del valor que tiene tener espacio para uno mismo, ya sea de manera solitaria o fomentando las relaciones sociales y familiares. Este factor puede llegar a evitar caer en la monotonía y anima a un compromiso mayor para con la persona que se tiene al lado.
En la era del instagram, facebook y demás redes sociales la idealización de la pareja puede llegar a suponer un gran problema. En muchos casos las altas expectativas y poco realistas pueden llegar a poner fin a la relación en el momento que la convivencia muestra a la persona que amamos en realidad. Algo tan simple como ver a nuestra pareja recién levantada puede crear una disyuntiva sobre lo que esperábamos y lo que no.
De esta manera hay muchas personas que deciden dormir en camas e incluso habitación separadas, ya que temen perder la magia y el romanticismo. Y es fácil llegar a este punto, pensar que con el día a día, la vida laboral, llevar un hogar y una vida social estable es complicado conjugar todo junto con la vida amorosa en pareja. (ver Tips para tener un buen amor)
Pero si hay algo que nos va quedando más claro en el ámbito de las relaciones, bien sean sexo-afectivas, de amistad o de cualquier tipo, es que la comunicación es el principal sustento de cualquier vínculo. La expresión de los sentimientos y la responsabilidad afectiva, es un camino que nos han enseñado las nuevas generaciones, en la que nos hacen una llamada de atención ante el buen cultivo de las relaciones sanas, y, bien sea de forma intensa o no, la necesidad de manifestar nuestras emociones.
Y es que, en un tiempo en el que se nos revoca a la fragilidad de los vínculos de la que nos hablaba Bauman, se nos abren ventanas nuevas hacia la inteligencia emocional y la gestión de las emociones. Ahora ya no nos avergüenza reconocer nuestras actitudes “tóxicas” y trabajar en ellas, se va perdiendo el tabú a hablar de forma pública de temas psicológicos, y reconocemos la importancia del cuidado y de la reciprocidad en los vínculos.