El poliamor existe de varias formas y siempre aparece como una propuesta superadora a la clásica monogamia, pero ¿podemos todos practicar el poliamor?
Lo que sucede dos veces, va a suceder una tercera vez, refiere un dicho popular y podría aplicarse a nuestra forma de amar ya que, si se puede entre dos, definitivamente se puede entre tres… o más.
¿Qué es el poliamor?
Poliamor es un neologismo, una nueva palabra conformada por el griego poly “muchos” y el latín amor, ambas raíces fusionadas por los hispanohablantes para referirse a múltiples formas de relacionarse de manera sexoafectiva que incluyen a más de dos personas.
Entre sus diversas formas podemos encontrar la polifidelidad, donde se restringe el contacto sexual solo a las personas involucradas en los vínculos hechos, en cambio en las relaciones mono-poliamorosas, uno de los integrantes es monógamo, pero acepta que el otro no lo sea y sostenga relaciones externas. También existen las relaciones jerárquicas, donde se distingue un vínculo primario y otro secundario.
La bocanada fresca de ideas desde los feminismos estos últimos años en Latinoamérica generó el contexto necesario para abrir a un gran público la conversación sobre cómo amamos, aunque esta haya existido desde fines del siglo XIX cuando el marxismo señalaba al sistema económico capitalista como generador de desigualdades y transversal a todos nuestros ámbitos, incluso nuestra sexualidad.
¿Cuál es la diferencia entre poligamia y poliamor?
Se suelen confundir ambos términos, la diferencia radica en que cuando se habla de poligamia, esta requiere que más de una persona esté casada con más de dos y siempre del género opuesto, en cambio el poliamor describe un rango de construcción de vínculos más amplio que contiene a todas las identidades sexuales y de género, aparte de incluir la noción naturalizada del cis-heterosexismo.
El término poliamor se originó desde países anglosajones y se pueden rastrear sus precedentes conceptuales hasta los años 60s, aunque recién en los 90s se popularizó la palabra y se instaló en la agenda de discusiones públicas. En cambio, en Latinoamérica hace poco menos de una década que el concepto irrumpe a través de los feminismos y comenzó a discutirse sobre ello.
El amor está ligado de manera íntima a la sexualidad, a la mayoría le cuesta poder separar estas dos ideas porque sí, van de la mano y una influye directamente en la otra, pero no necesariamente siempre. Quienes practican el “amor libre”, otra manera de llamarle al poliamor, entienden las diferencias tajantes existentes, ya que algunos de sus vínculos pueden ser solamente sexuales y otros simplemente afectivos.
La sexualidad, y cualquier conversación que la incluya, ha sido tabú y aún genera grandes resistencias de los sectores más conservadores de la política y de los sectores radicales de los feminismos, los cuales no solo se resisten a las ideas sobre el amor libre, sino que también cuestionan los derechos que pregonan la autonomía de decisión sobre sus cuerpos, como el aborto, subrogación de vientres, trabajo sexual, entre otros.
Las parejas, aunque no sean poliamorosas cambiaron sus maneras de nombrarse, es una certeza que nos encontramos frente a un cambio de paradigma respecto del amor y la sexualidad. Por ejemplo, en Argentina se pasó de denominaciones más hetero cisexuales como “marido” y “mujer” a llamar a sus vínculos como “pareja” o “compañero” y quedó un poco en desuso el término de “novio” aunque aún no haya un neologismo para definir esa etapa intermedia a un vínculo más “formal”.
¿Podemos todos practicar el poliamor?
Potencialmente sí, aunque hay dificultades de distintas índoles que desalientan la idea para muchas parejas.
De más está decir que nunca va a existir una sola manera de vincularnos, porque de hecho ni en el poliamor existe una única fórmula, aunque sí todas ellas coinciden en que la sinceridad, la comunicación y la empatía son clave para cualquier forma de vinculación. Bajo la premisa del consenso, cualquier tipo de vinculación es válida y respetable.
Ahora bien, el poliamor no es para todos porque tener pareja no es para todos, ni tampoco amar tiene que traducirse en formar un vínculo tan estrecho como el de una pareja. Estas nuevas formas nos enseñan cómo se puede querer de manera afectiva y no vivir la sexualidad con una persona, o no necesariamente tener que vivir con ella para nombrarse vínculo formal.
Una gran dificultad que se presenta a la hora de formar una pareja, en este sistema económico capitalista que nos atraviesa a todos, es justamente el acceso a bienes como el dinero y el tiempo. La extensa clase trabajadora de largas jornadas deja poco tiempo y recursos para poder desarmar ideas y permitirse probar formatos nuevos. La desigualdad estructural hace que algunos tengan los recursos para transformar sus vínculos y otros no.
Estamos ante nuevas maneras de relacionarnos y si bien la lingüística y las conversaciones sociales avanzan, la garantía de derechos por parte de los estados a estas nuevas maneras de vincularse aún espera.
Otra dificultad es que el poliamor no está legalmente protegido de manera integral por los estados. Esto quiere decir que cualquier derecho garantizado para parejas de a dos, no son garantizados para estas nuevas formas que incluyen a más de dos personas.
La falta de acceso a derechos de manera parcial o total es de las grandes dificultades que afrontan las personas que deciden vivir poliamores. En algunos países ni siquiera existe la ley de triple filiación, que permite que un niño tenga tres padres o madres. De esta manera se extiende a todos los beneficios laborales y sociales que perciben las parejas de a dos, a los cuales las triadas, cuadrejas, etc, no acceden.
El poliamor abre debates porque todo lo referido a la sexualidad lo genera y más cuando ahora está expuesto a catalizadores de discusiones como los feminismos que potencian toda discusión referida a los cuerpos y la necesidad de leyes igualitarias para las diversas formas de ser y relacionarse.
En conclusión, es complejo pero posible y no necesariamente un destino para todos. Existen diversas formas válidas de amarnos y el poliamor viene a ponerlas a todas ellas en conversación, sin ánimos de cancelar la monogamia a la que estamos acostumbrados; tan solo apuesta a que la repensemos para reafirmarnos en ella o generar cambios consensuados que nos permitan vivir el amor y la sexualidad de una manera más libre.
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