El teatro es uno de los artes más antiguos de la historia, la búsqueda por la representación del mundo ha sido un factor común en todas las culturas del mundo. Esto no significa que el arte escénico se haya quedado obsoleto, sino que este se ha ido actualizando para adaptarse al mundo actual, lo que lo ha llevado a expandir los que en algún momento fueron sus límites.
En consecuencia, las experiencias de vida de la comunidad en el teatro trans han sido foco de especial atención en algunos países de Latinoamérica en los últimos años, por lo que la presencia de este colectivo, no solo como autores sino como personajes, ha sido recurrente.
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El travestismo en el teatro
Pensar el travestismo y el teatro no es algo nuevo, durante siglos las mujeres estuvieron excluidas de los escenarios en occidente, no fue sino hasta el siglo XVI que las mujeres empezaron a tener cabida dentro de los escenarios, por lo que los hombres eran los encargados de interpretar a los personajes femeninos en las obras de teatro.
Aunque para muchas personas esto puede ser conflictivo, es importante pensar que la actuación permite espacios en los que diferentes personajes pueden ser interpretados por cualquier persona. Por esto no es descabellado pensar en que un hombre interprete a una mujer (o una mujer a un hombre). Esto, evidentemente, no excluye a las personas trans de estos marcos de interpretación.
Si bien es necesario ser enfáticos en que las personas trans deben encontrar espacios para participar activamente en todos los escenarios (lo que incluy al teatro trans) y de que es importante que la representación de este colectivo rompa con los estereotipos negativos, también se puede dar pie a pensar en que personas que no hacen parte de este colectivo lo interpreten en los escenarios, así como una persona trans puede interpretar a una persona cis género.
Teatro Trans por personas Cis
Tal es el caso de la obra Lila, presentada en Argentina, un monólogo que expone la vida de una mujer trans que vuelve a su país natal después de haber estado un largo tiempo en Europa para intentar reconciliarse con el pasado y con sus raíces. Uno de los elementos más importantes de la obra, además de la diversidad de géneros que toca, es la asesoría que tuvo de mujeres trans para su construcción.
Esto permitió que el actor tuviera una conciencia mayor sobre el reto al que se estaba enfrentando y sobre a quienes debía la obra: “Siempre encaré el trabajo con mucho respeto, porque tengo muchas amigas trans y el espectáculo está basado en ellas. No quería faltarle el respeto a la comunidad trans ni en lo que contaba ni en las características del personaje”, dijo el actor principal.
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En la misma entrevista él cuenta la reacción de sus amigas trans (quienes fueron inspiración de la obra): “El día que me vinieron a ver ellas, las verdaderas protagonistas de mi obra, y se emocionaron pensé que lo más importante ya estaba. Si podía representarlas, mi trabajo estaba hecho.” Lo que pone la representación en un lugar muy importante en esta obra, pues no tiene la intención de entretener únicamente, sino que también busca revindicar los colectivos que han sido históricamente oprimidos.
Otro ejemplo de esto es la obra “Seis, todos somos culpables”, que ha sido galardonada con los premios a “Mejor Actriz, Actor, Dirección, Espectáculo y Dramaturgia del FuerzaFest”. Esta obra uruguaya hace una denuncia directa a la forma en la que la sociedad ha ignorado la existencia de las personas trans y como esto resulta en falta de atención del Estado para esta comunidad.
Esta obra está basada en hecho reales, la denuncia de la impunidad tras el asesinato de seis personas trans en Uruguay es el punto de partida de esta obra que, con un tono humorístico y satírico, pone en evidencia las tensiones de una sociedad que ha cerrado sus ojos y sus corazones a un colectivo tan oprimido como lo es el trans.
Con nombres y apellidos puntuales, la obra muestra la violencia a la que fueron sometidas seis mujeres de la comunidad trans (y de la que son víctimas muchas más en la actualidad), mientras pone en escena también sus vidas familiares y románticas para acercar más el relato al público. Además, el uso de elementos simbólicos le da más poder al final de la obra, en donde todas las piezas terminan de encajar y se hace sentido a toda la obra.
De un modo similar funciona la obra “La madre de Eva” que, en palabras de su directora: “es una historia de amor entre madre e hijo”. La obra es un monólogo que encarna a la madre de una persona trans que tiene que hacer frente a la transición de su hija. A lo largo de la puesta en escena se puede ver la transición que debe enfrentar la madre para entender el proceso que atraviesa su hija.
Además, la obra pone en escena una serie de preguntas existenciales sobre el ser y la identidad que demuestran la encrucijada que enfrenta esta madre al amar excesivamente a su hija, pero no entender su proceso al mismo tiempo: “¿En qué te convertirás?, ¿Cómo será tu voz?, ¿Cómo pronunciarás mi nombre?, ¿Me giraré o no reconoceré ese llamado como tuyo?” son algunas de las preguntas que este monólogo abarca.
Colombia no se queda atrás, el teatro El Baúl trae en noviembre de 2022 al teatro Petra la obra “La muerte huele a naranjas”, una obra en la que uno de los personajes principales es una mujer trans que se verá entrelazada con los otros personajes para demostrar la forma en la que las personas de este colectivo, que ha sido tan excluido, forman parte activa de una sociedad que no los ha querido recibir.
No obstante, es importante enfatizar en que estas obras son un caso excepcional, pues no todas las obras que tienen como personajes a personas trans interpretadas por personas cisgénero —o personas trans como como sujeto del relato— son prudentes y respetuosas de estos temas.
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La TRANSición a un nuevo teatro
Por otro lado, están las obras de teatro interpretadas por personas de la comunidad trans, que proponen un enfoque muy diferente del mundo acostumbrado por la visión cis. Tal es el caso de la obra Noche de Reinas, una propuesta de la casa hogar Tiresias, en México.
Esta obra toma como punto de partida y reescribe la obra Noche de Reyes de William Shakespeare para ponerla a hablar en un lenguaje moderno que da cuenta de los procesos, las ilusiones y los miedos de las seis mujeres trans y un hombre trans que protagonizan la obra. Así es como se compone una obra donde una doncella y una villana comparten un vínculo atravesado por el humor y la música de artistas como Rocío Durcal.
Esto es muy importante porque se retoma una obra de uno de los autores canónicos más importantes de la historia del teatro occidental, pero la modificación de este permite la reivindicación de un colectivo históricamente excluido y la aproximación de un texto clásico a la experiencia de la humanidad en la actualidad.
La obra se ha visto obligada a mutar y evolucionar, tanto el elenco como la propuesta de la interpretación ha cambiado a lo largo de los años. Esto debido a que la obra se alimenta de las experiencias de sus actrices y actores, como el reparto ha cambiado casi completamente también lo ha hecho la obra. No obstante, la obra ha buscado conservar la memoria de quienes han participado en ella y esto se ve tanto en el guión como en la utilería y la escenografía.
En esta puesta en escena se usa un elemento metateatral (pues se hace una obra dentro de otra obra) para poner en cuestionamiento la representación, el performance y la vida misma a la luz de estos. Es fundamental, además, pensar que gran parte de las personas que participan en la obra no son actores/actrices de profesión, sino que es la fuerza de su voluntad la que ha servido como motivación para sacar la obra adelante.
Así se puede ver la forma en la que el teatro trans ha funcionado como reivindicador de derechos, emisor de mensajes y lugar de luchas. Esto permite que diferentes colectivos se posicionen y compartan con el mundo sus visiones, mientras ponen en cuestión las preguntas que les inquietan.