Manuel Velandia «De exilio, retorno y otros dolores de guerra»

Foto: integración social

Cuando se habla del movimiento LGBTIQ+ colombiano es inevitable leer el nombre de Manuel Velandia. En 1977 fue cofundador del Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia; y también, hizo parte del equipo promotor de la despenalización de la homosexualidad en el país, en 1980.

Fue pionero en la lucha por la prevención de la infección por VIH/SIDA en América Latina y organizó la primera marcha de Orgullo LGBTIQ+ en Bogotá y Colombia en 1982. Manuel tiene 66 años y 45 de ellos los ha dedicado a la militancia homosexual.

Se describe a sí mismo como un ARTivista multidisciplinar (fotografía, poesía, escultura, performances, grabados y demás), marica en descolonización y la primera persona abiertamente homosexual reconocida en el exterior como víctima del conflicto armado colombiano por la Unidad de Víctimas.

Foto: facebook

Del exilio, retorno y otros dolores de guerra es su cuarto y más reciente libro de poesía. Por medio de poemas, fotografías y códigos QR que direccionan a distintas performances, narra las amenazas que vivió, su exilio a España por 12 años y su retorno hace tres años a Colombia. La partida, el ser refugiado, su orientación sexual, los recuerdos, lo que dejó, lo amargo del conflicto armado y muchos otros temas son la esencia de este manifiesto por la paz y por la resiliencia que ha marcado su vida.

Manuel me recibió en su apartamento, ubicado en Bogotá. Vestía una camisa negra con varias Orquídeas Cattleya, la flor nacional de Colombia. Al final de la entrevista me contó que muchas de sus prendas las diseña él mismo. Su hogar está lleno de piezas de arte y reconocimientos.

Es una persona muy extrovertida y suele narrar sus vivencias acompañándolas con chistes. Su cabello está tinturado de un color azul claro que se mezcla con las raíces blancas de su cabello natural y es de tez morena. Era un sábado en la tarde y estábamos en su sala alumbrados por el sol de su ventana.

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¿Cómo terminaste en el exilio?

Para 1984 ya había tenido amenazas de muerte y en el 2001 sufrí un atentado con granada cuando era candidato a la Cámara.

En diciembre de 2006, mientras me encontraba dando una conferencia en Cali sobre Derechos Humanos entendidos como derechos sexuales, alguien del público me preguntó: “Acaban de anunciar que van a detener al senador Araújo por paramilitarismo, ¿Usted cree que el proyecto de ley de parejas del mismo sexo se caería?”.

Álvaro Araújo había presentado un proyecto de ley sobre parejas del mismo sexo primero que nosotros. Pero ante la información de que podría llegar a ser paramilitar, yo respondí: “Si es cierto, yo prefiero que el proyecto se caiga a que un asesino me consiga derechos”.

Luego de esa respuesta, la senadora Piedad Córdoba me llamó y me dijo que no debería haber respondido así, que me iban a matar por eso.

Yo no sabía que quien me estaba preguntando era un periodista; pensé que se trataba de un chico más que estaba en la conferencia. Al día siguiente fue la frase política de la semana y en la tarde las amenazas de muerte se extendieron a mi familia. Fue en ese momento cuando decidí irme y pedir el asilo en España. Llegué allá el 16 de febrero de 2007.

“Hijueputa marica ya lo tenemos identificado. comprese el cajon esta lipiesa será profunda,, sabra quienes somos nosotros. estamos cansados de tanta aparecedera en los periodicos y en la televisión” (sic) – Fragmento de ‘La Amenaza’

¿Cómo fue esa transición de vivir en Colombia y tenerte que ir para España?

Curiosamente, yo había hecho un curso con españoles de la Comisión de Ayuda al Refugiado, pero pensando en ayudar a otras personas. Nunca creí que fuera para mí, pero yo ya había hecho el ejercicio de tener todos mis documentos organizados.

Cuando ocurrió la amenaza, varias asociaciones en Colombia me preguntaron si iba a pedir asilo, mi respuesta fue que sí y avalaron mi caso. Yo estaba haciendo trámites para iniciar un doctorado en la Universidad Nacional que me certificaba aquí y en España, pero entonces me tocó comunicarme con la Universidad del País Vasco para hacer el doctorado allá, entré y a los tres días de llegar ya estaba estudiando.

Lo siguiente que hice fue ir Gehitu, la asociación LGBT de San Sebastián, en el País Vasco, y les pido apoyo. Lo más extraño es que llegué al siguiente día y ellos parecieron no entender cuál era mi necesidad y comenzaron a pedir comida y ropa para mí, pero yo no necesitaba eso. Lo que yo quería era acompañamiento político y emocional; yo estaba en crisis y me sentía abandonado. La vida se le vuelve dos maletas.

Foto: facebook

Yo inicié mi proceso de asilo con CEAR, la Comisión española de ayuda al refugiado, pero ellas tenían su sede en Bilbao y debía viajar cada vez que tenía que hacer un trámite. Por esa razón, me sugirieron que la Cruz Roja de San Sebastián tomara el caso, pero, terminé asesorandolos yo, ya que era su primer caso de asilo. Ellos me consiguen una abogada de oficio buenísima, que fue quien me asesoró sobre qué decir en las entrevistas. Yo le respondía a ella y ella le traducía al policía. Ahí fue cuando me dije: ¡qué horrible es mi caso!

Luego empecé otro doctorado, porque que estaba haciendo era en educación, y yo quería comenzar uno en salud. Me puse en contacto con la Universidad de Alicante. Me trasladé a la otra ciudad y empecé a hacer simultáneamente los dos doctorados.

Comencé a dar conferencias en DecideT, la asociación LGBT de la provincia de Alicante; la primera fue sobre cómo dar una mamada. En España las personas tienen un humor muy diferente al nuestro y ellos asumieron que yo realmente iba a dar un curso sobre sexo oral. Finalmente, me animé a hacerlo y asistieron 70 personas. Con el tiempo, resulté siendo el primer Coordinador General latino de la asociación.

Entre el lapso en que voy de San Sebastián a Alicante me pregunto a mí mismo qué quiero ser en la vida, porque tenía tiempo, entonces me respondo: “Quiero ser artista”; así como cuando uno dice que quiere ser algo de grande… Allá se me va ampliando el campo de las artes, con la fotografía, el grabado y la performance.

El exilio es un arma de doble filo; te vas de un país amenazado a otro donde no te conocen, ¿cómo fue ese recibimiento como migrante en España?

Digamos que una cosa es tu autopercepción y otra es cómo la gente te ve. Yo tenía claro que era un refugiado político, una víctima del conflicto armado, pero un día estoy en casa de un novio y un vecino empieza a gritar: “Vete a tu casa Machu Picchu”, gritaba cada vez más fuerte y cosas más molestas.

Yo no sabía a quién le gritaba y mi ex suegra me dijo que se dirigía a mí. Pero yo no entendía y le dije que yo no era peruano.

Ella me explicó que se trataba de un apodo de un personaje de televisión y que se usaba para discriminar a los latinos y que no le prestara atención.

Ahí me di cuenta de que la xenofobia es una cosa rarísima, pero también la aporofobia, que es el odio a las personas pobres. Digamos que cuando tú te mueves en un círculo cultural, tienes menos posibilidad de ser discriminado.

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Entonces, ¿en qué momento creíste que era necesario volver a Colombia?

El momento en que empiezo a pensar en volver es cuando se da la negociación de paz. Incluso, a mí me invitaron a las conversaciones en La Habana. En ese momento decidí no asistir, porque estaba finalizando el doctorado. Pero, después, la Universidad Javeriana y la Universidad de los Andes se unieron para hacer un libro sobre el conflicto y me pidieron que escribiera un capítulo.

Mientras escribía, reflexionaba sobre mi situación y comencé a pensar en la posibilidad de volver. Me encontré con que la paz sí era posible y decidí volver. Regresé a Colombia el 27 de febrero de 2019, o sea, llevo 3 años aquí.

“(…) He regresado, volver es iniciar otro exilio. Ya no existen los caminos recorridos, deambulo en otro ritmo, con otra firmeza. Es imposible retomar la existencia, el dolor me hizo nuevo (…)” – Fragmento de ‘Espacios vacíos’.

En uno de tus poemas dices que volver es ser doblemente exiliado, ¿Cómo fue el proceso para acostumbrarte de nuevo a la vida en Colombia?

Es complicado, porque tú te acostumbras a un ritmo de vida y vuelves a algo muy diferente. Además, la gente suele creer que las víctimas tienen una cantidad de ayudas económicas y que uno llega millonario, pero no.

Yo pensé que conseguir trabajo iba a ser fácil, porque tengo 13 títulos universitarios, pero no… Fue hasta que me escogieron para ser jurado en una convocatoria de arte y que luego, en Medellín, me hicieron un homenaje a toda la vida. Ahí empecé a viajar a otras ciudades a presentar mis performances. Luego vino la pandemia y me ofrecieron dos trabajos.

Foto: facebook

Soy investigador en el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico y también trabajo en la SubLGBT que es como el campo de Acción para la Política Pública en Bogotá desde la Secretaría de Integración Social, ahí soy gestor comunitario y de desarrollo de capacidades. Yo me siento muy contento porque lo que hago es muy rico, me gusta.

Eres el primer hombre abiertamente homosexual en el exilio en ser considerado como víctima, ¿Cómo fue llegar a ese reconocimiento?

Eso fue tenaz, yo tomé la decisión de presentar mi caso ante el consulado de Colombia en Valencia. Ni bien asisto y me dicen que no, que ahí no era. Yo iba con la ley en la mano y les dije que me tenían que atender. Me sacaron mil excusas, les dije que yo era periodista y que iba a escribir un artículo sobre eso. Ahí cambió todo, me tomaron la declaración y yo mismo escribí el caso.

Pasaron 6 meses de silencio, porque se suponía que el fallo llegaba al consulado y ellos me tenían que avisar. Me tocó poner 7 tutelas —el mecanismo constitucional colombiano para la defensa de los derechos—, pero siempre me respondían con el mismo formato al que solo le cambiaban el radicado y la fecha. Eso fue una mierda porque era una vulneración de mis derechos.

Un año después cambian al cónsul y resulta que había sido mi estudiante. Él se encontró con una carta a mi nombre y me llamó extrañado porque estaba engavetada hacía un año. Entonces, se puso a averiguar todo el proceso y me hicieron ir hasta allá para reclamarla. Fue ahí cuando descubrí que, efectivamente, me habían reconocido como la primera víctima homosexual en el país y que, además, estaba en el exilio.

Para mí eso era importantísimo porque fue el primer caso reconocido en Europa y mi idea era sentar un precedente para otras personas. Después de eso vinieron muchas personas más, aunque no tantas como deberían.

En el libro te introducen como ARTivista queer, ¿qué significa eso para ti?

El artivismo es una manera de crear desde el arte utilizando estrategias políticas para contar las historias. La idea no es hacer un panfleto, sino llevar a la audiencia a través de la obra a hacer una reflexión.

Foto: El país

Mis obras son muy radicales… Yo digo que hay una burbuja y es que mucha gente que hace arte siendo víctima lo hace para las mismas víctimas, pero nosotres ya sabemos lo que nos pasó. Lo que necesitamos es que la ciudadanía común y corriente vaya a un museo cercano y entienda otras lecturas desde el mundo del arte y eso es lo que yo hago.

“La poesía sale a la calle, el policía la convierte en delito; darla a conocer por unas pocas monedas te convierte en ‘traficante de poemas’. La calle es espacio de lucha, la máquina de escribir arma que dispara sueños” – Fragmento de ‘La poesía sale a la calle’.

Me llamó la atención cómo el amor y la ausencia se ven muy marcados en tus escritos, ¿qué querías reflejar?

El exilio no tiene que ver solo con cruzar la frontera, también tiene que ver con romper todo lo que te ata al país. Yo soy cercano a la familia, pero nunca hablaba tanto con ella porque se volvió cotidiano el encuentro. Mi familia no sabía que yo me había ido porque las amenazas habían llegado hasta ellos y cuando se enteraron fue sorprendente.

También me pasó con los ex-amores españoles, ese vínculo se transforma, aun cuando nos comunicamos, ya no es el mismo por la distancia.

La vida cotidiana te cambia a montones, o sea, al principio tú crees que los españoles se están peleando contigo todo el tiempo, pero no, únicamente son muy directos y hablan fuerte; toca esperar hasta que el cerebro se organiza y se da cuenta de que hay otro estilo de comunicación.

También tuve muchas crisis emocionales y es por las cosas más raras del mundo. Por ejemplo, yo estaba recién llegado y estaba nevando, entonces veo a un gato igual al mío que había tenido que dejar y bueno, me puse a llorar. Igualmente. Yo soñaba mucho que iba a quedar en la pobreza e iba a tener que pedir limosna, entonces era un sueño muy repetitivo y ahí me di cuenta de que tengo que hablar, que tengo que ventilar mis emociones.

“La vida actual encarcela tus emociones. Temes al exilio; te niegas a gritar, tu voz se atraganta. ¡Cuida tu cadáver! Estar vivo y sin sentido es casi como estar muerto” – Fragmento de ‘Won’t you drain the lake and bring me home again’.

Y ¿por eso decidiste escribir poemas?, ¿los escribiste durante el exilio o cuando estabas acá?

Sí, a uno le preguntan muchas veces cómo es una amenaza de muerte, cómo se siente uno cuando deja su país y entonces al tener que repetir cada vez la historia es volver a pasar por el acto violento, entonces decidí que mejor lo contaba en un poema. Los poetas dan muchas vueltas a las palabras para decir algo, pero yo quería que la poesía fuera menos rebuscada, que cualquier persona la pudiera leer.

Foto: fragmentados

Yo tenía muchos poemas que había escrito antes de irme, tenía unos escritos en España y otros que escribí con mi retorno. Por ejemplo, en España organicé un Foro Internacional de Víctimas justo dos meses antes de venir. En él hubo un encuentro con las familias de las personas desaparecidas. Me llamó la atención que los desaparecidos eran casi todos heterosexuales y solo encontré al novio de un desaparecido y hablé con él. Entonces, me puse a imaginar cómo sería si mi novio desapareciera y escribí un poema sobre el tema.

Mi proceso de escritura es extraño, me despierto a las 3 am, le dicto un texto al móvil que se me ocurrió de la nada y me vuelvo a dormir. Al otro día lo paso del móvil al computador y le hago revisiones de texto, los leo desde fuera como si yo estuviera en una garita exterráquea de mí mismo, me vuelvo crítico y lo mejoro.

“(…) Mi esperanza es que estés vivo, en lo profundo de mi corazón algo me dice que ya no estás. Te prometí estar juntos toda la vida, ¡te esperaré! Te esperaré, aun cuando lo último que haga sea tener tu cuerpo en mis brazos y ponerte en un cajón (…)” – Fragmento de ‘Frío en la sangre’.

¿Por qué combinar poemas, fotografías y performances?

Porque la fotografía y la performance también son poesía. Yo diseñé el libro, y lo que quería era que quien lo leyera se pudiera exiliar, es decir, cuando lees un código QR te vas y entras a la internet, te encuentras con otro mundo, otra realidad paralela, pero puedes regresar al libro y seguir con los poemas.

Publicar un libro de poesía no es fácil, ¿Cómo llegas a publicar este libro?

Yo ya había trabajado con el Centro de Memoria Histórica, ahí conocí al Alto Comisionado de la Paz en el quinto Foro de Víctimas, a donde habíamos llevado a personas de 24 países a Alicante. Antes me habían escogido para una campaña del CMH y cuando retorné del exilio, fui a la Jurisdicción Especial para la Paz y terminé dando un taller de cómo manejar entrevistas en casos de vulneración sexual.

Un día me volví a encontrar al Alto Comisionado de la Paz y le dije que era muy extraño que ellos no hayan hecho nada para las personas LGBTI y me respondió que lo habían intentado, pero que era complicado. Entonces me preguntó lo que yo proponía y le dije que la poesía no era marica, pero que yo era marica y hacía poesía que tenía que ver con el exilio, el retorno, los afectos y demás. Y me pidió los textos.

A la semana me dijo que me iban a publicar y que iban a sacar 1000 ejemplares, eso es un sueño para alguien que escribe poesía.

¿por qué crees que las personas deberían leer tu libro?

Es una manera de acercarse a la situación política y a la situación de las víctimas en Colombia. Siendo alguien del extranjero, por ejemplo, conocen noticias, pero son un instante, un corte en el tiempo. En cambio, un libro cuenta muchos más a fondo una situación y te permite acercarte a conocer más de lo que pasó en Colombia.

Yo no soy todas las víctimas, pero muchas de nosotras pasamos por cosas parecidas, entonces leer este texto puede hacer que alguien conecte sus experiencias, sus emociones, sus explicaciones con las que reflejan los poemas, las otras obras y las performances.

Para finalizar, si tuvieras que resumir el libro en pocas palabras, ¿cuáles serían?

Cada uno de nosotros explica el mundo, vive la vida y se emociona de una manera eminentemente particular. Pero, aun cuando yo sea distinto del otro, de la otra, de le otre, tenemos puntos de contacto. Y cuando se encuentran esos puntos, no solo conoces a le otre, sino que puedes conocerte a tí misme, a tus propios miedos y, también, a tus propias esperanzas. Este libro ayuda a eso…

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