“Yo vengo aquí a gritar”: Antes de que anochezca de Reinaldo Arenas

Foto: Diario de Cuba

Generalmente cuando se piensa en literatura muchas personas se remiten inmediatamente a la poesía y la novela o, incluso, a géneros menos recurrentes como la crónica o el teatro. No obstante, Reinaldo Arenas rompe con los esquemas de literatura en su autobiografía Antes de que anochezca, obra que terminó de escribir solo unos días antes de suicidarse en New York: en la obra el autor cuenta su exploración sexual, su vida en el régimen cubano de Castro, su experiencia con el VIH (y luego con SIDA), así como el exilio al que tuvo que forzarse al salir de la pequeña isla latinoamericana.

Una infancia cubana y una intuición del sí

Desde el principio de su autobiografía Reinaldo Arenas se enuncia como un ser sexual en una cuba que cada vez se estaba perfilando más a la dictadura de Castro, sus primeras exploraciones se ven mediadas por la ausencia de una figura paterna y la relación con la naturaleza que le servía como campo erótico. De hecho, Arenas en repetidas ocasiones usa las imágenes de la naturaleza como metáforas de la vida sexual que lo esperaría en el futuro.

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La figura paterna, a quien Arenas solo vio una vez en su vida, aparece como una ausencia fantasmagórica que solo aparece en tensión a la madre del autor, una mujer que fue víctima de la violencia machista y sistemática que fue engañada por un hombre que los abandonó a ella y a su bebé a su suerte. De forma muy sutil se puede ver el primer indicio del fin de Arenas cuando, en uno de los primeros capítulos, el autor comenta su mamá estaba considerando suicidarse.

Reinaldo Arenas de cerca
Fuente: La Vanguardia

Las imágenes de la naturaleza cubana inundan los primeros capítulos del libro, en donde se puede apreciar una Cuba libre que solo un niño podría habitar, tal vez parte de las descripciones del autor formen su propia Arcadia, pero demuestra la sutileza de la narración y la atención a los detalles que caracterizaron al autor desde su más temprana edad.

Desde su primera infancia se puede ver que el autor ya tenía una intuición de su orientación sexual (tema que para la época era un tabú mayor): desde que empezó a ir al colegio se enamoraba de sus compañeros, a quienes encontraba encantadores y atractivos sexualmente de forma, podría decirse, muy prematura. No obstante, fueron sus primos — hombre y mujer- con quienes empezó su vida sexual y con quienes empezaría una frenesí sexual que no se detendría a lo largo de su vida.

Esto es muy interesante porque, más allá del morbo y del tabú sobre el sexo, se puede ver que la obra de Arenas no tiene carácter confesional; el autor cuenta los acontecimientos como los viera pasar frente a una pantalla y los anota con una consistencia digna de admirar, pero alejándose de las brújulas morales que han apuntalado el quehacer artístico a lo largo de la historia.

Reinaldo Arenas en una reunión
Fuente: Zona Paz

Las pocas alusiones que se hacen del pecado en la obra están veladas por el deseo de seguirlo cometiendo, el deseo es una de las bases de la obra que guía al autor a lo largo de la obra.

Es muy curioso que, aunque su deseo sexual siempre estuvo completamente ligado a los hombres, en varias ocasiones el autor tuvo novias; aunque él mismo no sabe identificar si esto es producto del ambiente machista en el que creció o de algún sentimiento que realmente lo impulsara. El miedo de ser tachado como homosexual era latente, pues no se sabía que consecuencias le acarrearía.

La causa cubana y el inicio del régimen

Ya desde los catorce años el hambre y las necesidades impulsaron a un joven Reinaldo Arenas a alzarse, lo que lo llevó a reconocer que la maldad no se viste de una sola causa, esto sería un abrebocas de lo que pasaría a lo largo de su vida y de lo que a los catorce años empezó a ser testigo: fusilamientos de quienes iban en contra de Castro, robos en “pro de la causa”, y la conciencia de que el machismo no solo se viste de derecha.

Arenas en estos puntos se permite hacer apuntes retrospectivos, cuestionando no solo la revolución de Castro, sino lo que pasaría después de aquello: una dictadura que obligaría a incontables cubanos a exiliarse de la tierra que en algún momento creyeron suya y a la que no volverían, ni para ser enterrados.

Reinaldo Arenas en su juventud
Fuente: El Mundo

Cuando el autor tenía dieciséis años empieza la que sería la primera instancia de su educación superior, pero también la primera etapa de la censura de su vida cuando se da cuenta de que ser homosexual no solo le podría provocar una expulsión del centro de estudios donde estaba, sino de que lo podría llevar a la cárcel por la depravación a “los ideales revolucionarios”. Aunque eso no era lo peor, el ser homosexual les cerraba todas las puertas a los hombres que eran descubiertos: el escarnio público al que eran sometidos y el expediente (como si fueran criminales) no los soltarían jamás.

Para este momento ya advierte el autor unas intenciones muy macabras en la revolución, los jóvenes fueron catalogados como la vanguardia de una guerra que nadie se imaginaba, por lo que el joven Arenas se posicionaba como anticomunista, aunque nunca lo dijo en voz alta por todo lo que esto podría haber desencadenado para él.

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Especialmente porque es impresionante ver la cercanía de la URSS con los cubanos y no como se está acostumbrado vender a los soviéticos (unos verdugos), sino como trabajadores y capacitadores, pero detrás de eso Arenas advierte unos intereses muy oscuros del régimen cubano.

Antes de que anochezca: de la literatura al exilio

De una forma un poco sorpresiva Reinaldo entró en el mundo de las letras, aquí se encontró con otras personas que compartían sus valores ideológicos y que lo ayudaron a formarse literariamente, pues su formación era escasa y perseguía fines del régimen (cosa a la que la literatura puede escapar). Gracias a esta formación Arenas escribió las que serían sus primeras novelas, y las que lo podrían en el ojo del mundo.

Reinaldo Arenas en su juventud
Fuente: Go Ediciones

1971 representaría para Arenas un punto de quiebre para Arenas (como lo fue para todos los intelectuales de la época), pues el arresto de Heberto Padilla demostró una cara del régimen de Castro que por largo tiempo se intentó ocultar: la censura. Esto mismo llevó a Arenas a publicar muchas de sus obras en el extranjero, donde podía hablar libremente sin que la dictadura atentara contra él.

En esta época empezó lo que sería el principio del fin de la residencia de Arenas en Cuba, pues una vez que el régimen castrista mostró su verdadero rostro no le importó volverlo a ocultar. Empezaron los llamados Parametrajes por medio de los cuales cualquier funcionario público (que abarcaba cualquier trabajo en Cuba pues todo pertenecía al Estado), artista, escritor, etc. Era retirado de su cargo y se le “recomendaba” acudir a los centros de trabajo forzado: sí, por ser homosexuales.

Ante esto la necesidad de salir de Cuba cada vez era mayor, pero la prohibición frenaba a muchos, y a otros los llevaba a tomar medidas desesperadas como irse de la isla nadando. Antes de que Arenas lograra cualquier llegó uno de los peores golpes del régimen: lo encarcelaron por ser homosexual.

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A esto se sumaron los cargos por ser antirrevolucionario en las novelas que había publicado fuera de Cuba, lo que le valió a Arenas una pena de ocho años de prisión. Aunque hizo varios intentos de escapar de Cuba antes de ser encarcelado, esto no tuvo éxito: llegó a una cárcel que marcó su vida y su obra.

Allí se dio cuenta de que las peores condiciones de la cárcel estaban reservadas para los homosexuales que, en sus propias palabras “no se les trataba allí como seres humanos, sino como bestias”. Teniendo en cuenta la situación de hambruna que se vivía en Cuba ya para ese momento, los presos no eran bien alimentados y las condiciones sanitarias no eran mejores, el espacio era tan reducido que no se podía considerar propio.

Reinaldo Arenas tomando un periódico
Fuente: El Estornudo

Una vez que logró salir de la cárcel su situación no mejoró, pero no solo porque fuera él, sino porque estaba en una Cuba que no era buena con casi nadie, especialmente con los homosexuales y los contrarrevolucionarios: y Arenas era ambos. Es precisamente su quehacer literario por el que tenía prohibido salir de Cuba: podría perjudicar la imagen del régimen, lo que claramente no le convenía a Castro.

No obstante, debido a un golpe de suerte en el que estaban sacando a los homosexuales de Cuba, el autor logró escapar no sin el miedo de que lo hicieran devolverse, hasta que, por primera después de la llegada del régimen, se sintió verdaderamente libre. Esto no hizo que la persecución política al cubano cesara, al contrario, muchos intelectuales de la época que apoyaban el régimen cubano llenaron sus páginas en contra de Arenas.

En el exilio no solo se dio cuenta de que nunca encontraría un lugar al cual llamar hogar, pues el exilio le había quitado el lugar al que pertenecía y, por más que lo intentara, no encontraría otra Cuba en ningún lugar del mundo. Por eso el último apartado del libro Arenas lo usa como una declaración: en contra de Castro, el régimen y el exilio; una declaración de lucha que concluye con el anuncio de su suicidio y las palabras: “Cuba será libre. Yo ya lo soy”.

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