Infodemia, ¿Qué herramientas tenemos para combatir la desinformación?

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Actualmente, vivimos en una época caracterizada, entre otras cosas, por la llamada “infodemia”. Esta palabra hace referencia a una verdadera pandemia de la información. Basta con teclear una palabra o expresión para que Google te devuelva millones de respuestas e imágenes relacionadas con tu búsqueda. 

Tenemos acceso a muchísimos textos, imágenes y vídeos de forma fácil y rápida, pero no todo el mundo tiene las herramientas necesarias para cribar qué es verdadero o qué es de calidad. Entonces, nuestro acceso infinito a la información, que a priori puede parecer algo muy ventajoso, se traduce irremediablemente en una marea infinita de desinformación. 

Todo esto afecta a todas las áreas de nuestra vida, y debemos prestar especial atención cuando se trata contenidos relacionados con temas tan importantes como la salud o la sexualidad. 

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Además de los motores de búsqueda, toda esta infodemia también permea las redes sociales que ya de por sí siempre han estado llenas de anzuelos (clickbait) y noticias falsas (fake news) para captar la atención de quien está leyendo. No obstante, ha sido la pandemia del COVID-19 la que ha desatado una gigantesca oleada de desinformación nunca antes vista. 

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Conspiraciones, noticias falsas y desinformación

Todo el mundo está familiarizado con las llamadas “cadenas’’ que llegan a los grupos de WhatsApp familiar, caracterizadas por incitar a que se difundan determinados mensajes alarmantes o llamativos, como audios apocalípticos, noticias alarmantes, remedios para tratar ciertas enfermedades o supuestos profesionales de la medicina que se muestran dudosos ante determinadas medidas sanitarias. No obstante, parece que nadie consigue encontrar nunca el origen exacto de este tipo de mensajes. 

Todo esto no solamente desemboca en una sociedad impregnada de una desinformación generalizada, sino que logran desatar en las personas emociones como el miedo o la rabia, y que pueden polarizar la opinión pública en torno a temas de actualidad.

Según Naiara Bellio, coordinadora de Maldita Tecnología en la fuente de verificación Maldita.es, la lucha contra este fenómeno no es nueva, pero este nivel tan elevado y alarmante de noticias falsas puede tener graves consecuencias para la salud de las personas.

Por otro lado, según un estudio realizado por IPSOS, el 57% de la población española se ha creído al menos una noticia falsa, situando a España en el quinto puesto del ranking mundial, y el primer puesto en países europeos que más tiende a creerse este tipo de bulos.

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Además, el último informe del Eurobarómetro señala que únicamente el 14% de la población española es capaz de detectar cuándo una noticia es un bulo, por lo que nos encontramos ante una verdadera epidemia que afecta y que afectará irremediablemente a nuestra vida diaria, salvo que seamos capaces de aprender a detectarla para poder combatirla.

Cuando hablamos de infodemia en redes sociales, tenemos que poner el foco en las que son potencialmente más peligrosas por utilizar un formato audiovisual, como YouTube o TikTok, donde todo se cuenta a través de vídeos. Estas plataformas se convierten en lugares ideales para difundir bulos, conspiraciones y noticias falsas de forma muy rápida y llamativa. En poco tiempo un mensaje cargado de mentiras puede alcanzar miles de reproducciones ante una audiencia que no se detiene a contrastar esa información al no tener interiorizadas herramientas de criba ni de pensamiento crítico. 

Los algoritmos de las plataformas y aplicaciones no limitan este tipo de contenido. Más bien al contrario, pues cuando detectan mucha interacción con los comentarios, likes o personas que comparten los vídeos, el número de visualizaciones asciende rápidamente. Además, es fácil que la persona que está viendo un vídeo acabe atrapada en lo que se está contando, y que al terminar siga consumiendo contenidos similares en cadena.

Hace unos meses se viralizó un tiktok donde explicaban que dentro de los test de embarazo había una pastilla abortiva, en caso de querer utilizarla como dispositivo de emergencia. Muchas personas pensaron que esto era cierto. Ante este vídeo viral claramente falso y peligroso, la empresa emitió un comunicado advirtiendo sobre todo a las personas jóvenes. Afirmaron que no se trataba de ningún anticonceptivo de emergencia, sino que su función era la de absorber la humedad para que el dispositivo funcionara correctamente. Muchos profesionales de la salud también optaron por lanzar vídeos y textos informando de los peligros de esta tendencia, pues dicha pastilla, además de no ser un medicamento, podría causar intoxicaciones.

Discursos de odio

Ante esta realidad, cabe llamar a la reflexión crítica de la sociedad y hacer ver que estas plataformas no solamente están plagadas de información falsa, sino que también encontramos mensajes que incitan al odio. Esto ocurre, por ejemplo, con algunos youtubers que niegan rotundamente que exista la violencia machista, algo que cuentan sin reparos frente a millones de seguidores que terminan creyéndose estos mensajes a pies juntillas. 

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Con este panorama, no es sorprendente entonces que uno de cada cinco hombres jóvenes españoles, con edades comprendidas entre 15 y 29 años, crea que la violencia machista no existe y que es solo un “invento ideológico”, según los datos recogidos por el último barómetro sobre juventud y género de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Esta cifra duplica la de hace cuatro años, cuando se empezó a realizar este estudio con la juventud española.

Entonces, ¿qué podemos hacer ante estos perfiles que crean este tipo de contenido? Quizás una de las soluciones sea la de imponer una sanción económica, como ocurre con las estrictas leyes en Alemania y Francia sobre la difusión de mensajes de odio, aunque esto no parece algo fácil de regular. Salvo temas claros como la pornografía infantil o el terrorismo, un algoritmo no puede determinar si un discurso es verdad o mentira, con lo cual es fácil para los creadores de contenido difundir bulos que escondan mensajes de odio. 

Quizás tengamos que empezar a pensar en una solución a este problema que pase por formar a la ciudadanía de manera crítica y responsable sobre el manejo de la información. Y no solamente en el sistema educativo, pues la concienciación también tendría que llegar a la población adulta para que también sean capaces de detectar esa información y no difundirla.

Por otro lado, debemos tener claro que los objetivos de esta pandemia de desinformación está muy vinculado a intereses políticos y/o económicos, pues una noticia falsa claramente puede llegar a tener un impacto político mundial. Las estrategias militares clásicas de las guerras se actualizan y se adaptan a los códigos del siglo XXI, y en una guerra de intereses comerciales puedes dañar fácilmente a tu enemigo si consigues que lanzar un mensaje falso sobre sus productos.

En el campo de lo social, un ejemplo muy evidente de noticia falsa que directamente atenta contra los derechos humanos más básicos es cuando determinados partidos políticos afirman que las personas inmigrantes reciben más ayudas del Estado que quienes no lo son. Esta información es uno de los mayores bulos que aún se sigue difundiendo en España, y una gran mentira atravesada por el racismo. Pese a que esto se puede contrastar fácilmente con fuentes oficiales, a día de hoy gran parte de la sociedad española cree que es cierta, aumentando nuevamente el nivel de rabia y odio hacia un colectivo vulnerable y discriminado. 

Todo esto, sumado a que el algoritmo de Youtube fomenta que aparezcan este tipo de contenidos, hace que se nos caiga la venda de los ojos: nos están manipulando todo el tiempo bajo los mandatos férreos de un capitalismo inhumano y salvaje. Y si las plataformas se mueven por motivos económicos, esto choca directamente con la tecnoética, y finalmente es la lucha social la que puede generar conciencia gracias a las iniciativas y las herramientas del ciberactivismo.

¿Cómo podemos desarrollar herramientas para combatir la desinformación?

En primer lugar, hemos de ser muy conscientes de que existe y de que no podemos creernos todo lo que vemos o recibimos por parte del entorno. Tenemos que aprender a desarrollar e interiorizar un pensamiento crítico para que se nos disparen las alarmas con todo el contenido que vemos y consumimos. 

En cuanto a la fiabilidad de la información, si por ejemplo nos encontramos con una noticia sobre salud, podemos contrastar esa información con fuentes fiables como el Ministerio de sanidad o la OMS. También podemos hacer lo mismo cuando queremos encontrar datos estadísticos sobre realidades constatadas como la violencia de género o la inmigración, recurriendo siempre a fuentes profesionales, oficiales y fiables.

Hemos de ser personas muy críticas con las plataformas audiovisuales y los canales de YouTube o TikTok, especialmente cuando se lanzan mensajes sobre temas sociales o de salud. Que un/una youtuber o streamer hable de un tema con carisma y seguridad, en un vídeo de alta calidad donde se cuidan al milímetro todos los detalles audiovisuales, no significa que la persona se haya informado o que sea experta en la temática.

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En cuanto a las herramientas de verificación audiovisual, es interesante saber que existen muchas que nos pueden ayudar a detectar este tipo de contenido falso. En el caso de las imágenes, podemos hacer una búsqueda inversa con programas como Tineye, o incluso recurrir al propio Google Imágenes para saber cuál es el origen de la misma. Para verificar la fiabilidad de un vídeo, existen herramientas como InVid o Youtube Data Viewer. 

Respecto a las fuentes de verificación, una de las más recomendables y profesionales es maldita.es, que además cuenta con un juego de comecocos imprimible que enseña a desmontar bulos de manera entretenida. Dentro de maldita.es, también encontramos incluso un cómic en la misma línea llamado “Héctor Hecho no comparte bulos”. 

Asimismo, cabe recordar lo que las personas expertas nos recomiendan siempre, y es que, si tenemos dudas sobre si compartir algo o no, o si nos surgen dudas sobre si algo es verdad o mentira, siempre es mejor no compartirlo. Si algo parece demasiado bueno y efectivo, lo más probable es que no lo sea. Recordemos también que el phishing está a la orden del día con el objetivo de robar datos, y que hay intereses detrás del negocio de la información, que no deja de ser uno de los poderes más importantes de la época actual. 

Finalmente, si detectas un bulo al utilizar alguna de estas herramientas, siempre puedes compartirlo en redes sociales para alertar a las demás personas y que no difundan esta información. Al fin y al cabo, todos somos agentes sociales y tenemos la capacidad de formarnos para detener estas dinámicas de contagio de información que siguen y seguirán estando siempre a la orden del día.

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