Ser asexual y hombre es un reto debido a los mandatos relacionales, los roles de género y las imposiciones sociales. Por esa razón es importante conocer de primera mano a quienes lo experimentan en su diario vivir.
En esta nueva nota de every, os traemos el testimonio en primera persona de Alejando, un chico que ha querido compartir su emotiva trayectoria de vida y vivencias como hombre asexual dentro de una sociedad y un sistema donde la norma es sentir atracción sexual, poniendo siempre el sexo en el centro.
14 años-17 años
Empecemos esta historia cuando soy adolescente, momento en que me enamoro de la literatura y escribo poemas. Mi profesora me anima y me motiva mucho hablar con ella. Me encanta la poesía, aunque eso me hace parecer sensible y afeminado. Me encanta leer, adoro la filología española, la lingüística, la poesía…
Pero el resto de los chicos parecen obsesionados con las chicas y con el sexo. Dicen cosas que me parecen violentas. Me preguntan mucho sobre perder la virginidad y me agobia.
Mi profe de matemáticas nos habla del machismo en un taller y entiendo mejor las cosas. No me gusta la forma que tienen de ser hombres tan masculinos, siempre ensalzando la violencia, siempre haciendo dibujos de penes en la pizarra. Todo el mundo cree que soy gay y yo empiezo a creerlo también.
Me fijo en Alicia, a quien también le gusta la literatura, aunque no me importa que no sea mi novia. Ella tiene novio y a mí me encanta hablar con ella, creo que también piensa que soy gay. Me llena su compañía, no necesito nada más. Somos buenos amigos, aunque su novio tiene celos de mí. Creo que me llaman pagafantas.
No tengo claro lo que me pasa… Todo el mundo piensa que soy gay, pero no siento atracción por los chicos. Todo el mundo parece obsesionado con el sexo y las parejas. Sueño con darle la mano a Alicia y pasar tiempo en el cine con ella. Con eso me basta, no necesito que sea mi novia ni nada por el estilo.
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18 años
Los compañeros de mi clase solo hablan de chicas, de masturbarse, de penes… Les digo que me masturbo muy poco y recibo muchas burlas durante mucho tiempo. Me invitan a ver pornografía y no quiero. Me mandan vídeos de contenido sexual para burlarse de mí y me incomoda mucho. Me hacen comentarios que me hacen sentir mal. Tengo muchas dudas porque no sé si soy gay. Me siento mal psicológicamente y voy a terapia porque me encuentro mal. Creo que solo me interesa la literatura y Alicia, a quien quiero mucho.
19 años
Voy a terapia, hablo de mi ansiedad y de muchas cosas más, pero mi terapeuta no notó que era asexual, más bien que tenía un trastorno del deseo o algo así (no recuerdo bien) y que quizás sea gay porque adoro a mi mejor amigo Pablo. Salgo de terapia pensando que tengo un problema.
Le cuento a Pablo lo que me ha pasado en terapia; el hecho de pensar que sea gay y que él me gusta, hace que se aleje de mí. Le dije que no, que es lo que pensaba el terapeuta, pero empezó a sentirse incómodo —e incluso asqueado— conmigo. Era como mi hermano y sentí mucho su pérdida.
Por mi forma de ser, todo el mundo pensaba que era gay. Por Pablo sentí mucho cariño sin llegar a la atracción romántica. Los homófobos del instituto que me conocían me atacaron una vez por la calle porque pensaban que soy gay. Un par de puñetazos y las gafas rotas. Una denuncia y mucho dolor emocional. ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa?
20 años
Alicia ya no está con su novio y se ha fijado en mí. Pese a entrar en la universidad, no hemos perdido el contacto. Empezamos a salir y le cuento que me siento algo inexperto en temática sexual. Alicia me deja caer la idea de que quizás sea asexual. Me informo y toco encaja. Alicia y yo hablamos sobre esto, pero ella desea tener relaciones sexuales conmigo. Me enseña cómo hacerlo, pero no me aportan nada. Las tenemos porque es lo que ella quiere, pero no me aportan nada.
Me siento hasta mal por haberlas tenido tan tarde. Alicia se da cuenta. Además, intento evitar tener sexo con ella. Al final corta conmigo porque soy más un amigo que un novio, y parece ser que el sexo es lo que diferencia amistad de pareja. Me enamoré perdida y románticamente de Alicia y me hacía mucho bien tenerla como amiga, pero ella se alejó, tuvo otro novio y me sentí muy solo. La quería mucho. Le hice un dibujo pero nunca se lo di.
21 años
Voy a una discoteca y me siento incómodo con la forma de ligar de la gente. Al parecer va todo el mundo con intención de tener relaciones sexuales. Qué desgana…
Voy con unos amigos, pero salgo mucho a la puerta a tomar el aire porque no es mi sitio. Aquí la gente baila y se enrollan entre ellos. Me parece genial si les gusta, pero yo me siento fuera de lugar y, otra vez, un bicho raro de la sociedad.
22 años
Me pesa la presión social de que no tengo tantas relaciones sexuales como el resto de los chicos. Tengo un cuadro de ansiedad muy fuerte. Rechazo a las chicas porque no siento atracción hacia ellas. Me centro en la Literatura y en las oposiciones. No me encuentro cómodo en espacio sociales donde el sexo está en el centro. Me siguen poniendo la etiqueta de homosexual.
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Las chicas intentan ligar conmigo y yo no quiero. Hay hombres que intentan ligar conmigo, los rechazo y a veces hasta me tildan de homófobo. No puedo con esto, necesito que el mundo me deje tranquilo. No me gusta la masculinidad tradicional.
Me siento mal cuando voy solo por la calle y una chica sola acelera el paso. Me siento roto, no sé si me gusta ser hombre. Hay amigas que se fijan en mí como posible novio, los chicos me martirizan con lo de “no vas a dejar a una tía con un calentón”.
Al fin voy a terapia con un sexólogo LGTBI+ para saber que me va a entender. Necesito a un profesional que me entienda y me ayude, porque de otra forma, siento que me van a hacer daño. Este terapeuta no conocía la asexualidad y solo fui un día.
23 y 24 años
Exploro mi asexualidad con recursos de internet. Leo muchísimo sobre temática LGTBIQA+ y también veo todo lo que hay en Youtube. Hay contenidos muy buenos y encuentro mi sitio en redes aunque aún hay mucha invisibilización.
Me da vergüenza contar mi historia, me encierro en mí mismo. Estallo. La asexualidad me pesa. He estado en encuentros con mucha acefobia y a día de hoy… Me erosiona este tema, me siento algo cansado y me pesa la ansiedad. Me siento incapaz de hacer activismo, me tiembla la voz al hablar, siento mucha impotencia. Necesito seguir yendo a terapia.
Las chicas quieren ligar conmigo porque al parecer soy sensible, bueno y atractivo… Intento ser lo más claro que puedo con ellas.
25 años
Me reencuentro con personas asexuales cada vez más. Tratamos de ser buenas personas, respetuosas con la gente, diligentes, interesados en aprender. Nada más que eso, vivir en el respeto, los valores humanos y el aprecio a la diversidad. Intentamos hacer reír a la gente, valorar a los demás y vivimos casi con miedo de hacerle daño a las personas… Quizás por eso algunos asexuales parecemos educados y formales —mi sensación—. Quizás hasta parezcamos un poco infantiles, pero tan solo queremos vivir en armonía, igual que las demás personas.
Tratamos de evitar que nuestra amabilidad se confunda con cortejo. Creo que en el caso de las chicas es una losa más pesada. En el caso de los chicos que viven con masculinidad heternormada, el tema del sexo pesa demasiado a veces. Constantemente hay que trabajar con uno mismo para no sentir la sensación más usual que sientes al ser asexual: que el mundo te perciba como algo con defectos de fábrica.
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26 años
Tengo la suerte de haber conocido a personas asexuales en redes. Como asexuales nos damos cuenta de lo importante que es aprender sobre educación sexoafectiva en todas sus vertientes.
Le escribo activistas que trabajan por la visibilidad de la diversidad LGTBQIA+ y que hablaban de la asexualidad porque es muy importante que esto pase. Siento mucho agradecimiento hacia estas personas porque, seguro que, si me las cruzara un día por la calle, me mirarían con cariño y sin juzgarme.
Hay otras historias más positivas de empoderamiento y relaciones bonitas de asexuales, pero aquí he querido reflejar tan solo las violencias relativas a la acefobia, porque creo que es lo que menos se ve.
Hay otras historias más positivas de empoderamiento y relaciones bonitas de asexuales, pero aquí he querido reflejar tan solo las violencias relativas a la acefobia, porque creo que es lo que menos se ve.
Recordad que la asexualidad puede ser una maravillosa invitación para reflexionar sobre cómo podemos relacionarnos con las otras personas en igualdad y libertad, trabajando por pintar sonrisas y disfrutar la vida desde el afecto y el respeto.