¿Existe el cerebro homosexual?, ¿hay diferencias entre los cerebros de “hombres y mujeres”?, ¿podemos seguir hablando en estos términos en un mundo cada vez más alejado del binario?, ¿hay una relación directa entre homosexualidad y neurociencia?, ¿qué dice la ciencia al respecto?
En primer lugar, aclaramos que en este artículo haremos referencia a los términos de ‘’hombre’’ y ‘’mujer’’ tal y como son entendidos desde una visión biológica de la ciencia. Es decir, de manera binaria y haciendo referencia fundamentalmente al sexo biológico y a la genética. Por tanto, aparecerán entre comillas para que se entienda este matiz.
Y es precisamente esta visión binarista y limitada de la ciencia lo que pone trabas muchas veces para que la mente científica se abra a la infinita diversidad propia de los seres humanos.
Un planteamiento inicial
En primer lugar, cabe destacar que este es un tema complejo, con muchas aristas y variables. Además, las respuestas que pueda dar la ciencia sobre diversidad sexual no son determinantes ni deberían condicionar la vida de las personas de ninguna manera.
Por otro lado, sabemos que el conocimiento científico está en constante cambio y a medida que las realidades sociales reflejan la diversidad existente, este conocimiento trata de adaptarse y entenderlo.
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Sin embargo, en una sociedad donde la ciencia cada vez nos da más respuestas a distintas incógnitas, podemos incluso caer en el cientificismo y quedarnos solo con respuestas acordes a la evidencia científica. Pero cuando hablamos de diversidad, todo es mucho más complejo.
Cabe recordar que hace no muchos años encontrábamos artículos científicos que a día de hoy están totalmente desfasados. Esto es algo que ocurre constantemente en la ciencia: la verdades son relativas. Por tanto, tratar de quedarnos con aquello que solo ha quedado demostrado por la evidencia puede ser incluso lgtbfóbico, por diferentes motivos que explicaremos a continuación.
Diversidad sexual y ciencia
Son diferentes las áreas del conocimiento que tratan de estudiar la diversidad sexual de los seres humanos: biología, neurociencia, sociología, antropología, psicología… Todo lo que se observa deriva en miles de estudios diferentes que difícilmente podremos abordar aquí.
Trataremos de dar una aproximación más general, invitando a quienes nos lean a que reflexionen y saquen sus propias conclusiones. Para las personas interesadas en leer estudios científicos, podrán encontrarlos en la plataforma de ResearchGate.
Si exploramos artículos científicos o vídeos de divulgación sobre las causas de la homosexualidad nos vamos a encontrar muchísimas respuestas que podría generar confusión. Por ejemplo, hay científicos que afirman que los factores ambientales no son tan determinantes como los biológicos. Otros perfiles, sin embargo, apuestan, por lo contrario, si bien el telón de fondo siempre queda la reflexión en realidad todo es mucho más complejo.
Asimismo, parece haber un intento de querer explicar la causa exacta de la homosexualidad o la bisexualidad, haciendo incluso estudios con animales. Y pese a que en el mundo animal también se han encontrado ejemplos de homosexualidad (en pingüinos, por ejemplo), sabemos también que humanos y animales somos muy diferentes.
También encontraremos, desde una óptica mucho más biológica, la idea de que la cantidad de testosterona en el embarazo (influencia de las hormonas prenatales), así como el ambiente en el que se ha dado la gestación, podría influir en la orientación sexual de la persona. Incluso un estudio que afirmaba que un hombre que ha crecido en una familia con muchos hermanos varones tendría más posibilidad de ser homosexual.
Estudios recientes con gemelos incluso revelan que la genética no tiene tanto peso como se creía hace algunos años. Más que un solo gen específico, parece que hay muchos más que influyen en la orientación y el comportamiento sexual. Sin embargo, el hecho de que existan intentos por tratar de explicar las diferencias sexuales no significa en ningún caso que sean definitivos o que estén por encima de las realidades de las personas.
El conocimiento vivencial ya es en sí mismo una fuente de información importante y a veces la ciencia se queda muy atrás.
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Homosexualidad y Neurociencia: cerebro y orientación sexual
Si buceamos un poco por la biblioteca científica de la que disponemos, podremos encontrar, por ejemplo, mucha información sobre cómo la ciencia ha detectado diferencias mínimas en los cerebros de ‘’hombres’’ y ‘’mujeres’’. Sobre todo, en el área del hipotálamo.
Encontraremos también a neurocientíficos que nos hablen de la masculinización y feminización del cerebro y de cómo nos hablan de la posible orientación sexual de una persona.
El cerebro es muy importante y la neurociencia nos da muchas respuestas sobre su funcionamiento, pero estas respuestas van más allá de este órgano. Las realidades humanas tienen un valor vivencial y la ciencia debe observar para aprender de ellas. Pero en ningún caso dar respuestas determinantes que podrían incluso patologizar.
Recordemos que años atrás, la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad, la intersexualidad y la asexualidad fueron catalogadas por la propia ciencia como disfunciones, síndromes o enfermedades.
Si os interesa el tema del conocimiento científico y su cuestionamiento, os recomendamos este libro: What Is This Thing Called Science?
Por otro lado, también encontramos perfiles científicos que afirman que apenas hay diferencias entre cerebros ‘’masculinos’’ y ‘’femeninos’’, pero insisten en que hay diferencias. Por ejemplo, que el área del procesamiento espacial es mejor en ‘’hombres’’, mientras que las áreas relacionadas con el lenguaje están más desarrolladas en las ‘’mujeres’’. Todo en la línea de lo que se denomina dimorfismo sexual.
Desde otras áreas del conocimiento se arroja luz sobre estas cuestiones, desviando la mirada de una lectura puramente biologicista de la diversidad. Desde la psicología o la sociología, por ejemplo, todo se cataloga dentro del término de espectro. Es decir, no todo es blanco o negro, sino que hay una escala de grises que viene a evidenciar que la realidad es compleja y llena de matices, que no responde a una sola respuesta que pueda dar la neurociencia y los estudios del cerebro humano.
Evolución y lgtbfobia
Además de los estudios del cerebro, otras investigaciones científicas tratan de encontrar las causas exactas de la homosexualidad, bisexualidad, asexualidad, o transexualidad están de algún modo marcadas por la lgtbfobia. ¿Por qué? porque se asume que las orientaciones e identidades no normativas deberían tener causas específicas, distintas y anómalas en comparación con el resto de orientaciones e identidades normativas.
Parece que seguimos explicando la diversidad en el marco de lo patológico, lo disfuncional o la anormalidad. ¿Por qué no se investiga la causa de la heterosexualidad o de la realidad cisgénero?
Por otro lado, el prisma de la evolución marca fuertemente la visión de la ciencia y su intento por dar una explicación a la diversidad sexual o, incluso, de las ventajas evolutivas que tiene el ser homosexual. Se habla incluso de la paradoja de Darwin, para tratar de explicar por qué las personas homosexuales han ‘’sobrevivido a la evolución’’.
Quizás deberíamos revisar nuestras creencias para no sesgar el conocimiento científico ni las investigaciones que se realizan. Sobre todo, cuando las realidades sexoafectivas de las personas son plurales y van más allá de la lógica de la evolución y la reproducción de la especie.
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Peligros del determinismo
Aunque la ciencia nos da muchas respuestas para entender la realidad en la que vivimos, partimos siempre de la base de que los seres humanos somos una especie muy compleja. Caer en el determinismo podría conllevar el peligro añadido de pensar, por ejemplo, que estamos determinados por nuestra genética, justificando así los roles de género.
Si desde una mirada científica afirmamos que las mujeres son mejores cuidadoras porque biológicamente están preparadas para ser madres, estaríamos justificando la desigualdad de la crianza y los cuidados. Y al contrario, si damos por hecho que los hombres son más fuertes y estratégicos por naturaleza, estaríamos reforzando el modelo de que es justificable que tengan la fuerza y el poder. Y lo que es más peligroso: justificar que los hombres cisgénero sean violentos por naturaleza.
Además, la idea de que los hombres son mejores en algunas cosas y las mujeres en otras porque nuestros cerebros son diferentes sigue permeando el imaginario colectivo. Se sabe que la forma en que nos educan nos condicionan fuertemente, ya que todo está atravesado por el género constantemente.
La mente en pañales
Un ejemplo muy ilustrativo de cómo el entorno y el género nos influye poderosamente, más allá de los genes o el cerebro, es el experimento psicológico de La mente en pañales. En él aparece un bebé en un sofá al que visten con ropa azul y rosa. A continuación, se le pide a gente aleatoria que entre en la habitación y que interactúe con la criatura.
Cuando el bebé lleva la ropa de color rosa, dan por hecho que es una niña y entonces le dicen cosas relacionadas con su belleza o lo buena que es. Se la trata con mucha suavidad y se la acuna con delicadeza.
Sin embargo, cuando la criatura lleva la ropa azul, se da por hecho que es un niño. Se le dice que es fuerte, y que podría ser futbolista de mayor. Se le trata con mayor rudeza y se le zarandea más.
El cuerpo del bebé es el mismo, pero el trato es muy diferente. Esto da pie a la reflexión de cómo la socialización diferencial de género no solamente configura nuestra identidad desde incluso antes de nacer, sino la forma en la que nos amoldamos a lo que la sociedad espera que hagamos. Y todo esto va más allá de la genética o la biología.
Seguramente exista una amplia y compleja variedad de causas que expliquen el por qué de las diferentes orientaciones sexuales: embrionarias, hormonales, genéticas, ambientales, individuales, contextuales, biológicas, culturales… Pero en lugar de esforzarnos en encontrar la fórmula exacta que explique todas estas variables, quizás sea mucho más operativo trabajar codo con codo con la propia ciencia para dar voz a la diversidad, más allá de una lectura biologicista y evolutiva.
Reforzar la idea de que lo cishetero no es la norma, sino otra variante más de la diversidad humana. Y que lo natural es precisamente eso: la diversidad.