Hace apenas unas semanas el volcán Hunga- Tonga (o Hunga Tonga-Hunga Haʻapai en su nombre completo) entró en erupción de la forma más violenta posible.
En mitad del océano Pacífico, los movimientos de este volcán submarino, es decir, sumergido en el mar, ya dieron origen en el año 2015 a una pequeña isla a la que los expertos pronosticaron una vida de no más de 30 años.
Seis años después, el Hunga- Tonga ha vuelto a resurgir, y si pensamos en la erupción de hace unos meses del volcán Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma, podemos encontrar un denominador común: el del cambio climático.
Pandemia y catástrofes naturales
2020 fue el comienzo de una gran pandemia a nivel mundial que aún perdura hoy en día, casi dos años después. Desde la mal llamada gripe española, hace ya más de 100 años, el mundo no se había enfrentado a una crisis sanitaria del mismo nivel.
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Aunque el origen de la COVID-19 aún es desconocido, (existen teorías que incluso relacionan el virus con laboratorios chinos), hay quienes piensan que se trata de un síntoma más del estado de nuestro planeta dentro de una crisis mayor que es la del cambio climático. No es difícil pensar que, aunque la SARS-CoV-2 sea un problema de salud provocado por un virus, esto tenga cierta correlación con el no cuidado que precisamente damos a nuestro mundo.
De hecho, en los últimos tiempos ha habido otros sucesos naturales que sí apuntan directamente como consecuencias del cambio climático. La más significativa de todas ellas son las subidas de las temperaturas medias en casi todo el planeta, un aumento que los expertos prevén en 1,5º en un plazo de entre 10 y 20 años. Pero, más concretamente podemos hablar de catástrofes naturales que ya se han dejado sentir.
Justo en el mismo año que comenzó la pandemia de la COVD-19, Australia veía como gran parte de su paraje quedaba destruido a cenizas después de un verano con la más altas temperaturas de su historia, que dejaron miles de focos rojos en forma de grandes incendios por todo el país.
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Un año antes, los países del sureste africano, sufrieron la ira del ciclón Irai dejando más de un millar de personas fallecidas, sobre todo en Malawi, Mozambique y Zimbabue. Una zona más que poco acostumbra a ciclones tropicales. Otra vez todo consecuencia de la crisis del cambio climático.
Parece ser que ya es irremediable y todo el planeta comienza a sufrir las alteraciones provocadas, al fin y al cabo, por la mano del hombre, pues es este el único culpable del cambio climático.
Erupción del volcán de Tonga y volcán de la Palma
El 19 de septiembre, dos meses antes de que lo hiciera el Hunga-Tonga, el volcán Cumbre Vieja, situado en la isla española de La Palma, en las Islas Canarias, comenzó su erupción.
Las consecuencias fueron terribles aunque al principio de su actividad inimaginable. Tras 85 días sin interrupción expulsando fuego el Cumbre vieja detuvo su erupción dejando tras de sí un reguero de cenizas y destrucción. Más de 7000 personas tuvieron que ser evacuadas y localidades enteras quedaron sumergidas bajo la lava del volcán. Aunque ya han pasado casi dos meses desde el fin de la erupción, la reconstrucción está siendo más lenta de la esperada y aún quedan muchas ayudas por llegar a La Palma.
Con el Cumbre Vieja muchos dábamos por finalizado el cupo de fenómenos naturales de 2021, pero, claro, 2022 estaba a la vuelta de la esquina. Nada mas empezar el año fue el turno del volcán Hunga-Tonga, situado bajo las aguas que rodean la isla de Tonga, en el Pacífico y rodeado de otras muchas pequeñas islas de la Polinesia Francesa.
Las consecuencias de esta erupción han sido mucho más rápidas y se han producido a una escala mucho mayor. Si con el Cumbre Vieja las zonas más afectadas fueron la Península Ibérica y los países occidentales del continente africano como Marruecos, Argelia, el Sahara occidental y Mauritania, con el Hunga-Tonga han sido mucho más los países afectados.
Al ser un volcán submarino su erupción provocó en primer lugar diferentes tsunamis de distintos tamaños que, si bien finalmente sólo afectaron a unas cuantas regiones del Pacífico sur, pusieron en alerta a más de un país.
Australia, Japón, China, Estados Unidos y Chile fueron los primeros en tener conciencia de la magnitud de lo ocurrido y en poner en alerta sus programas contra tsunamis. Por supuesto, el estado que más ha quedado destruido ha sido Tonga, que ha visto como varias islas de su archipiélago han ido perdiendo territorio y naturaleza debido a las grandes cantidades de agua que han arrasado los territorios.
Emergencia ambiental en Perú
En esta línea, los tsunamis de Tonga también hicieron presencia en el país latino de Perú. Hasta allí, y a pesar de los miles de kilómetros que separan ambos países, llegaron rachas de fuerte oleaje que provocaron la muerte de dos personas.
Además, las olas anormales que han acechado estos últimos días las costas peruanas también han dejado otro grave incidente. Y es que el fuerte oleaje afectó a un barco petrolero de marca española (Repsol) que finalmente derramó su contenido en aguas del Perú. Según las autoridades del país el petróleo vertido se ha extendido a lo largo de unos 3km cuadrados de sus playas y ya lo consideran como el peor desastre ecológico de la historia reciente de Perú.
Casi al igual que sucediera en las costas gallegas con el Desastre del Pestrige, hace justo 20 años, Perú ha iniciado ya las labores de limpieza de las zonas afectadas, tanto terrestre como marítima, pues se estima que este desastre habría afectado a una gran parte de la fauna y flora submarina del país.
Aparte de las más de 1500 personas que se han prestado para la reconstrucción de la zona hay que sumar siete máquinas de limpieza marina, seis tanques flotantes, tres tanques de recuperación y más de 2.500 metros de barrera de contención. Las autoridades peruanas ya han declarado la emergencia ambiental debido a la delicada situación y a las consecuencias presentes y futuras que puedan afectar al ecosistema del país y para con el medio ambiente.
No cabe duda de que la historia del mundo también se ha escrito en paralelo con la historia de los desastres naturales pero, en los últimos años, estos son mucho más frecuentes de lo que lo eran hace 200 años. Sin embargo, la revolución industrial, los avances militares, las nuevas tecnologías, las emisiones de CO2 y el maltrato a nuestro propio planeta son solo culpa nuestra.
La evolución va en nuestro ADN pero la sobreexplotación de recursos, la tala de árboles o la generación excesiva de residuos. En nuestra mano está evitar lo máximo posible las consecuencias del cambio climático y asumir una vida verde, ecológica y sostenible para con el medio ambiente.