¿Qué es el ecofeminismo? Feminismo y medioambiente

Foto: Comisión para la investigación de los malos tratos a las mujeres

Es posible que en alguna ocasión te hayas encontrado este término dentro de las teorías feministas. Sobre todo, en un mundo cada vez más concienciado con el cambio climático y el cuidado del entorno. Pero, ¿qué es realmente el ecofeminismo? Esta doctrina va mucho más allá que una simple relación entre el feminismo y el medioambiente y tiene mucho que enseñarnos en un mundo cada vez más marcado por el individualismo y el consumo.

¿Qué es el ecofeminismo?

Podríamos definir el ecofeminismo como un movimiento social y una filosofía que analiza las conexiones existentes entre la naturaleza y las mujeres. Al ser un movimiento social, se preocupa por la protección de la naturaleza. Por su parte, su tinte filosófico reflexiona en torno a la posición social de las mujeres y su labor histórica de cuidado y protección. Además, reflexiona sobre cómo interseccionan la opresión de las mujeres y la dominación de la naturaleza.

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El ecofeminismo es, además, el punto de unión entre dos de los grandes retos de los siglos XX y XXI. En primer lugar, la protección de los recursos naturales y la preservación de la tierra a partir de la construcción de modos sostenibles de vida. Para ello, propone revertir la actitud depredadora que hemos tenido como especie.

Mujer dentro de la naturaleza
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En segundo lugar, aboga por una igualdad no formal, sino efectiva, que reduzca los efectos del androcentrismo y ponga en valor los trabajos reproductivos. Ambos enfoques buscan consolidar mejoras en la calidad de vida de las personas a partir de revertir hábitos de consumo. Siempre siendo consecuentes con la realidad incontestable de que los recursos de la tierra son finitos.

En ese sentido, el ecofeminismo es la corriente que, dentro del feminismo, intenta hacer frente a la coyuntura de degeneramiento ecológico, buscando mejorar la relación de las personas con la naturaleza, sin desconocer que existen desigualdades entre hombres y mujeres y que hay que cambiarlas.

Las ideas ecofeministas surgen en la década de los 70, justamente como respuesta al modelo desarrollista occidental que promueve la liberalización de la economía y el consumo sin restricciones, más allá de las que impone la pertenencia a una clase.

El término como tal se acuña por primera vez en el año 1974 cuando la escritora y feminista francesa Françoise d’Eaubonne lo nombre en su libro Le Féminisme ou la Mort (El feminismo o la muerte).

Más tarde, las teóricas ecofeministas, como la pionera Vandana Shiva, argumentan cómo la opresión de la mujer y la naturaleza están interrelacionadas debido a la estructura del sistema capitalista y patriarcal.

Además de Vandana Shiva, entre sus principales exponentes están Wangari Maathai, desde Kenya, y Yayo Herrero o Alicia Puleo desde España. Los planteamientos de estas mujeres se centran en criticar el desarrollo negativo que occidente impone al mundo, que considera la naturaleza como una simple materia prima que se puede explotar y expoliar.

Ecofeminismo, historia ambiental y políticas sociales

Los orígenes del pensamiento ambiental y la preocupación por la interacción entre los seres humanos y la naturaleza se enmarcan dentro de las cuestiones que aborda la Historia Ambiental. El objetivo de esta área de estudio es poder profundizar en la forma en que los seres humanos se han visto afectados por el ambiente y viceversa. Se pone el foco en los efectos y consecuencias de dicha interacción.

La mayoría de los estudios que se realizan tienen su centro en Europa y la academia occidental. Principalmente la anglosajona. Y eso implica que son investigaciones sesgadas y con una marca clara occidental. Por ejemplo, se trabaja mucho a partir del concepto de naturaleza de pensadores europeos como Hobbes o Rousseau.

Aunque la producción académica sobre ambientalismo y ecologismo sea sobre todo europea, lo cierto es que cada vez hay más trabajos desarrollados por ejemplo en China, India o América Latina.

Asimismo, en los últimos años ha habido un incremento del interés por asuntos ecologistas, sobre todo por parte de colectivos juveniles. Esto ocurre, principalmente, porque son las generaciones que más se ven y se verán afectadas por los efectos del cambio climático y la destrucción del entorno natural por parte de la acción humana.

Una planta en una mano
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Este marco de investigación y de justicia ambiental ha sido el caldo de cultivo del ecofeminismo, que revela cómo los valores actuales están controlados por una sociedad sexista, centrada en los hombres. Además, siempre con fines de lucro. Ante este panorama, el ecofeminismo reflexiona y teoriza sobre el hecho de que existimos en una cultura dominada por el patriarcado capitalista.

Por tanto, las doctrinas ecofeministas reflexionan sin parar sobre cómo el dominio patriarcal de la sociedad ha perpetuado la violencia masculina y la dominación hacia las mujeres y el mundo natural.

Sabemos que las mujeres son las que históricamente se han encargado de los cuidados del entorno, así como de la protección del medio ambiente. Por otro lado, los sistemas opresivos que nos rodean trabajan juntos para facilitar la explotación mutua tanto de las mujeres como de las minorías.

En este marco, las intersecciones entre el medio ambiente y los problemas sociales es algo que siempre está presente. Por tanto, comprender las razones estructurales detrás de las desigualdades puede arrojar luz sobre cómo se pueden resolver estos problemas.

Una de las soluciones más recurridas pasa, por ejemplo, por la creación de más espacios verdes urbanos para mejorar los estándares de calidad ambiental y de salud en los vecindarios. Pero el no reconocer las intersecciones entre el cambio climático y los problemas sociales dificulta que se puedan encontrar soluciones efectivas.

Trabajar para que las mujeres tengan el mismo acceso a la salud y a la educación que los varones, por ejemplo, no solamente es un ejercicio de justicia social. También, tiene un impacto directo en la reducción de emisiones de carbono, al reducir la tasa de fertilidad total de un país. Y, por tanto, se convierte en una acción beneficiosa para el planeta.

Y es que cuando una población se hace más grande, la huella ecológica y de carbono es mayor. Mucho más cuando el modelo de consumo es tan desbordante como el actual. Se necesita entonces producir más alimentos y energía. Y aunque la capacidad económica también aumente, la vida deja de ser sostenible en un modelo tan excesivo como el que hemos llegado a crear.

Para reducir el impacto ambiental propio del crecimiento de la población, se podrían desarrollar iniciativas sociales que fomenten la igualdad de condiciones para acceder a oportunidades de atención médica y educación.

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El auge del ecofeminismo y su lugar dentro del feminismo

El ecofeminismo ha empezado a tener un mayor auge desde hace diez años, justamente desde que se hizo más visible y extendida la idea de la depredación del planeta, así como los efectos del calentamiento global.

Dos personas con un globo terráqueo en medio
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Desde el activismo ecofeminista se propone una desaceleración del consumo de los recursos del planeta, a la vez que se busca un cambio en el paradigma de distribución del poder. Todo para conseguir una mayor preeminencia de los valores del cuidado, de la reproducción y no de la producción.

Una de las críticas que se hacen al ecofeminismo es la idea de estructurar su base política e ideológica sobre postulados cercanos a los esencialismos que vinculan a las mujeres con la naturaleza. Sin embargo, las ecofeministas han argumentado que esa asociación esencialista que se presupone del ecofeminismo es precisamente una estrategia del patriarcado.

Por otro lado, las ecofeministas chocan con el feminismo liberal, ya que este busca proclamar condiciones de igualdad en el acceso de las mujeres a puestos de poder. ¿Por qué? Porque hay una necesidad de ralentizar y de decrecer, y no a la inversa.

Para las ecofeministas, fomentar la participación de las mujeres en estructuras que ya son dañinas es sin duda un daño para el planeta y un punto a favor para el sistema capitalista. De este modo, resultaría inútil promover la igualdad a toda costa porque lo ideal sería no desear un poder enmarcado en unos cánones patriarcales.

El movimiento ecofeminista nada en un marco de pesimismo a nivel político e institucional. Aunque cada vez hay más consenso y concienciación en torno a la crisis ambiental, principalmente cuando hablamos de escasez de recursos y saturación de los ecosistemas.

Se denuncia que el modelo de producción está saturando el planeta. Con picos de consumo alarmantes a causa de un metabolismo social que es insostenible. Esto, además, deriva en el surgimiento de los llamados conflictos socioambientales.

En busca de la justicia ambiental

En un contexto de crisis de los cuidados, el concepto de justicia ambiental aparece para hacer referencia al derecho que tienen todas las personas, independientemente de su etnia, clase social o género, a vivir en un ambiente seguro, limpio y saludable. 

Este concepto surge en 1980 cuando se empieza a observar que los trabajadores más pobres y minorías racializadas estaban más expuestos a los impactos que generaban en el medio ambiente algunos pesticidas, contaminantes y residuos peligrosos provenientes principalmente de las fábricas.

Cartel con un 'one world'
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Y es que todas las luchas que buscan la sostenibilidad ambiental y de la vida conectan con el ecofeminismo. Se considera que existe relación entre la explotación que se ejerce contra las mujeres y la naturaleza, y se estudia la relación entre ellas. 

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Las corrientes ecofeministas refuerzan cada vez más la necesidad de crear nuevas dinámicas políticas y económicas que dinamiten las bases materiales que sostienen la vida capitalista.

Desde el ecofeminismo y la economía feminista, se sitúan los cuidados en el centro, tanto de las personas como del entorno. Y eso implica una búsqueda de nuevas formas de organización política, social y económica a nivel global. Se piensa un modelo menos consumista y se pone en valor la ética de los cuidados y la recuperación de los lazos entre las personas y naturaleza.

Finalmente, sabemos que la actual crisis ecológica es de carácter estructural, y cada vez es más difícil hacer oídos sordos a la necesidad de cambiar la forma en la que se ha desarrollado el modelo productivo. Y de hacer posible una transición ecológica marcada por la justicia ambiental y social. Y este es el mayor telón de fondo del ecofeminismo, que está ahí para recordarnos que, sin los cuidados, nada ni nadie puede sobrevivir.

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