Mientras las sociedades avanzan y la comunidad LGBT adquiere más derechos y reconocimiento social sigue habiendo una parte importante del colectivo LGBT en estado vulnerabilidad y sumamente desatendido.
Nos referimos a todas aquellas personas que por el contexto histórico y social en el que han vivido no han podido desarrollar, ni explorar su orientación sexual o identidad de género y llegan a una edad más adulta en la desean abrirse al mundo.
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Sin embargo, ‘salir’ del armario pasados los 50 años puede suponer todavía muchas dificultades y prejuicios. La libertad de la que disfrutamos muchas veces está limitada a la edad, pues son los jóvenes los que presumen de ella sin echar la vista atrás y ser conscientes de que la liberación de ahora corresponde también a las personas mayores que antes han luchado por ello.
De hecho, en ocasiones, se da un fenómeno insólito dentro del propio colectivo y es que los chicos y las chicas más jóvenes rechazan a los más mayores del colectivo, de tal manera que acaban estigmatizándolos por su edad.
Derechos para la comunidad LGBT, un proceso histórico
El proceso sociológico por el que forjamos nuestra identidad tiene su origen fundamentalmente en la adolescencia, es por esto que arrastramos a la vejez ciertos “aprendizajes” sociales que están cargados de etiquetas y prejuicios.
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Durante toda nuestra vida forjamos y creamos una identidad, y vivir en una época en la que las actitudes discriminatorias por razones de orientación sexual están totalmente permitidas, no ayuda al desarrollo de un autoconcepto sano.
Recordemos que la homosexualidad en España en el año 1944 podía penarse con multas que oscilaban entre las 1000 y las 5000 pesetas de la época, y que también podían llegar hasta penas de prisión. La aprobación de la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social se aprobó por el régimen de Franco a principios de los años 70 y tipificaba la homosexualidad como delito.
¿Qué consecuencias puede tener esta ley actualmente? Pues, aludiendo brevemente, que no fue derogada hasta 1995, por lo que las personas que crecieron en con este mensaje social tienen actualmente más de 60 años.
Esto supone toda una vida de prejuicios y formación errónea en relación a la homosexualidad, bisexualidad, transexualidad… Porque hay que tener en cuenta que no solo las personas mayores del colectivo han sufrido y vivido la desinformación, sino que existe toda una generación entera que, independientemente de su orientación heterosexual u homosexual, han sufrido la homofobia de manera intrínseca a consecuencia de la época y la cultura de su alrededor.
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El estigma de ser mayor y de la comunidad LGBT
Según un estudio realizado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales a mayores de 55 años tan solo el 50% de los encuestados ha vivido siempre de manera pública su orientación sexual. La otra mitad bien no han querido aún mostrarse tal y como son, o lo han hecho después de toda una vida de represión.
La discriminación es el elemento principal para que esto suceda, pues las personas mayores aún arrastran muchos mitos y recelos sobre la homosexualidad, asumiendo que esta es una ‘etapa’ que pasa la gente joven pero que a partir de una edad la heterosexualidad es la norma.
Porque ¿cómo vas a ser gay o lesbiana con 70 años?. Esta pregunta, que se hace mucha gente, mal o poco informada, responde a dos prejuicios de manera rotunda. El primero, el de asumir que la homosexualidad es una etapa pasajera y, el segundo, ignorar el deseo sexual de las personas mayores.
A esto se suma la vinculación de manera errónea de homosexualidad y soledad. En el imaginario popular se encuentra esta figura, la del hombre o la mujer mayor perteneciente al colectivo sin hijos ni pareja en estado de depresión.
Cuando la realidad es totalmente contraria, pues son personas que viven su vida de maneras libres y rodeadas de toda una red de apoyos y validación. Además, gracias a todos los avances en materia de derechos para el colectivo, este imaginario se vuelve aún más irreal, pues recordemos que en España el matrimonio entre dos personas del mismo sexo es legal. Así como lo son también el derecho a la adopción (antiguamente solo accesible para personas heterosexuales) y la inclusión de las mujeres lesbianas y personas transexuales en los programas públicos de la Seguridad Social para la inseminación artificial.
Así que, el primer prejuicio contra las personas mayores del colectivo queda reducido a cenizas cuando observamos y entendemos que la homosexualidad es solo una orientación sexual más, que no influye para nada en nuestro desarrollo personal, familiar y/profesional, y esto es fundamental para desechar definitivamente cualquier discriminación, prejuicio, o mirada mal intencionada hacia este sector de la población.
Nuestra cabeza muchas veces está limitada a todos esos juicios que nos impiden imaginar y nos dice que es imposible ser homosexual toda la vida. ¿No existen parejas heterosexuales juntas por más de 60 años? ¿Por qué le cuesta tanto a la sociedad imaginarse a dos personas, hombres o mujeres, de orientación homosexual en la misma situación? ¿Qué tienen de diferente cada una de las relaciones?
Ramón y Jordi: amor a los 80 años
Estos dos catalanes viven en Barcelona y se conocieron en la mejor época de sus vidas, cuando ambos eran unos jóvenes veinteañeros. No se han separado desde entonces y ahora, como más de 80 años, pueden presumir llevar juntos más 55 años.
Aunque reconocen que su juventud no fue un camino de rosas, debido a su orientación sexual y al contexto social de la época, sí afirman que tuvieron suerte. Entre otras cosas, dicen, porque sus familiares aprendieron a entenderlos. No obstante, el gran reto de sus vidas nunca fue salir del armario, ya que ellos intentaron vivir su sexualidad de la forma más natural posible, teniendo en cuenta las discriminaciones y amenazas que podrían sufrir entonces. Su gran desafío, como para cualquier pareja, ha sido hacer frente a la convivencia, la rutina y los años. Ramón y Jordi aclaran que el equilibrio y la buena sintonía han sido el éxito de su amor.
La historia de estos dos ancianos no es solo un ejemplo visible de cómo se puede vivir el amor a una edad avanzada, sino que es el claro reflejo de una vida llena de respeto y amor que aparca las identidades sexuales a un lado. No obstante, muchas veces no sucede así, y debemos de ser conscientes que aún existen multitud de caso de discriminación y marginación para con las personas mayores LGBT.
Fundación 26D: para y por los mayores
Es una certeza que la realidad social ha avanzado a pasos agigantados, no sólo en la visibilidad de otras identidades, más allá de la homosexualidad, sino en legislación y conductas sociales. Pero a decir verdad, en la actualidad la sociedad no dispone de pautas ni amparo por parte de las políticas sociales como para alejar a las personas de la doble marginalidad que supone llegar a la vejez siendo homosexual.
Pero sí disponemos de muchas ganas y muestro de ello es la Fundación 26D impulsado por el propio colectivo LGBT que acoge y da soporte de manera pública a cualquier persona de la tercera edad.
Su mayor proyecto visible es la residencia para mayores LGBT Josete Massa, en Madrid, un espacio de reposo y tranquilidad, que además también actúa como centro de día. En él, todas las personas que acudan podrán participar de las iniciativas que la Fundación lleva a cabo, como son ‘El huerto de la abuela’ o las charlas de información.
La Fundación 26D también cuenta con un servicio especial de acompañamiento a mayores y teleasistencia, así como con toda una red legislativa que ampara a todos los mayores que a ella acudan.
Sin embargo, el compromiso de 26D con el colectivo LGBT se extiende aún más con proyectos dedicados exclusivamente a mujeres lesbianas, transexuales y bisexuales, bajo un programa estatal de información y empoderamiento, atención psicológica, y Ámbar, la iniciativa que ayuda a cualquier persona transexual en su inserción laboral.
Es nuestra responsabilidad como sociedad conjunta incluir a cualquier persona y no dejar a nadie atrás. Menos aún a las personas mayores, las cuales sin ellas quizá no seríamos lo que somos hoy. Si Ramón y Jordi hubieran renegado de sus orientaciones, y con ellos otros tantos, quizá la visibilidad del colectivo fuera hoy como hace 40 años. Así que es nuestro deber devolverles la dignidad que la sociedad les quitó en algún momento de sus vidas.