Pedro Lemebel es un(a) escritor(a) y artista visual nacido en Chile. Sus textos están llenos de referencias autobiográficas, en donde trata temas como la pobreza, la marginalidad, el VIH, el trabajo sexual, la homosexualidad y la dictadura desde las más bellas herramientas de la literatura y la posición contestataria. Por eso en every, te contamos un poco más sobre une de les autores más importantes del sector.
El Centro de Memoria Chilena le reconoce como “el único escritor chileno que se maquillaba y usaba zapatos de taco alto, al menos en público” y añaden: “Maquillaje y tacones fueron parte de la propuesta contestataria de este escritor, que de ser un niño pobre criado a orillas de un basural y un artista travestido que usaba la provocación como herramienta de denuncia política, pasó a ser uno de los autores chilenos más comentados y exitosos de las últimas décadas.”
Su capacidad para retratar a les ciudad-anos —como denominaba a los homosexuales y a las personas trans— está mediada por el resentimiento y la apropiación de términos “denigrantes” como forma de denuncia política y social. No temía usar palabras como “cafiola, loca, sidosa…” porque los resignificó en su lucha con las personas sobre las que escribía.
La escritura de Pedro Lemebel
Esta cargada de prosa poética y de un estilo literario barroco que le permitió retratar temas tan “tristes” desde la más bella de las perspectivas. En su obra se suele mezclar la realidad con la ficción, momentos que solía denominar “parte silicona”. Sus líneas están cargadas de rechazo hacia el status quo, la derecha política y a la burguesía chilena.
Varias de sus historias se remontan a la época de la dictadura de Pinochet, en donde se persiguió y se atacó sistemáticamente a personas LGBTIQ+, sobre todo a las personas trans. Su vida en la miseria y en barrios donde la pobreza era pan de cada día, añadiendo su militancia de izquierda, le permitieron conocer y acercarse a varios grupos de personas trans y cisheterodisidentes, a quienes retrató en sus escritos y sus actos performáticos, que llevó a cabo hasta su muerte.
Su repertorio literario cuenta con libros de crónicas como: La esquina es mi corazón: crónica urbana (1995); Loco afán: crónica de sidario (1996); De perlas y cicatrices (1998); Zanjón de la Aguada (2003); Adiós mariquita linda (2004); Serenata cafiola (2008) y otras más. También, escribió una novela llamada Tengo miedo, torero (2001) y realizó libros de entrevistas, novelas gráficas e, incluso, antologías de cuentos.
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Su historia de vida
Lemebel es de esos escritores cuya historia marcó profundamente los temas sobre los que escribía: fue hijo de un panadero y de una ama de casa, creció en un barrio marginado de Santiago de Chile, a orillas del Zanjón de la Aguada, que desemboca en el río Mapocho. A mediados de los 60 se mudó con su familia a un conjunto de viviendas sociales en avenida Departamental.
Desde su época en el colegio sufrió burlas de sus compañeres, por lo que debió terminar la escuela en otro colegio diferente al de sus inicios. Aunque creía que era imposible entrar a la universidad, logró entrar al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde se graduó como profesor de Artes Plásticas.
Su acercamiento a la literatura se dio en un taller en el que estuvo a principios de los ochenta; años más tarde, en 1983, ganó un premio por su cuento “Porque el tiempo está cerca”. Sus inicios como profesor no duraron mucho, pues fue despedido por su expresión de género.
Toda su niñez, juventud y adultez estuvo rodeado de indígenas mapuche, trabajadoras sexuales y otros homosexuales. Esto marcó profundamente su visión de la vida, lo que se encuentra en sus textos, donde escribe de estas personas y de sí misme desde el carácter reivindicativo.
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Hablo por mi diferencia
En 1986, Pedro aún no era un autor tan conocido y el país seguía gobernado por Pinochet. Sin embargo, se abrió espacio ante la izquierda chilena cuando subió con tacones y maquillaje del símbolo comunista a la tarima de la reunión política de izquierda en la Estación Mapocho. Allí leyó su manifiesto “Hablo por mi diferencia”, por el cual fue rechazado por esta ala política.
Aun así, no dudó en recitar uno de los discursos más importantes y con carga simbólica para el sector, pues no solo se manifestaba en contra de la dictadura y del capitalismo, sino también del machismo, la homofobia y la marginación.
“No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito un disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esa cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor (…)
(Manifiesto, hablo por mi diferencia, en Loco Afán, pág. 121)
Loco Afán: Crónicas de sidario.
Este es el segundo libro de crónicas lanzado por el escritor en 1996 y es una de sus grandes obras maestras. Recopila textos publicados en medios y textos inéditos, donde el hilo conductor es la vivencia o la cercanía con el VIH y el SIDA —o la sombra, como solía llamarlo—, los principales textos cuentan historias de marginalidad de personas trans o travesti que se dedicaban al trabajo sexual.
Cuenta con 5 capítulos y dependiendo de la versión tiene más de 30 crónicas, en el caso del publicado por la Editorial Planeta, hay 35 crónicas y 252 páginas de texto. Sus narraciones van desde anécdotas de personas que vivieron con VIH y que él conoció, hasta acercamientos propios con el virus e, incluso, historias de personas famosas.
“Todas allí, más pálidas y temblorosas que la misma Lobita, esperando el minuto, el segundo que partiera la loca y se acabara el suplicio. Toda la santa noche mirándole su cara, que en realidad se puso hermosa. Como una azucena negra la piel de seda relampagueó en ese abismo. Como un cisne de oscuro nácar, su cuello drapeado se dobló como una cinta. Entonces, por la ventana abierta entró un chiflón como témpano de tumba. La loba quiso decir algo, llamar a alguien, modular un aullido en el gesto tenso de sus labios. Abrió los ojos desorbitados, tratando de llevarse esa fotopostal del mundo. Todas la vimos aletear con desespero para no ser tragada por la sombra…” (El último beso de Loba Lámar; en Loco Afán: crónicas de sidario. pág. 63)
Serenata Cafiola
Este es su sexto libro de crónicas y, también, uno de los más importantes. En su sinopsis, Lemebel explica que pudo ser un escritor convencional y no usar las metáforas por las que se le reconocía, que pudo haber escrito para ser exportable, guardándose la rabia y la ira, pero eso no lo haría él. Por ello, los escritos son una forma de mostrarse, porque esas crónicas tenían lo que le tocó hacer (escribir) y lo que quería ser realmente (cantora).
Precisamente, ese es el hilo conductor de todo su texto, por eso la unión de las palabras serenata — que mostraban sus deseos de cantar y su amor por la música— y cafiola —que es un término usado en dos vías: para referirse a los proxenetas o para denigrar a una persona considerada “rara”.
Allí hace un recorrido por los festivales de música, por los programas de radio, por les cantantes reconocides que le marcaron, pero también, de cómo la música marcó su vida y la de les demás. Tiene 8 capítulos, 45 crónicas y 237 páginas.
“Cuando ellos se van, el viejo se asoma a la ventana para decirles adiós a los niños que desde los autos le contestan su manoteo de mariposa añeja (…). Cuando queda solo y el silencio aletarga sus movimientos en el gran espacio vacío. Recortado en la ventana por la luz amarillenta de una lámpara, se le ve hurgueteando el ropero, y después, en el último cajón de la cómoda, se le distingue sacando ropas que ordena a los pies de la cama: un par de medias de malla negra que despliega en el aire con el crujido del nylon, una enagua de encaje rojo que a la luz de la ampolleta enciende la palidez de su cara, un vestido de fiesta con sus lentejuelas desvaídas que chispean en la penumbra de la pieza. A través del ventanal se le ve encorvado buscando los tacoagujas que encuentra y luego contempla con emoción. Al igual que la peluca rubia y crespa que peina con delicadeza (…)” (Un departamento en el cuarto piso; en Serenata Cafiola, pág. 64).
Allí radica la grandiosidad de Lemebel, su forma de escribir atrapa y conecta, nos hace sentir representades, aunque nuestra realidad sea distante. Su escritura es esperanzadora, porque habla de temas que no todes les autores disidentes se atreven a tocar. No quería quedar bien con nadie, quería expresar sus emociones y contar historias que presenció o que le inspiraron. Sin duda es un artista que debe ser leído, al menos una vez en la vida, por las personas cisheterodisidentes.