Promesa de Fin de año es una obra de teatro escrita y dirigida por Jorge Hugo Marín y presentada en el Teatro – Casa ‘La Maldita Vanidad’, en Bogotá. También, es coproducida por el Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo.
La música que anuncia el último día del año cubre el camerino de un prostíbulo ubicado en el Barrio Santafé. Los gritos del proxeneta despiertan a la protagonista, quien se embriaga mientras promete que ese será su último día como prostituta y como Silvana. Tiene 66 años y afectada por el alcohol, las drogas y el dolor, remueve su pasado: en la escena aparece su antiguo yo, un joven Silvio que fue secuestrado y obligado a habitar un cuerpo que no le pertenecía.
La obra está inspirada en una historia real que ocurrió en el 2014, cuando la Alcaldía de Bogotá implementó los centros CAMAD, unidades de atención médica y psicológica, en el barrio Santafé de Bogotá. Una de sus pacientes fue una persona que pedía ayuda del estado para realizarse un cambio de género, ya que fue secuestrado a los 10 años en la costa colombiana y traído a la capital para ser obligado a prostituirse y transitar al cuerpo de una mujer.
Promesa de Fin de Año hace parte del díptico “Dramas neo-costumbristas de carácter fatal” constituido de dos historias narradas en el mismo lugar. La primera contaba el suicidio de un hombre en esa misma habitación unos años antes, cuando era un hotel. Promesa de Fin de Año es la segunda parte.
Su elenco está constituido por: Ella Becerra, Fernando de la Pava, Angélica Prieto, David Puentes y Julián Zuluaga.
La actuación permite comprender y sentir perfectamente el profundo dolor de Silvana-Silvio, el desasosiego al que ha sido obligada a vivir durante tantos años. El encierro, no solo en el prostíbulo, sino también el encierro en ese cuerpo que no quiere habitar. Agarrada de su foto, la de Silvio, se pregunta cómo llegó hasta ahí y cómo permitió que eso le pasara. Narra la violencia a la que estuvo sujeta, a los abusos, a las amenazas. Es desgarrador ver la transición entre la resignación y la aversión, entre el deseo de cambiar su vida mientras cae en los excesos y la tristeza.
La historia fue estrenada en Santos, Brasil, en 2018; luego, fue presentada en Manizales, Colombia, y en San Sebastián, España, en 2019. La Maldita Vanidad es el hogar de esta obra desde su primera temporada y en esta segunda lo continuará siendo hasta el 1 de mayo, de jueves a domingo.
Entrevista con integrantes de Promesa de Fin de año
Desde Every hablamos con Juan Marín, el director de la obra; y con sus protagonistas; Ella Becerra y David Puentes.
Entrevista con Jorge Hugo Marín, director y escritor de Promesa de Fin de año
¿Cómo fue el proceso para estrenar la obra en Brasil y llevarla a otros escenarios en España y Colombia?
La propuesta parte de la nota periodística que publicó el diario El Espectador contando esta historia. Comencé a indagar sobre esa persona y ahí apareció el primer guion de Promesa de Fin de Año.Es muy particular que se haya estrenado en Santos, Brasil, porque es un puerto donde el tema de la prostitución y el abuso sexual está muy marcado. En Manizales fuimos al Festival Latinoamericano, la última edición antes de la pandemia. Y, por último, estuvimos en San Sebastián, España; para el público europeo esto fue muy impactante, muy duro, si ya es complicado para nosotros que estamos un poco más relacionados con un contexto así, para el público europeo fue difícil de afrontar.
¿Cómo ha cambiado tu perspectiva de la obra desde que la empezaron hasta ahora, que es una obra más madura?
Sigue armándose, sigue creciendo, desarrollándose; es una obra que todavía tiene mucho por hacer. Por eso la presentamos en La Casa de la Maldita, porque aquí es donde la fogueamos, la entrenamos, la calentamos, la maduramos; para después llevarla a otros lados.
¿Cómo ha sido la recepción de la obra en el público en general?
El público sale impactado, no es una obra muy amable de ver, pero también la hostilidad y la decadencia que presenta está finamente armada. Tampoco trasgrede, pero el montaje es impactante, es duro, es cruel.
Es una historia donde el destino tiene un final muy fatal, como lo dice el texto. Inmediatamente después de la función no se comenta mucho la obra, sino que al otro día nos escriben. La digieren primero.
¿Cuál ha sido tu experiencia dirigiendo la obra?
Digamos que cada experiencia es distinta, yo soy un director que tiene la posibilidad de participar en muchas producciones, entonces uno cada tanto debe buscar maneras distintas de volver a reinventar el oficio del director.
Con Promesa de Fin de Año lo que sucedió es que nos ponía a todos en una situación muy desconocida, nos ponía en un riesgo muy complejo y eso es parte del encanto de la pieza. Por eso, el proceso de creación para mí fue fascinante. Fue un texto que escribí con dos años de anterioridad, entonces tenía mucha necesidad de montarlo y cuando se logró, para el elenco fue muy fuerte, muy contundente, ver al espectáculo al que estábamos enfrentándonos.
¿Cuáles fueron las dificultades a las que te enfrentaste a la hora de dirigir esta obra?
Yo creo que fue pensar en la manera en cómo íbamos a entender al público y cómo este podía entender una propuesta así. Digamos que no pienso que sea un tema tan tabú, ahora hay mucho material, incluso audiovisual, donde se habla mucho de ese tipo de personajes. Recuerdo mucho La Veneno, en España… cómo esos personajes tienen una decadencia que es maravillosa de ver y que es seductora.
¿Por qué crees que las personas deberían venir a ver la obra?
Es una apuesta arriesgada, saca al espectador de su comodidad y lo instala en un lugar del voyeur del destino fatal del personaje, todos sus fantasmas y lo que rodea la mente de Silvano-Silvana. La obra es un viaje en la cabeza de la protagonista y ver cómo los excesos y la decadencia le llevan a ese nivel, se genera un espectáculo que puede ser muy bien recibido por el público.
Entrevista con Ella Becerra (Silvana)
El personaje que actuaste tiene mucha complejidad, ¿Cómo te preparaste para este personaje? Para reflejar el abandono, la adicción, tanto tiempo de dolor.
A este personaje se le han vulnerado todos los derechos y tiene, como tú dices, una acumulación de dolor del que no es necesariamente consciente. Yo creo que este personaje supone que no está tan mal. Se queja, se ríe, pero la tarea no era hacerla de una manera lastimera, porque no se tiene lástima a sí misma, pero sí lograr generar esa conmoción en el público.
Eso lo logré observando, desafortunadamente vivimos en una ciudad donde fácilmente tenemos acceso en la calle a ver personas que se perciben, desde una perspectiva personal, como desconfiguradas. Yo pienso que hay quienes ejercen la prostitución desde su propia libertad, pero, estar a las 3 am en una esquina, sometida a cualquier tipo de peligros, puede hacer que tu espíritu esté en un lugar de conmoción. Entonces me dediqué a observarles.
También, yo trabajo desde la imaginación, no tanto desde la memoria, pero sí me imagino cómo reaccionaría alguien a quien le ha ocurrido eso. Con respecto a las adicciones, sí fue más de observación y de estudiar qué produce cada droga, cómo se mezclan, qué pasa si consumes estos estimulantes combinados con licor, pastillas, droga y cómo desconfigura todo.
¿Cómo has sentido la forma en que las personas perciben esta historia?
No es una obra fácil de ver, ya que genera una conmoción fuerte en los espectadores, genera una percepción desde la fragilidad y el gran dolor. Yo creo que la gente lo percibe, pero lo agradece también. El público ha dicho que es bueno que este personaje tenga voz y que alguien esté hablando por él.
A pesar de que a mí me cuesta mucho trabajo, porque no te miento, es una obra que me reta de todas las maneras, que me confronta mucho como ser humano; agradezco que la gente la perciba como un regalo. Me dicen que valoran la entrega de entrar en ese universo tan doloroso para reflejar una realidad que en el teatro a veces no alcanzamos a dimensionar.
Entrevista con David Puentes (Silvio)
¿Cómo te preparaste para actuar como Silvio y Silvia?
Yo descubro todo lo que está ocurriendo en escena, entonces lo que yo debía buscar, sobre todo, era un estado de inocencia y esperanza. Entonces, lo que estuve trabajando todo el tiempo era un poco más: ¿cómo alguien pierde esa esperanza?, ¿cómo pierde esas figuras en esos años?, como la mamá, algún icono religioso, algo a lo que uno pueda apegarse… Cómo esto empieza a destruirse y a perderse, porque están abusando del personaje y no hay nadie que haga algo por él. No es rabia por la humanidad, sino más bien como una desesperanza de cómo me dejan a mí y nadie viene a ayudarme.
Y, también, esa construcción creo que tiene que ver mucho con mi miedo de que me dejen solo, entonces fue un trabajo autorreferencial. Luego vimos otras referencias, como de niños en series, no donde fueran abusados de esa manera, sino de cómo se sentían solos, de cómo entraban a la droga y cómo actuaban antes de hacerlo. Cómo actúa una cabeza de esa edad.
¿Y la reacción del público?
Es muy dura, lo que más me ha mencionado el público es que es cruel. En una ocasión, en Brasil, unas personas se salieron del público, luego les preguntamos por qué y nos respondieron que no se aguantaban algo así.
También, aquí en la casa, en una temporada hace tres años, el público no nos aplaudió, les preguntamos, más por conocer su reacción, y nos dijeron que no eran capaces de aplaudir una historia así, no porque no hiciéramos un buen trabajo, sino porque no podían aplaudir una historia de ese calibre.