La gran mayoría de las obras artísticas expuestas en los grandes museos europeos tienen como protagonistas a figuras femeninas, mujeres representando la belleza ‘ideal’, la pureza bajo la imagen de la Virgen María o grandes representaciones de mujeres importantes para la historia.
No cabe duda de la importancia de estas imágenes para la cultura mundial. Sin embargo, el entendimiento popular acoge a la mujer como musa y no como pintora. ¿Dónde quedan todas aquellas mujeres artistas que la historia dejó de lado? ¿En qué museos exponen sus obras las mujeres pintoras?
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Mujeres como musas
El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli, o La Venus de Urbino (también llamada como La Venus del perrito) de Tiziano, son dos de las grandes atracciones de la Galería Uffizi en Florencia, cuna del arte renacentista y considerado como uno de los museos artísticos más antiguos y claves de Europa.
Ambas pinturas tienen como principal personaje a una mujer (LA mujer) y, no solo eso, sino que se trata de dos representaciones de la figura femenina al desnudo.
Siguiendo con la belleza mitológica de la diosa Venus (también conocida como Afrodita para la cultura clásica helénica), pero ahora viajando hasta la ciudad del amor, se encuentra La Venus de Milo, más conocida como la Venus sin brazos.
El Louvre, principal museo de París y el mejor valorado del mundo en 2021 según Forbes España, alberga, no solo esta escultura femenina, sino también el cuadro más conocido de todo el planeta: La Gioconda. De nuevo, hablamos de una mujer y, de nuevo, hablamos de una obra referente en la historia del arte.
Ya en tierras ibéricas, en la capital española, no es únicamente una mujer la protagonista si no varias: es el caso de Las Meninas de Diego Velázquez, obra culmen del pintor sevillano, expuesta en el Museo del Prado.
Invisibilidad de las mujeres pintoras
Leonardo Da Vinci, Salvador Dalí, Francisco de Goya, El Bosco o Vincent Van Gogh son algunos de los muchos nombres, y hombres, por todos conocidos y más que reconocidos en la historia del arte. Pero, ¿qué sucede con la presencia de la mujer artista? ¿Acaso son tan conocidos sus nombres? ¿Están, por ejemplo, Judith Leyster, Rosa Bonheur o Georgia O’Keefee en la mente popular? ¿Y Sofonisba Anguissola, Clara Peeters y Artemisia Gentileschi?
Resalta, en efecto, la escasa representación femenina dentro de los grandes museos europeos, como la Galería Nacional de Londres, el Museo d’Orsay de París o el Museo Vaticano, a pesar de que algunas de las artistas nombradas expusieron en su época y en vida (algo que muchos de los hombres pintores más reconocidos nunca consiguieron) en las salas más importantes del mundo.
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Incluso retrataron a reyes, pero la historia las fue olvidando y su camino hasta llegar a las salas de los grandes espacios artísticos actuales ha sido más bien difícil. De hecho, la mayoría de estos espacios conservan miles de obras en bodegas y sótanos que pocas veces llegan a formar parte de la exposición permanente de los museos, quedando relegadas entonces a esperar su turno en forma de exposición temporal.
Esta actitud que dota de ‘temporalidad’ a determinadas obras no hace sino potenciar la desigualdad entre ellas y, por supuesto, entre sus autores, máxime cuando estos son mujeres, ya que la sociedad y la cultura demuestran una vez más su condición patriarcal al no darles a las artistas el lugar y la visibilidad que merecen.
Y es que resulta bastante rápido el recorrido específico por las pinturas firmadas por mujeres que están expuestas en los diferentes museos más importantes del mundo, y eso se debe al escaso reconocimiento que han recibido por parte del propio ámbito de las artes y, por ende, al tremendo desconocimiento que el gran público tiene de ellas.
Si bien es cierto que en la Edad Media hay que tener en cuenta el anonimato artístico que imperaba y que hizo que el silencio ganase la batalla al apenas trascender nombres de autores (ni hablar de autoras), con el paso del tiempo este silencio desapareció, pero, aun así, las mujeres no tuvieron la visibilidad merecida.
Hablamos de figuras destacadas como Margarita van Eyck, María Ornani, Sor Bárbara Ragnoni o Antonia Uccello; ya en el siglo XVI, la ya nombrada Sofonisba Anguissolla; y en el XVII, a Artemisa Gentileschi o Elisabetta Sirani.
Por su parte, en España se encuentran en ese tiempo las ilustres pintoras Luisa de Valdés y María de Abarca, junto a otras artistas como la escultora La Roldana, aunque todas siguen siendo, como hemos dicho anteriormente, bastante desconocidas por el gran público.
Por ello, debido a este casi nulo conocimiento, se puede concluir que en la historia de la pintura de España apenas se han incorporado nombres de mujeres más allá de Remedios Varo o Maruja Mallo en el movimiento surrealista.
Presencia femenina en los museos de España
Sin embargo, el paso del tiempo y la conciencia y sensibilización en torno al tema está ayudando al nacimiento y puesta en marcha de iniciativas y proyectos para dar a conocer y posicionar a las mujeres de este ámbito.
Por ejemplo, a principios del siglo XXI un grupo de mujeres expertas empezó a desarrollar diversos trabajos de investigación para la recuperación de pintoras olvidadas del siglo XIX y siglo XX.
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Tenemos también el ejemplo de la ciudad de Madrid. La capital de España alberga desde hace casi 30 años los tres museos más importantes del país y del mundo, reunidos y unidos por el popular Triángulo del Arte y que se ubican cerca de la recién denominada Estación del Arte del Metro de la ciudad.
Hablamos del Museo del Prado, el Museo Reina Sofía y el Museo Thyssen- Bornemisza que suman, entre los tres, más de 11 mil obras de arte expuestas, de las cuales tan solo 800 corresponden a mujeres pintoras. Por esta razón, hace apenas medio año el Museo del Prado ha reordenado sus salas de exposición con el objetivo de poder albergar más presencia de autoras femeninas de sus pinturas.
En concreto, han sido las salas dedicadas al arte del siglo XIX y, gracias a esta iniciativa, a día de hoy se pueden disfrutar de las pinturas de más de 13 mujeres en su colección permanente, una representación que ha crecido considerablemente, puesto que hasta 2019 eran tan solo cuatro pintoras las que firmaban nueve de los 1.700 cuadros expuestos de manera permanente en este museo.
A ellos hay que sumar, claro, una obra adicional, aunque no se trata de un cuadro, sino de una escultura, obra de Cristina Iglesias, la única autora española cuya obra está expuesta de manera permanente, ya que está situada en el acceso al edificio de la ampliación de Moneo de 2007.
El Museo del Prado tiene más cuadros de pintoras españolas, como algunas obras de Rosario Weiss, madrileña discípula de Goya, o de Fernanda Francés y Arribas, Julia Alcay de Montoya, Adela Ginés y Ortiz o Elvira Malagarriga, pintoras de la primera mitad del siglo XX, y cuyas obras están guardadas en los sótanos lejos de poder ser disfrutadas por la ciudadanía; o la obra de Mariana de la Cueva y Barradas, artista española de mediados del siglo XVII cuya obra se puede consultar en el catálogo virtual del propio Museo,
Llegados a este punto debemos plantearnos, ¿cómo dibujar el camino para la visibilidad real y justa de las mujeres pintoras? ¿Cómo de largo ha de ser ese camino? Y, ¿de verdad llevamos tanto andado?