El sonido de Google Meets cuando alguien se conecta a la reunión se activa y puedo ver a Juan Tarquino, el hombre que está detrás de Lesley Wolf. Es delgado, tiene el pelo corto y barba. El contraste físico entre él y su personaje es gigante y es algo que, sin duda, sorprende a las personas.
Lo primero que me dice cuando le preguntó por Juan y no por Lesley es que tiene 41 años, que estudió licenciatura en artes escénicas en la Universidad Pedagógica y que vivió en Argentina cuatro años donde estudió artes del movimiento. Actualmente, vive en Bogotá, con sus dos perros y sus tres gatas por quienes da la vida. Se considera un “tipo terco, obstinado y poco talentoso pero muy disciplinado”.
Más allá de las opiniones de los demás, 90.000 seguidores en TikTok y casi 17.000 en Instagram, a Juan lo único que le interesa es demostrarle a su mamá y a su hermana que pueden sentirse orgullosas de él.
La primera vez que lo vieron en tarima como Lesley Wolf, al final del show le dijo a su mamá:
“Mira acá a tu hijo de 41 años siendo travesti y no cualquier travesti. Si me lo permiten mis hermanas travestis que están acá, te puedo decir, madre, que soy la travesti más reconocida del país donde tú naciste”.
¿Qué significa para Juan Tarquino ser Drag Queen?
Para mí es una expresión artística. Tiene que ver un poco con un ejercicio de liberación que uno entiende con el tiempo de realizar este oficio y ejecutar estas acciones travestis. Se enmarca justamente como una expresión del ser humano desde lo artístico, por supuesto.
¿Cómo nace la idea de crear a Lesley Wolf?
Yo estudié licenciatura en artes escénicas hace ya 23 años y toda mi vida me había desarrollado como actor, como director y como profesor.
Por supuesto que conozco el drag desde que era muy pequeñito. Mi primer acercamiento fue con RuPaul en un show de ella en su personaje. Yo sabía que las drags existían en la vida nocturna y que se desarrollaban de mil y una maneras.
En el 2018 fui a una viewing party de Oh My Drag, una iniciativa colombo venezolana que proyecta capítulos de las temporadas de RuPaul Drag Race. Una conocida le había contado de mí a uno de los productores de Oh My Drag. Él se acercó a mí, hablamos y me contrataron como coreógrafo para montar el show de una drag local porque venía Alaska, una de las y ganadoras de RuPaul Drag Race. Asesoré un par de shows y todo el tiempo me preguntaba: ¿cómo lo haría yo? ¿cómo haría el lip sync?
Ese año cumplí 38 y se me ocurrió hacer una fiesta temática drag: todo el que fuera tenía que ir en drag y su regalo de cumpleaños hacia mí tenía que ser un show. El productor de Oh My Drag llegó a la fiesta y vio mi show. Al final me dijo: “buenisimo que trabajes con nosotros como coreógrafo, pero yo quiero este personaje que estoy viendo en este momento, de los tacones no te vas a bajar”.
¿Cómo fue el proceso de construcción de este personaje?
En mi caso nunca fue algo tan técnico, sino más bien algo muy orgánico. Yo me llamo Lesley Wolf porque siempre he sido una persona que comulga con muchos supuestos del feminismo.
Lesley Gore era una cantante de la década de los 60, que lo que hizo fue apropiarse de las melodías romanticonas del rock and roll. Fue algo muy contestatario y, precisamente, esa es la manera que yo conozco de hacer arte, hacer teatro, hacer danza: siempre generando un mensaje de reflexión que no siga el parámetro que la gente esperaría.
Wolf, por otro lado, porque en esa época en la que yo me acercaba al mundo del drag local todas tenían en sus pistas de música “perras” y así se llamaban entre ellas. Yo empecé a pensar: “ok, toda esta gente tiene 20 – 25 años, yo tengo 38. Yo no puedo salir a decir lo mismo porque es repetir el patrón. ¿Qué hay antes de las perras? Las lobas”.
Al principio, quería ser una rockstar y usaba pelucas muy ochenteras y muy rockeras. Después me di cuenta, y esto sí fue planeado, que la gente se acercaba mucho más a mí cuando yo me veía muy dentro de un prototipo heterogéneo: rubia, con el cuerpazo, en maquillaje… Me dije que me iba a aprovechar de esto para que la gente se acerque a mí, me pida una foto y cuando yo termine de tomarme la foto les diga: “¡Pilas con volver a votar por Duque! Un besito”.
Esto porque finalmente lo que me interesa no es suplir un gusto personal, sino generar algo con lo que yo hago. Todos los shows de Lesley siempre tienen un contenido político, social y una invitación a reflexionar sobre tantas cosas que suceden sin llegar a ser aburrido. La comicidad siempre está presente.
Desde que empezaste a hacer drag hasta el día de hoy has tenido una trayectoria muy grande. Actualmente tienes más de 90.000 seguidores en TikTok, estuviste en un reality internacional de manera digital, hiciste parte de un documental de Telepacífico, han escrito sobre ti en revistas como Vogue México…
Yo desde el minuto cero tuve las puertas abiertas de muchas cosas. No puedo negarte que todo esto es producto de mucho esfuerzo y de mucho trabajo, muchísimo trabajo, pero yo cuento con un privilegio y es ser un tipo grande. Eso me ha permitido que una marca crea en mi trabajo. Estamos en un país donde no creemos en la juventud, donde nos cuesta muchísimo darle oportunidad a nuevas personas que no tienen la experiencia que esperamos. Yo cuento con este privilegio de ser una persona grande y eso conlleva que puedo expresarme, hay un discurso que la vida me ha permitido construir y eso me ha permitido ofrecer mi trabajo de una manera un poco más fácil.
En el 2020, después de 18 años siendo profesor, tomé la decisión de renunciar para dedicarme única y exclusivamente a Lesley Wolf. Yo en este momento vivo de eso y es algo que no tiene ninguna travesti en mi país. Lo digo con mucha tristeza, no con honor: ningún drag en mi país vive de su arte.
Primero, vivir del arte en un país como Colombia es difícil y ahora imagínate vivir de un arte tan discriminado todavía. Yo tomé la decisión y me fui con toda pensando que tenía que salir adelante viviendo solamente de hacer drag porque en este momento es lo que me hace feliz.
Hacer drag, tú mismo lo decías, es ser parte de un arte muy discriminado todavía, sobre todo, estando en un país tan tradicional como Colombia. ¿En algún momento has sentido que vivir de esto, teniendo en cuenta sobre todo sus costos sociales, te ha afectado anímicamente?
Al principio me costó un poco lo que pensaran mis compañeros de la universidad, pero por suerte logré sacudirme de la mejor manera. No por demostrarle absolutamente nada a nadie, sino por cumplir las expectativas que yo tenía, no que otras personas tenían, sobre mí.
Me preocupó, por supuesto, qué pensaría mi mamá y mi hermana, que aunque saben que soy una persona homosexual y ya sabían que yo hacía drag, nunca me habían visto hacerlo.
El año pasado, mi mamá estuvo por primera vez en un show. Fue a verme con mi hermana y también estaba mi mejor amigo. Él estuvo muy pendiente de la reacción de mi mamá y me dijo que ella tenía miedo, pero no de ver a su hijo en drag, sino de cómo los demás iban a tomar a su hijo en drag.
Yo siento que todo esto pasa por el mismo temor de las familias cuando se enteran que su hijo o su hija hace parte de la comunidad LGBT y es que hay un rechazo por muchas cosas, pero sobre todo hay un rechazo por miedo, porque le van a hacer daño, porque no va a ser fácil su vida. Yo siento que incluso mi mamá como que dice: “ya salió del closet tal cosa y ahora a los 40 años es travesti social. ¿Qué más quieres? No se exponga más”.
Solamente en esos dos momentos: al principio con mis compañeros y luego con mi mamá. Pero de resto nunca me ha afectado el hecho de ser travesti en mi país. Jamás, jamás vuelvo y repito porque soy una persona de 40 años.
Teniendo en cuenta lo que acabamos de conversar, si te pregunto hoy quién es Lesley Wolf, ¿tú qué me dirías?
Para mí Lesley Wolf es la manifestación de todo lo que yo siempre quise hacer como artista: crear un personaje un poco transgresor y que trascendiera. Es una drag bogotana que utiliza su plataforma para denunciar varias cosas que suceden. Es también una referencia para la gente más joven. Encontrarse con un tipo que tiene 41 años que hace drag, hace tres años y medio, para un niño de 20 o 18 años debe ser una forma de entender que no está solo, no está equivocado. Es la demostración plena de que para hacer las cosas, cumplir un sueño o llegar a cumplir una meta, no hay ni edad, ni nacionalidad, ni nada que importe.