Censura a libros LGBT: de la traducción a la inmoralidad

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En esta nueva nota de Every, os invitamos a reflexionar sobre un tema de lo más interesante: ¿Dónde está el límite entre la censura a libros LGBT y la libertad de expresión? ¿Todos los textos se deben traducir? ¿Qué pasa con los libros que van directamente en contra de la igualdad y los derechos humanos? ¿Y la literatura erótica? Todas las reflexiones y respuestas son más que bienvenidas.

El erotismo en Jin Ping Mei y la censura a Libros LGBT

Para empezar a entrar en materia, pondremos de ejemplo la obra Jin Ping Mei, una novela china sobre la sociedad Ming considerada una joya literaria. Es la primera novela moderna de la tradición literaria china, tanto por su tono realista como por su elaborada estructura.

Sin embargo, se trata de una obra de alto contenido erótico, por lo que ha sido víctima de una mutilación literaria debido a la rígida censura a libros LGBT en China (tal y como ha ocurrido con infinidad obras a lo largo de la historia). Si te interesa el tema de la homosexual en China, te invitamos a leer la nota que hemos publicado sobre este tema

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Víctimas también han sido les traductores literarios profesionales, que se han visto en la tesitura de no poder realizar su labor debido a las imposiciones propias del control ideológico gubernamental. Por lo general, los regímenes políticos censitarios han tratado de controlar la vida de las personas, limitando sus libertades y derechos básicos, como el derecho de opinión o expresión.

Persona de Asia sirviendo té
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En las sociedades (teóricamente) libres y democráticas, la censura a libros LGBT es inviable. En España, gracias a la dedicada labor de la profesora Alicia Relinque, la traductora de Jin Ping Mei, las personas hispanohablantes tendrán la oportunidad de leer el (polémico) contenido de la obra. Por su parte, David Tod Roy ha sido el encargado de realizar la traducción al inglés.

¿Qué pasa si quien traduce es una persona conservadora?

En el caso de que la persona encargada de realizar la traducción de una obra literaria (que, por ejemplo, tiene contenido erótico o LGTB) sea una persona conservadora a la que siempre se le han inculcado valores y creencias rígidas… Quizás decida no traducir una obra de estas características. Sin embargo, toda obra tiene derecho a ser traducida, siempre que su contenido no atente clara y directamente contra la dignidad de las personas.

Un ejemplo podría ser el caso de un texto que promueva la violencia, creado por seguidores del partido griego: Amanecer Dorado, de ideología neonazi. En este caso, la ética personal quizás debería imponerse a la profesional, ya que el respeto a la dignidad personal está por encima de la ética profesional. Pero este es un debate infinito y cada persona tiene su propia opinión al respecto. ¿Por qué no traducirlo? ¿Por qué sí?

Además, si un texto incita a la violencia y su contenido va a tener consecuencias inmediatas, nuestra propia conciencia democrática quizás nos lleve a rechazarlo y a no traducirlo.

Otro caso polémico fue el de la publicación en 2013 del libro Cásate y sé sumisa, editado por el Arzobispado de Granada. Se trata de un manual para mujeres de contenido sexista para «aprender la obediencia leal y generosa hacia el marido». A pesar de que la ministra de Igualdad pidió su retirada, el libro se publicó en nuestro país. Esta obra se tradujo del italiano al castellano, aunque el contenido no tiene cabida en ningún contexto de respeto a los derechos de la mujer.

La época franquista ha pasado y ya no vivimos en una sociedad donde la censura a libros LGBT está a la orden del día y la mujer ya no tiene que «casarse y ser sumisa». Sin embargo, aunque los valores hayan cambiado, el hecho de haber traducido este libro podría promover el machismo en parte de la sociedad. Entonces, ¿deberían traducirse este tipo de textos?

El hecho de elegir qué se traduce y qué no según nuestro propio criterio nos convierte inevitablemente en censores, pero si nuestra libertad termina donde empieza la de la otra persona, la libertad para traducir quizás termine también donde empieza la dignidad de la otra persona.

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¿Qué pasa entonces con los textos clásicos?

También hay textos que atentan contra la dignidad de las personas que se han traducido. Por ejemplo, el Mein Kamp, de Adolf Hitler. Sin embargo, esta obra no necesariamente tendría por qué promover el sentimiento antisemita. Esto se debe a que el contexto histórico actual no es el mismo que el de la II Guerra Mundial.

Además, este tipo de textos nos ayudan a comprender mejor la naturaleza humana, nuestra conducta y actuaciones. Nos ofrecen una perspectiva histórica sin fines ideológicos que nos ayuda a analizar el presente y sus valores (a diferencia del caso anterior de Amanecer Dorado).

Asimismo, ramas como la Psicología beben de este tipo de textos y de sus traducciones para comprender mejor la naturaleza humana, así como determinados problemas psicológicos (como la neurosis o la psicopatía) permitiendo mejorar nuestra calidad de vida.

Libros apilados
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Volviendo al caso de Jin Ping Mei, el control moral de la vida sexual ha sido un tema tabú hasta fechas recientes y aún hoy lo sigue siendo. Sin embargo, el valor cultural e histórico de una obra no debería ser frenado por ningún tabú, especialmente si se trata de una obra de una gran calidad literaria.

Gran parte de las personas occidentales tienen una mentalidad que viene del mundo helénico y occidental con un marcado gusto por la razón, la lógica, la belleza, el vitalismo y la curiosidad. Esta concepción de la vida ha sido completada por creencias religiosas, ligadas a la necesidad de la mortificación del cuerpo, del sufrimiento y la culpa.

Por otro lado, la concepción cisheteropatriarcal del mundo ha dominado el pensamiento durante más de veinte siglos. Por tanto, el hecho de traducir obras de contenido liberal, promiscuo, controvertido, o que equipara al hombre y a la mujer y reconoce el valor de la dignidad humana sin atentar contra la misma, no es algo inmoral, sino que, por el contrario, nos hace más libres.

Negarse a traducir este tipo de textos o censurar las traducciones podría responder a una actitud conservadora que no nos permite avanzar ni mejorar nuestra calidad de vida. Las censuras al fin y al cabo son subjetivas y somos las personas quienes con nuestros valores y sentido crítico podemos recibir la información de forma libre.

Homosexualidad y censura traductológica

Por poner un ejemplo relacionado con la censura a libros LGTB, el escritor Allen Ginberg también tuvo problemas con la publicación de su libro Howl (Aullido), un icono de la generación Beat. Tras varios juicios de censura por su contenido obsceno, el libro logró ser publicado en 1956 y se convirtió en uno de los textos más leídos de todos los tiempos, traducido a más de veinte lenguas.

Además, se convirtió en un modelo para las nuevas generaciones de todo el mundo. Gracias a su traducción, podemos acceder a su contenido y conocer más a fondo la literatura y los valores de estas generaciones.

Desde el punto de vista de la ética de la traducción, podríamos decir que lo que realmente carece de moral es alterar el contenido y no transmitir lo que la persona que lo escribió ha querido decir, pues entonces estaríamos alterando la realidad.

Quien traduce deberá mantener siempre el contenido de la obra original, en el marco de una lengua y cultura determinadas, ya que esto posibilita el intercambio cultural y el mejor entendimiento entre los seres humanos.

Persona escribiendo
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Y es que las palabras impactan en nuestra forma de pensar, al mismo tiempo que cuando cambia la realidad, cambia nuestro lenguaje.

Sigmund Freud, por ejemplo, consideraba que la homosexual era literalmente una «desviación del instinto natural», pero nunca lo consideró un problema, enfermedad, o perversión. Sin embargo, una mala interpretación de la palabra «desviación» puede servir para consolidar la creencia de que la homosexualidad no es algo natural. Que las personas homosexuales son unas ‘’desviadas’’.

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Reflexiones y conclusiones

El tema que aquí se aborda atrae multitud de reflexiones y opiniones varias, y no hay una respuesta única. Podríamos decir que las palabras moldean nuestra realidad, pero nuestro sentido crítico es el que debe ser capaz de diferenciar entre lo que es moralmente aceptable y lo que no.

Las palabras son importantes. En esta línea, quizás el sentimiento de superioridad de los ingleses se elevara tras ver que, en 1588, no solamente vencieron a los barcos españoles, sino que derrotaron a una Armada que ellos mismos bautizaron como «Invencible».

Quizás fue una mala interpretación de la palabra polisémica «mokusatsu» la que en 1945 desencadenó el ataque atómico a Hiroshima. Quizás Nikita Kruschev no tenía intención de enterrar a nadie con su famosa frase «los enterraremos».

En conclusión, los profesionales de la traducción siempre deberán plantearse traducir o no un texto de contenido polémico si considera que podría tener consecuencias inmediatas y atentar contra la dignidad humana.

Hay textos de contenido inmoral que no tienen cabida en una sociedad con una mentalidad democrática, pero que se traducen y ofrecen una perspectiva histórica sin incitar a la violencia o al mal hacer. Las palabras afectan la realidad y las traducciones también.

Finalmente, la ética profesional nos dicta que debemos hacer la mejor traducción posible y que debemos respetar la dignidad humana. Y aunque la traducción perfecta sea utópica, lo mejor que podemos hacer siempre es aspirar a ella.

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