Pestañas postizas, tacones, ropa extravagante, sombreros mariachis de color rosa… El arte queer en México parece haber encontrado la forma de darle un toque disidente a sus códigos más tradicionales.
Poco a poco la diversidad sexual empieza a ser más aceptada en México, y esto inevitablemente se traslada al entorno artístico y cultural, que lucha con sus propias armas creativas e intelectuales para romper de una vez con el machismo y la homofobia históricas.
Las flores en el pelo, las trenzas, la pintura de ojos, los labiales o las barbas prominentes han sido grandes símbolos de masculinidad y feminidad en México. Pero el arte es un espacio que permite explorar, romper límites, introducir vanguardias, experimentar… Y, en definitiva salir de la norma.
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Fabián Cháirez y el arte queer
El arte queer posee herramientas para explorar las formas y estilos artísticos tradicionales, visibilizando realidades que han quedado fuera de los relatos hegemónicos. Es una forma de incluir dentro del propio arte las realidades humanas que pocas veces se muestran por ser consideradas inferiores o minoritarias. Por ejemplo las razas o las disidencias sexuales.
En el contexto mexicano, destaca la figura del artista plástico LGTB Fabián Cháirez, quien además de pintor también es conocido por ser drag Queen. El drag ya es en sí mismo un estilo de arte queer que te permite explorar la plasticidad del género, para dinamitar sus fronteras.
El arte del drag nos invita a plantearnos estas cuestiones ¿Qué hay detrás de una peluca, un vestido ajustado, el maquillaje o los tacones? ¿Qué ocurre cuando los códigos del género se disuelven, y lo masculino se fusiona con lo femenino? ¿Dónde está el límite entre lo masculino y lo femenino?
Sin embargo, Fabián se centra principalmente en el arte plástico y trabaja para romper los moldes impuestos por la cisheterorma con sus cuadros. En sus obras podemos ver un estilo alternativo que, entre otras cosas, cuestiona el modelo de masculinidad hegemónica. Deja atrás esa idea de masculinidad que asocia poder a la violencia, y empezar a visibilizar otras formas de ser hombre mediante la reconciliación con la propia sexualidad.
Asimismo, este artista destaca por desgranar toda la mitología nacional y los iconos de México para introducir una lectura sexual, feminizada, y de corte homoerótico. La rebeldía permea toda su obra, donde encontramos figuras de poder masculinas, como cardenales o luchadores, desde un prisma queer y disidente del género.
Pero a pesar de su extenso trabajo, Fabián empezó a ser mucho más reconocido cuando su obra La revolución, desató una enorme polémica cuando se exhibió en el Palacio de Bellas Artes.
La revolución de ‘La revolución'
Este cuadro (La Revolución) generó una enorme polémica en México porque en él aparece representado el histórico líder del país, Emiliano Zapata, de una forma muy peculiar.
En el cuadro vemos un hombre con bigote que aparece desnudo sobre un caballo blanco, el cual aparece con una erección visiblemente grande. El único que lleva es una fina bandera con los colores del país, un sombrero mariachi rosa y unos tacones. Aparece además pintado en una posición bastante sensual, con un cuerpo feminizado, con la mirada hacia abajo y con tintes (homo)sexuales.
Una de las cosas más interesantes de este cuadro es que en ningún momento se dice claramente que el personaje es Emiliano Zapata. Sin embargo, los símbolos que encontramos hacen que el público lo relacionen inmediatamente con él.
Parece que feminizar a un personaje masculino es denigrarlo, por los valores negativos que socialmente tenemos asociados con la feminidad.
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Por otro lado, cabe poner encima de la mesa el análisis del poder asociado a la masculinidad. Una imagen de un líder histórico normalmente está asociada a la frialdad, a la fuerza, a la estrategia. Entonces, cuando se presenta con unos códigos queer que rompen totalmente con lo anterior, se empieza a reclamar en la mente el icono original al que se está acostumbrado.
La polémica en torno a la obra de Fabián parecía responder también a la molestia que surge cuando un personaje poderoso aparece representado con tintes sexuales, homosexuales, sensuales, femeninos y eróticos. Vulnerable, sencillo, miserable. Todo lo contrario a lo que el imaginario colectivo nos dice de Zapata.
Asimismo, es muy interesante ver cómo la propia identidad de México, que ha sido y sigue conformada por una diversidad muy amplia (culturas, orientaciones sexuales, etc) no admite como válida la diversidad sexual. Como si no fuese parte de la historia, quedando al margen y lejos del pueblo.
Arte queer mexicano revolucionario
El arte queer es revolucionario en sí mismo porque permite que las diversidades sexo genéricas entren en espacios hegemónicos donde normalmente se les tenía vetada la entrada. ¿Por qué no ocupar esos espacios y apropiarse de sus códigos para dinamitar la rigidez binarista y heteronormativa de México?
Además, este tipo de arte también tiene el potencial de derribar jerarquías dentro del propio colectivo LGTB. Por ejemplo, al distanciarse de los modelos de homosexualidad hegemónica para presentar diferentes formas de vivir el deseo desde la plasticidad que plantea lo masculino.
El artista es un producto de su tiempo, y como tal refleja lo que es propio de la época en la que le ha tocado vivir. Por tanto, no podemos cuestionar ni criticar que nunca se hayan visibilizado realidades diversas si el propio contexto no lo permitía.
Es necesario hablar de lo queer y hacerlo visible. Y el arte plástico precisamente permite esto, sobre todo en la época audiovisual en la que vivimos. Las redes sociales son un escenario permanente de imágenes, y son las imágenes las que contribuyen a crear escenarios nuevos en los imaginarios sociales, rompiendo viejos moldes e ideas desfasadas.
La virtualidad le da cada vez más espacio a las realidades queer a las que nunca se les había permitido entrar en lugares dominados por las normas hegemónicas.
Seguir creando
En una entrevista que se le realizó, Fabián cuenta que el cuadro de La revolución lo pintó con solo 50 pesos. Según él, tenemos que utilizar todos los recursos que tenemos a la mano para hablar de cuestiones sociales que nos atraviesan.
Además, si un cuadro va a tener más visibilidad en un bar, ¿por qué luchar para que esté en un museo? Si el objetivo del arte es visibilizar realidades, queer en este caso, todo lo que hagamos para movilizar imágenes disidentes, va a jugar siempre a favor de la diversidad.
Los discursos visibles solo se hacen visibles cuando se habla de ellos. Lo que no se comparte, no existe.
Aún queda mucho por hacer en el trabajo colectivo de la visibilidad en México. No solamente tenemos por qué centrarnos en la diversidad sexual. Podemos empezar a dinamitar también los modelos de belleza, explorar las distintas corporalidades que habitamos, o visibilizar los diferentes tonos de piel.
Música queer mexicana
La música como forma de arte también adquiere tintes queer en el contexto mexicano. A continuación, dejamos tres artistas que utilizan su música para canalizar, a través de legados artísticos históricos, toda la imaginería propia de la disidencia y diferencia sexual.
1. Zemmoa
Zemmoa es una mujer artista trans. Entró en la escena musical en el 2010, año en que todavíalo trans y lo no binario era extraño. Zemmoa dijo abiertamente que era trans en uno de sus espectáculos. Lejos quedan ya sus inicios en clubes alternativos y bares LGTB, pues actualmente su trabajo tiene un peso importante en la cultura pop y la música azteca.
Sigue siendo una gran referente activista en la lucha por los derechos de las mujeres trans y sus letras hablan de sus realidades. Por ejemplo, su canción Velocidad, sobre el deseo de una mujer trans de que la amen.
2. La bruja de Texcoco
Según la leyenda, la bruja de Texcoco nació cuando un curandero fue a hablar con una maestra de escuela. Cuando la vio, le dijo el futuro que había visibilizado para ella: “Eres una mujer y eres de mis brujas’’. Entonces ella aceptó su destino, por lo que cambió su vestuario masculino por faldas mexicanas bordadas llenas de elementos típicos de la región de Juchitán.
La Bruja De Texcoco ha reinventado todo aquello que pueden hacer los artistas LGBTQ+ de México. Usa las tendencias como la música pop, electrónica o incluso baladas y adapta los sonidos que tradicionalmente han dado forma a la historia de México. Desde la música precolombina hasta estilos regionales como el huapango y el son jarocho, añadiendo ritmos contemporáneos.
También interpreta canciones tradicionales que se remontan a la época de Revolución Mexicana, como los boleros, para eliminar su tinte machista y añadir letras sobre el orgullo y la diversidad.
3. Flor Amargo
El trabajo de este artista queer es una combinación de inspiración y orgullo. Sus inicios se remontan a la época en que se hizo conocida su canción La Loca del Metro. La cantaba dentro de los vagones para conseguir algunas monedas y darse a conocer.
La pasión con la que interpretaba covers y temas originales no dejaba indiferente a nadie. De los vagones se fue a las calles y empezó a componer música clásica y versos de cumbia. Y de ahí pasó a los grandes escenarios de todo el mundo ya la fama.
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Conclusiones
El arte nos permite jugar y crear polémica al mismo tiempo. Es capaz de tomar a líderes históricos de la Revolución mexicana para presentarnos a Emiliano Zapata en un contexto LGTB como nunca lo hubiéramos imaginado.
En el contexto Mexicano, el arte se está convirtiendo en el arma de cambio más poderosa que tiene su sociedad. Y al igual que en su historia sigue latiendo el furor Revolución Mexicana, en su presente la verdadera revolución está en sus artistas, que con su creatividad dan espacio a una nueva revolución libertaria: la de la diversidad.