Cruising: la histórica práctica sexual en espacios públicos

Foto: Envato

Hace unos días caminaba con dos amigos por un sendero rodeado de árboles, este espacio quedaba entre un Centro Comercial y un río. Mientras avanzabamos, uno de ellos nos contó que estábamos en uno de los lugares predilectos de muchas personas LGBTIQ+ del sector para hacer cruising.

En un punto de nuestro recorrido, los árboles, el sol escondiéndose por el oriente y los altos muros del centro formaban el lugar propicio para el nacimiento de espacios oscuros, en los que solo era posible observar unos cuantos zapatos a la espera de una señal.

pareja en el parque
Foto: Envato

El cruising, o sexo en público, no es un tema nuevo, se trata de espacios clandestinos en los que se encuentran personas, generalmente homosexuales, para tener sexo casual con quien esté interesade en hacerlo. Esta práctica es común en muchas partes del mundo, incluso algunos países tienen su propia jerga para nombrarlo, como es el caso de Argentina donde estos lugares son denominados “teteras”.

Se trata de espacios abiertos o cerrados en los que concurre poca gente y que están disponibles para este tipo de encuentros, tales como parques, bosques, baños públicos, saunas, cines e, incluso, el transporte público. Un lugar muy común es el último vagón del metro de Ciudad de México.

La historia del Cruising

Según Juanjo Villalba en Men’s Health, el origen del término ‘Cruising’ es difícil de ubicar, sin embargo, se puede relacionar a la palabra holandesa ‘kruisen’ que significa ‘cruz’; un concepto usado anteriormente para expresar el instante en que una persona se cruzaba con otra y por medio de miradas aceptaban el pacto sexual implícito.

También, se dice que su origen se podría encontrar en el bar Booze n’ Cruise, ubicado en el sector estadounidense de Albuquerque, Nuevo México. Este lugar se hizo famoso por su apertura y posibilidad de encuentros casuales entre hombres durante la época de los setenta.

pareja agarrados de la mano
Foto: Envato

Según una investigación de Patricio Simonetto, el proceso de acumulación y estructuración del capital entre finales del siglo XIX e inicios del XX en América Latina dio paso a procesos —aún inacabados— de industrialización y migración de la vida campesina a las recién constituidas ciudades. Esa movilidad horizontal de mano de obra significó para las personas pertenecientes a las minorías sexuales y de género una suerte de mezcla entre la libertad del anonimato y la masividad; pero también, la del riesgo de represión y violencia.

Aunque los años 50 y posteriores estuvieron marcados por la aparición de la mujer y de la juventud como sujetes políticos, los canones de moralidad, la importancia de la familia —heterosexual y patriarcal—, los roles de género y la orientación sexual hegemonica hicieron que las posibilidades de socialización entre personas disidentes fueran peligrosas y, por lo tanto, relegadas a la clandestinidad.

pareja
Foto: Envato

En esa medida, conocer a otras personas y establecer vínculos con ellas solo era posible en ciertos espacios relativamente seguros. Entre ellos, los lugares poco habitados a donde las personas iban a socializar o tener sexo casual. Esta práctica se extendió con los años hasta que la liberación LGTBIQ+ tomó fuerza y empezaron a nacer espacios cada vez más visibles. Como es el caso de toda latinoamérica donde hay establecimientos destinados específicamente para esto y que están abiertos al público.

Según Fernando Ramírez, solo en Bogotá hay cerca de 50 cines y 15 saunas para encuentros sexuales o cruising. Esto, sin contar espacios abiertos como parques —cuya mayor representación es Parque Nacional—, bosques, baños y Centros Comerciales, que también son sitios donde abunda esta práctica.

Entre miradas, guiños, señales y peligros

Este proceso es un pacto implícito que se encuentra cargado de signos y señales, en las que siempre debe mediar el consentimiento. Al ser algo clandestino, está acompañado de cierto misterio que lo hace algo más atractivo para las personas. Sin embargo, es importante que ese disfrute y placer estén acompañados de medidas de precaución para disfrutar del momento.

La primera de ellas, es que estos encuentros siempre se deben hacer con condón, por cuidado mutuo entre quienes participan. Así mismo, es inevitable reconocer que los espacios públicos y alejados suelen contar con poca seguridad, por lo que pueden ser centros agresiones.

Por ello es recomendable seguir estos consejos:

  • Tratar de estar con personas de confianza, o que por lo menos el primer acercamiento lo sea.
  • Elegir un lugar en el que haya fácil acceso a vías alternas de emergencia.
  • Compartir ubicación y mantener contacto con alguna persona cercana para que esté al tanto de dónde te encuentras.
  • No recibir bebidas o alimentos que no se encuentren sellados.
  • No brindes información innecesaria sobre tí y que te pueda poner en riesgo.
  • Evita llevar objetos de valor.
  • Siempre procura que haya consentimiento de ambas partes y que el encuentro sea satisfactorio para las personas involucradas.
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