En el barrio La Macarena de Bogotá, exactamente en la carrera 4A con 26C, hay una puerta dorada que lleva a la galería comercial de arte contemporáneo y laboratorio “Espacio El Dorado” fundado en el 2015.
Actualmente es el lugar de exposición de “El Jardín de Epicuro” que “invita a un mundo en el que sea posible ser y entenderse sin apelar a metodologías clasificatorias y segmentarias y, particularmente, por fuera de comprensiones normativas de género, genealogía y descendencia”.
Este ciclo nos lleva a través del tiempo de la mano de tres artistas principales: Flor María Bouhot con “El tiempo de las luciérnagas”, Manu Mojito y su exposición titulada “La misma, pero otra” y “Delirio Carnal” de Felipe Lozano.
A las 9 A.M., con el sol bogotano pegando fuerte y el frío colándose por los rincones de la exposición, hablamos con el director de Espacio El Dorado, José Darío Gutiérrez, sobre El Jardín de Epicuro.
¿Cómo nace la idea de la exposición del Jardín de Epicuro?
Funcionamos a partir de conversaciones, entre todos los que conformamos el equipo, con los insumos de lo que sucede en el día a día. Un desafío muy grande en la comunicación y con las dificultades que los nuevos medios de comunicación nos imponen porque es muy difícil acertar. Trabajamos sobre ese concepto de darle lugar a aquello que no es apreciado, aquello que es mal apreciado o aquello que creemos que valida o mantiene unas condiciones hegemónicas.
Teniendo en cuenta que se venía el mes del orgullo y a raíz también de la campaña política presidencial donde surge la descalificación mediática, sobre todo de la gran prensa, sobre las expresiones de Francia Marquéz en relación con “el vivir sabroso”, en el equipo caímos en cuenta que básicamente está haciendo referencia al epicureísmo, entonces decidimos trabajar sobre esto.
También te puede interesar: DEVOTION NFT: el arte digital que potencia la inclusión
No es una intención del espacio ser un lugar de activismo, sino que pretende ser un lugar de reflexión que es lo que finalmente es el arte contemporáneo hoy en día: no es un arte de oficios, sino un arte de pensamiento. Según dice la descripción de este ciclo de exposiciones:
“Hacia el año 306 A.C Epicuro se estableció a las afueras de Atenas y creó un espacio en el que eran admitidas personas de toda condición y clase: mujeres, esclavos, prostitutas, seres virtuosos y disolutos (…) Un centro de reunión y de convivencia entre sujetos que compartían una forma de entender la existencia y el mundo”
En las artes plásticas el epicureísmo es un concepto que seguiremos desarrollando, pero en ese momento específico se cruzó con algo que ya habíamos vislumbrado alrededor de la condición de género y decidimos abundar y fundamentar desde el epicureismo. Hicimos una revisión de los artistas que conocemos y miramos qué otros podrían aportar.
Ya teníamos en la mira o dentro de la gestión de la galería a tres artistas que son fundamentales en este proyecto porque nos permiten una línea del tiempo y una oportunidad de aprender la manera de aproximarse a la condición de género.
Hablemos de les tres artistas…
Estas tres personas son Flor María Bouhot, que es un artista de los años 80. Luego Manu Mojito, un artista de los noventas hasta hoy y Felipe Lozano, un artista que es inicial y jovencito. Esas tres generaciones y esas tres maneras de presentar las cosas es lo que pensamos que nos permitirá, desde el punto de vista teórico, hacer reflexiones y aprendizajes.
En la primera actividad, que se realizó el sábado 6 de agosto, se puso en tela de juicio, de manera transparente y sinceramente las dificultades de la aproximación al otro. La mirada de Flor María, que fue quién participó en la charla, es hacia lo exótico, hacia el color, la forma, el espectáculo, el show y la rareza.
Esa mirada curiosa, miedosa y consciente de estar en un sitio indebido para ella, tanto por la seguridad como por ser un lugar equivocado, se ve muy bien en una secuencia de diapositivas de archivo en la exposición. Este fue un proyecto de finales de los 70 e inicios de los 80 en una zona de peligro y tolerancia en Guayaquil, Medellín.
Teníamos mucho interés en darle valor a Flor María pero, asimismo, teníamos la idea de que presentarla era todo un desafío porque, ¿cómo traes hoy cosas que pasaron anteriormente? Sobre todo con la inmisericordia de las redes sociales donde una salida en falso de cómo presentas las cosas puede ser fatal y destruir cualquier buena intención.
También leer: 3 representantes de Arte Queer Contemporáneo de América Latina que debes conocer
Por esto necesitábamos apoyarnos en alguien más y vamos donde Manu. Conocíamos ya su trabajo y le proponemos la presentación de su proyecto “La familia Crawford” que empataba muy claramente como una segunda etapa a la que Flor María presentaba.
Con esta exposición Manu daba una idea de cómo las personas empiezan a salir del prostíbulo y lograr una convivencia privada mucho más natural. Entonces, este artista nos llama la atención y presenta la idea de nuevos espacios, otras historias, otros desafíos que vienen muy de la mano con su trabajo, el activismo que realiza y con el servicio colaborativo que hace porque, finalmente, es un promotor, productor, un facilitador de procesos y un constructor de sus propias posibilidades.
Manu es supremamente comprometido para continuar esos procesos de desafíos de las situaciones que las sociedades establecen. Anima mucho este trabajo que estamos haciendo en el sentido de pensar que si él tiene que pasar por ciertas situaciones hay muchas personas que también viven estas circunstancias, sobre todo en la sociedad tan cerrada.
Ya luego, naturalmente, la inclusión de Felipe es necesaria porque no tiene los mismos desafíos y, sobre todo, no tiene los mismos complejos, las mismas cicatrices y las mismas taras que las generaciones pasadas.
Nos presenta entonces un proyecto que yo llamo ingenuo, en el sentido de que es muy básico y muy elemental, que sí corresponde a esta nueva generación y a las maneras en las que ahora se accede a la educación sexual y a la condición de género que, finalmente, es totalmente abierta.
De hecho, él mismo reflexiona sobre el exceso de información que hay y cómo el exceso de información se vuelve una cosa casi que indefinible y eso lo resuelve plásticamente de una manera virtuosa.
Felipe cierra con una pieza que sí que es absolutamente elemental, y por ello es que me parece absolutamente brillante, que es una reflexión sobre el filtro Polaroid que traen las televisiones actuales. La pantalla como tal la ves blanca y es blanca, son haces de luz que vienen en una determinada manera y se le pone delante el filtro Polaroid.
Entonces fíjate que es un mensaje absolutamente histórico o mantenido de que finalmente las cosas son del color del cristal con que se mire.
Puede interesarte: Sebastián Santafe : el arte como activismo
También sobre cómo ese proceso de educación está mediado siempre por algo; preguntarse entonces qué tanto esa mediación es necesaria o no y aunque creas que tienes acceso libre a la sexualidad o a la pornografía, por ejemplo, no quiere decir que no estés siendo filtrado de algún lado.
Tengo entendido que, además de estas tres personas principales, hay más artistas que hacen parte de “El Jardín de Epicuro”…
Dentro de la dinámica de la galería, de darle un lugar a unos artistas que vienen colaborando e impulsando sus carreras, se hace siempre una exposición colectiva donde se incluyen piezas y reflexiones de esos artistas o de otros invitados que creemos que ayudan a ampliar las aristas y los vectores de la problemática y que le dan un lugar permanente. Es decir, son artistas que están reflexionando sobre el acontecer y el mundo en el que estamos viviendo.
Al principio de nuestra conversación usted me habló sobre como el propósito del arte contemporáneo es crear reflexión. Siendo así, ¿cuál sería la reflexión que debería generar El Jardín de Epicuro en las personas después de ver este ciclo de exposiciones?
Tan simple como: “carajo, me he equivocado, no he considerado suficientemente esas situaciones, me ha faltado responsabilidad y curiosidad en analizar las cosas”.
Pretende ser invitación a admitir culpas propias, porque es que el gran desafío que tenemos como seres humanos, en el que poco han ayudado los pensadores y sobre todo nuestra construcción occidental, es la facilidad con que resolvemos las situaciones echándole la culpa al otro, ¿no? Entonces El Dorado siempre tendrá la intención de invitarte a decir: “yo soy parte del problema, debo pasar a ser parte de la solución”.