Uno de los temas más fascinantes en la historia de la sexualidad, y concretamente de la sexualidad de la mujer, es el diagnóstico de histeria femenina, que ha estado presente a lo largo de la historia.
Etimológicamente, la palabra histeria procede del griego, hystéra que significa útero. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la define como:
Histeria. f. Med. Enfermedad nerviosa y crónica, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos.
Sin embargo, aunque pueda parecer cosa del pasado, es un término que aún seguimos escuchando para referirse de forma despectiva hacia las mujeres. ¿Son de verdad unas histéricas? ¿De dónde nació todo esto? En Every, te contamos las curiosidades más interesantes de esta histérica historia.
Historia de la histeria, histeria de la historia
Ya en el Antiguo Egipto encontramos un texto médico en forma de Papiro que data del año 1900 a.C. En él aparece la histeria definida como una alteración del útero. Al estar afectado, este muestra síntomas diversos, y al no satisfacer sus necesidades ni aliviar el malestar, se desplaza por todo el cuerpo.
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Esta teoría del útero viajero será recogida más adelante por autores como Platón (V- IV a.C) o Hipócrates (V- IV a.C), el padre de la medicina. Más tarde, Galeno (II d.C) sigue reproduciendo estas ideas en sus obras sobre biología y medicina.
«Los así llamados úteros y matrices en las mujeres ━un animal deseoso de procreación en ellas, que se irrita y enfurece cuando no es fertilizado a tiempo durante un largo período y, errante por todo el cuerpo, obstruye los conductos de aire sin dejar respirar━ les ocasiona, por la misma razón, las peores carencias y les provoca variadas enfermedades, hasta que el deseo de uno y el amor de otro, como si recogieran un fruto de los árboles.
Los reúnen y, después de plantar en el útero como en tierra fértil animales invisibles por su pequeñez e informes y de separar a los amantes nuevamente, crían a aquéllos en el interior, y, tras hacerlos salir más tarde a la luz, cumplen la generación de los seres vivientes. Así surgieron, entonces, las mujeres y toda la especie femenina»
Timeo o de la naturaleza, Platón
Más tarde, en la época medieva, la idea del útero errante queda un poco de lado. El paradigma dominante pasa a ser el de la histeria como un mal que afecta solo a las mujeres que se han dejado influenciar por el Diablo. Aparecen las acusaciones de brujería a todas aquellas mujeres que disfrutaban del placer sexual, pues se pensaba que estaban endemoniadas.
En esta época, la Iglesia hace uso de su poder sobre la población, y se castiga y persigue a todas aquellas mujeres que estaban poseídas o endemoniadas, y que presentaban síntomas histéricos. Se deja de lado la explicación médica para dar rienda suelta a la superstición y al control de la vida sexual femenina.
A partir del siglo XVI con el interés por la razón y la vuelta a las ideas de la Grecia Clásica por la influencia del Renacimiento y el Humanismo, la histeria deja de ser un síntoma de posesión demoníaca para convertirse nuevamente en una cuestión médica y científica. Este legado es el que finalmente llega hasta los siglos XIX y XX.
Con el paso de los años la medicina no solamente avanza, sino que se profesionaliza. Los médicos son principalmente hombres, y las cuestiones de salud femenina son leídas desde una mirada androcéntrica.
Se empieza a reconocer que la mujer también tiene instinto sexual, y que gracias a las relaciones sexuales puede mantenerse saludable. Se pone en el centro el sexo con fines meramente reproductivos; un útero saludable es aquel que se utiliza con frecuencia. Hasta ahora, no se ha subrayado la importancia del placer.
Tratamientos y orgasmos
Hasta la llegada del psicoanálisis, la histeria se trataba de diferentes maneras. Al principio se llevaban a cabo las llamadas sufumigaciones. Esta técnica o tratamiento consistía en hacer que la paciente se sentase sobre un quemador que producía humos ascendentes. El objetivo era relajar los genitales femeninos para que la histeria desapareciese.
Más tarde, los médicos también empezaron a recomendar dar paseos en bicicleta, viajar en tren o montar a caballo (a veces, con máquinas instaladas en casa para simular el movimiento sobre la silla de montar).
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Las técnicas más modernas recurrían sobre todo a terapias con agua, o bien en balnearios o bien aplicando agua a presión con una manguera sobre los genitales femeninos. Con el paso del tiempo se inventaron terapias más prácticas y menos costosas, hasta que aparecieron los llamados masajes pélvicos.
Estos consistían en estimular la zona genital (masturbación) para conseguir el llamado paroxismo histérico, que no era otra cosa que el orgasmo. Sin embargo, esta técnica no tenía tintes sexuales porque no había coito.
Los médicos llegaron a cansarse de tener que realizar este masaje tan asiduamente, por lo que surgieron aparatos mecánicos para ayudar a mover los dedos. Esto finalmente derivó en la invención en 1870 del vibrador (con forma de falo), de la mano (nunca mejor dicho) de un médico inglés llamado Joseph Mortimer Granville. Era mucho más rápido y efectivo, y con el tiempo se llegó a comercializar para su uso personal. Todo esto queda muy bien expuesto en la película de Hysteria (2011).
Respecto al clítoris, aunque se sabía de su existencia desde mucho tiempo atrás, tardó muchos años en aparecer en los libros de anatomía. Y a pesar de todo, aún sigue siendo un gran desconocido para muchas personas.
Psicoanálisis e historia
A pesar de los particulares inventos para tratar la histeria, es inevitable hablar de este tema sin pensar en figuras relevantes de la historia de la Medicina o la Psicología como Jean-Martin Charcot o Sigmund Freud.
Para los médicos del siglo XIX, la histeria era todo aquel mal que no tenía explicación física aparente, y esto los desconcertaba. Se barajaban dos teorías principales:
- La histeria era una irritación de los órganos sexuales femeninos. Era tratada con presiones en la zona o aplicando hielo. A veces se realizaban intervenciones quirúrgicas del clítoris.
- Era una invención de las mujeres.
Charcot no estaba de acuerdo con ninguna de las dos, y pensaba que estaba causada por una degeneración hereditaria del cerebro. Además, fue uno de los primeros en atreverse a afirmar que no solamente afectaba a las mujeres y que existían casos de histeria masculina.
Más tarde, Sigmund Freud, que se había formado con Charcot en París, empieza a plantear que la histeria podría ser de origen psicológico y que no tenía por qué haber una causa física.
Freud es un personaje histórico muy atacado y admirado al mismo tiempo. Sus trabajos fueron criticados, pero es cierto que también acumuló muchos logros importantes en el campo de la sexualidad y la terapia. En relación a la histeria femenina, Freud era hijo de su tiempo y también trató de curarla mediante su práctica psicoanalítica.
Sin embargo, él sería quien escuche todos los sufrimientos que las mujeres histéricas le contaban en terapia, en una época en que nadie más salvo él legitimaba sus malestares.
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Siglo XX y XXI
En el siglo XX la situación de la historia empeora y los síntomas empiezan a ser leídos de forma aún más patologizante. A la mujer histérica se le recetaba, por ejemplo, descansos prolongados, y al ser muchas de ellas diagnosticadas como enfermas, esto dificultaba entre otras cosas su inclusión al mundo laboral.
Entre los síntomas de la histeria podemos mencionar alucinaciones, parálisis musculares, convulsiones, tos nerviosa, vómitos, afonía, mutismo, amnesia, disociaciones, irritabilidad, ansiedad…
Pero, si la irritabilidad o la ansiedad es histeria, ¿Cuántas personas histéricas habitan en el mundo? Todo esto revela un profundo desconocimiento por parte de la medicina, al tiempo que la medicalización de las mujeres generaba un enorme beneficio económico.
Como curiosidad, ya en XIX, las tres cuartas partes de las mujeres eran consideradas ‘enfermas’ a causa de la histeria, malestar que se convirtió en el mayor mercado terapéutico de todo Estados Unidos.
También podríamos mencionar el tone policing, una tendencia a pensar que la mujer que está exponiendo algo pierde autoridad y criterio si alza el tono de voz o se muestra alterada. Una mujer que ‘parece una histérica’ al perder los estribos, pierde también la legitimidad de su discurso si alza la voz, por muy coherente que este sea.
Pero ya sabemos que esa ‘rabia-histérica’ no es producto de ningún malestar físico. Lo que ocurre, como dice Pamela Palenciano en su famoso monólogo de No solo duelen los golpes, es que:
«Las mujeres no somos histéricas por nada biológico, lo somos por aprendizaje sociocultural. Desde niña aprendes a callarte una, dos, tres veces… Y a la cuarta vez que te callas eres capaz de montar pollo en tu casa porque el jersey no estaba la última vez… ¿Sí o no?»
Finalmente, está claro que el adjetivo de histérica se sigue utilizando de manera peyorativa para criticar a las mujeres que alzan su voz en contra de las injusticias o aquellas que manifiestan su rabia. Sigue arrastrando críticas y ataques puramente patriarcales que han permeado prácticamente toda la historia como hemos visto.