Es un hecho! El racismo sigue siendo corrosivo, nos sigue respirando en la punta de la oreja con situaciones tan cotidianas -y las llamo cotidianas por aquello de encontrarse normalizadas en la mente de sus víctimas y victimarios- que para muchas personas comenzó a ser complejo echar una mirada al pasado para tener en cuenta los efectos que el racismo dejó a su paso, y que sigue salpicando las condiciones de quienes son vulnerados ante esta situación.
Nos rodeamos, los unos a los otros, en una sociedad que sufre los síntomas del racismo estructural; tanto, que ante las evidentes manifestaciones de este -y ante aquellas no tan notorias pero igual de dañinas- la respuesta ha sido la negación y la omisión. El diagnóstico es preocupante, es que estamos ante la realidad de que el racismo es parte de la naturaleza de nuestra mirada.
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Racismo Estructural
Para que nos hagamos idea de lo que implica el racismo estructural, tratemos primero de entenderlo. Hablamos de racismo estructural cuando hay una normalización y legitimación de situaciones cotidianas, de políticas públicas y otras prácticas que se manifiestan de manera dañina ante un grupo específico de la población debido a diferentes características tales como: físicas, culturales, de condiciones económicas, entre otras.
El racismo estructural y sus efectos, están presentes en todos lados, y estas disparidades raciales existen en la periodicidad de nuestro diario vivir. Es evidente tanto entre quienes usan lo público como lo privado, en materias de salud, educación, transporte, e incluso, entre los cánones de belleza, inteligencia y privilegio. Sí, el privilegio del que, por ejemplo, no goza la raza negra, y del que los blancos insisten en no tener.
A esto se refería hace 8 años la periodista, autora y activista londinense Reni Eddo-Lodge cuando escribió en su blog “Ya no hablo con blancos sobre el tema del racismo. No todos los blancos, solo la gran mayoría que se niega a aceptar la legitimidad del racismo estructural y sus síntomas” y luego, cuando tres años después en 2017 decidió argumentar aquella postura en su libro “why I'm No Longer Talking to White People About Race” (Por qué ya no hablo con blancos sobre racismo).
Eddo, una mujer negra que se ha dedicado a educar con su lucha ante el racismo en nuestras sociedades, habló hace poco con la BBC de algunos de los temas en los que ella ha sido un referente importante, temas como el privilegio blanco, discriminación, desigualdad y el racismo.
La entrevista llamó mi total atención porque, entre muchas otras cosas, soy una joven de piel oscura que a menudo observa en sus redes sociales la normalización y equivocación de algunos jóvenes blancos al mencionar, primero, que no existe tal privilegio blanco, y que peor aún, también son víctimas del racismo.
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Privilegio blanco ¿por qué es importante hablar del tema?
El privilegio blanco, se basa, nada más y nada menos que en gozar de múltiples ventajas -políticas, de salud, aplicación de leyes, entre otras- por el simple hecho de pertenecer a la raza blanca. Darse cuenta de esto, es también reconocer las distintas formas en las que esto tiene repercusiones negativas sobre las distintas comunidades negras, y, sobre todo, tener una idea de lo que significa ser una persona negra en una sociedad que concibe al ser blanco como un ser superior, intelectual e intocable.
No solo basta con observar los sistemas económicos, políticos, culturales y/o sociales para entender cómo funciona el privilegio blanco; se trata también de analizar los patrones que, dentro de este mismo marco, han sido y siguen siendo repetitivos en relación a las comunidades negras.
Entender el privilegio blanco, es lanzar una mirada a la lista de cosas que una persona blanca puede hacer a diario, dando por sentado que no hacen parte de sus ventajas raciales.
De esto, escribió Peggy McIntosh en 1988, en un artículo en el que enumeró 46 ejemplos del privilegio blanco.
Lo realmente impactante de la lista de McIntosh, es observar que tales beneficios, hacen parte de las experiencias cotidianas de cualquier persona blanca, cuando deberían estar al alcance de cualquiera sin importar su raza.
- Caminar libremente por la calle con la certeza de no ser seguido o señalado.
- Observar en las portadas de los distintos medios de comunicación a personas de raza blanca altamente representadas en lo artístico, lo cultural y las diferentes industrias de la belleza y la moda.
- Encontrar en cada esquina una peluquería dirigida exclusivamente a cubrir los cánones de belleza propios de la raza blanca.
- Su color de piel no afectará su percepción financiera ante entes bancarios, y/o policiales.
- Su aspecto, independientemente de la ropa que use o el peinado que lleve, no determinará sus intenciones en la sociedad.
- Expresar opiniones políticas a favor o en contra sin ser visto como una posible amenaza o sin estar expuestos a una posible amenaza.
- Pedir hablar con una persona a cargo y poder enfrentarse a alguien de su misma raza.
Entonces, luego de analizar algunos de estos patrones cotidianos a la altura de la raza blanca, y de tener en cuenta que seguramente los familiares de estas personas no fueron ni esclavizados ni colonizados, me pregunto: ¿Hay falta de educación cultural e histórica en aquellas personas que no son capaces de ver el privilegio blanco cuando se habla de raza? ¿En qué argumentos históricos se basan las personas blancas para mencionar que existe un racismo que claramente no los ha tocado en ninguno de los sectores de la sociedad?
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Reni, mencionaba ante la pregunta de cómo se sentía al debatir con aquellos que insistían en la existencia del racismo antiblancos, que: “Tenemos que hacer un análisis del poder. Hay muchas maneras en que la gente que se percibe como blanca puede ser discriminada, pero no tienen mucho que ver con el hecho de que sean blancos. […].El panorama general no muestra que los blancos estén sufriendo de racismo estructural en la sociedad porque son blancos”.
¿Qué argumentos podríamos usar para decirle a una persona negra que hay racismo antiblanco cuando evidentemente en la historia, fueron las personas negras a quienes se las esclavizó, humilló y deshumanizó?, ¿Cómo le decimos a las jóvenes negras que han tenido que alisar su cabello para poder entrar a un trabajo, que las personas blancas sufren de racismo? o, a aquellas personas negras discriminadas por no ser dignas de sentarse al lado de una blanca en un transporte público.
Díganle a les niñes de cabello afro que han tenido que raparlo o cortarlo para ser dignos de entrar a una escuela –porque su cabello es sinónimo de “desorden” y “suciedad”-, que son las personas blancas quienes están sufriendo de racismo ahora.
En Colombia, por ejemplo, el racismo es una herida abierta y sangrante que todavía salpica una gran variedad de escenarios; uno de ellos, puesto en representación por el Paro Nacional del 2021, el mismo en el que murieron y desaparecieron más de 25 jóvenes negros pertenecientes a la ciudad de Cali.
Si retrocedemos un poco más, en el año 2020 en la ciudad de Medellín, una joven afrodescendiente y manicurista, fue víctima de racismo por una de sus clientas, quien le negó la entrada a realizar su trabajo por el simple hecho de ser negra. Este es el diario vivir de muchos jóvenes y niñes pertenecientes a comunidades negras. A esto y más deben enfrentarse para ir a estudiar, para ir a trabajar y hasta para salir a divertirse.
Y aunque en este momento Colombia se encuentra con lo que podría llamarse una de las primeras apuestas para contrarrestar el racismo en el país, con la primera mujer negra candidata a la presidencia del país, Francia Márquez, me pregunto: ¿Por qué no había, anteriormente, apuestas de cambio evidentes por parte de los gobiernos para erradicar los efectos del racismo estructural en el país?
Termino mencionando, entre otras de las muchas cosas que rescato de la entrevista a Reni Eddo con la BBC y que podría seguir explicando aquí porque son fundamentales para entender, por lo menos, uno de los tentáculos y las externalidades dañinas y crónicas que ha tenido en racismo en la historia:
“No condeno completamente a la gente que entra en esa negación, porque viene de una imagen idealista del mundo, pero sí condeno a la gente que, frente a evidencias concretas, sigue negando que hay racismo. Es preocupante e imprudente” .