Los juegos olímpicos más atípicos de la historia han llegado a su fin, pero para muchos atletas su vida profesional y personal acaba de empezar. Tokyo 2020 ha resultado ser una cura de humildad para todos aquellos que aún en el siglo XXI reniegan de los derechos LGBT+, o lo que es lo mismo de los derechos humanos. Porque la visibilidad dentro del deporte aún constituye uno de los grandes tabús que impiden la inclusión completa del colectivo dentro de este mundo.
Deporte e inclusión LGBT+
Es difícil encontrar atletas y deportistas de élite que hayan hablado abiertamente de su orientación sexual y, menos aún, de su identidad de género. El halo de incertidumbre y miedo que envuelve al hecho de vivir tu identidad de forma libre, de cara a enfrentar la opinión pública, requiere de fuerza suficiente como para afrontar el miedo al rechazo, las burlas, los insultos…Cómo si por ya de por sí ser deportista de élite no fuera suficiente presión.
En la memoria, el reciente caso del español Víctor Gutiérrez, waterpolista profesional con más de 70 internacionalidades, que años después de convertirse en baluarte por los derechos del colectivo aún tiene que escuchar ‘maricón’ por parte de algunos de sus compañeros de profesión.
Los focos de homofobia, por desgracia, no son aislados y menos aún en deportes minoritarios que no cuentan ni con atención mediática ni con los recursos necesarios para combatir este tipo de agresiones. Sin embargo, y como en casi todo en esta vida, la clave está en la educación temprana en las categorías inferiores, en la enseñanza de valores y respeto hacia cualquier persona. Porque en el deporte, y no sólo en el de alta competición, existen grupos imprescindibles que participan también aunque no sean tan visibles.
Personas que son determinantes para el desarrollo de esta carrera: padres, entrenadores, cuerpos técnicos, etc. Necesitamos de un cambio social a través de una estructura pedagógica que asuma la inclusión dentro de las aulas y del deporte, y que determine de forma estructural y simbólica el deporte cómo institución.
Es evidente que, a lo largo de la historia, muchos deportistas se han escondido ante el estigma que supondría para su carrera el ser tachados y juzgados como gays o lesbianas, y el relevo a un segundo plano de su carrera deportiva. Por suerte, los jóvenes tienen cada vez más referentes, más personas donde mirarse al espejo y no sentirse solos, auténticos estandartes que reivindican una sociedad más justa y más plural. Y es precisamente pluralidad lo que han demostrado los olímpicos que han participado en estos nuevos JJ.OO.
El legado de los Juegos Olímpicos 2020
La gran cita del deporte mundial nos ha dejado pruebas de que sí se puede. Que cada vez somos más y que no vamos a dar ni un paso atrás ante el reconocimiento de nuestros derechos. En medio de una batalla campal en España a cuenta de la nueva Ley Integral para Personas Trans, la neozelandesa Laurel Hubbard ha hecho historia al ser la primera atleta olímpica trans. Aunque Hubbard no ha conseguido subirse al podio (no pudo clasificarse tras tres intentos nulos en levantamiento de peso de 120kg) su inmensa hazaña, después de un largo camino lleno de obstáculos, la ha convertido en la primera de muchas. Y decimos la primera, aunque estos Juegos Olímpicos también han contado con la participación de Quinn, oro olímpico con la selección femenina de fútbol de Canadá y declarada abiertamente transgénero, de género no binario.
Todo esto no debería ser noticia en pleno año 2021, pero echando la vista hacia atrás y teniendo en cuenta que tan solo hace 30 años la homosexualidad salió de la lista de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, el avance hacia la igualdad y la aceptación de la diversidad es cada vez más fácil. Aún así muchos deportistas prefieren declarar su orientación sexual una vez que se encuentran inactivos debido a la presión mediática, la repercusión y el juicio popular al que pueden llegar a ser sometidos.
La historia del deporte siempre se ha escrito en masculino, más aún bajo cánones de ‘masculinidad’ muy definitorios: fuertes, resistentes y de carácter frío. Entonces el deporte era una manera de adoctrinamiento y formación militar al que solo los hombres podían tener acceso. Todo el que se alejaba de la norma era objeto de escarnio público a golpe de ‘maricón’ o ‘corres como una chica’.
A las mujeres les estaba reservado otro tipo de actividades como la gimnasia artística y el patinaje, deportes que no requerían de fuerza y estaban destinados a mostrar la ‘gracia y delicadez’ de la feminidad.
El mundo del deporte es una realidad social androcéntrica y heteronormativa que al día de hoy sigue requiriendo de mucho esfuerzo de parte del movimiento LGBT por romper estándares y acortar distancias con la sectorización de ciertos deportes que puedan ser categorizados por femeninos o masculinos en diferentes técnicas.
Aún hoy en día sigue habiendo personas que consideran que “lo masculino seguirá siendo masculino y lo femenino seguirá siendo femenino”, como si existiese algún tipo de ley escrita sobre qué es cada cosa. Y sino que se lo digan al gimnasta rítmico Cristofer Benítez. El nombre del tinerfeño ha retumbado con fuerza estas últimas semanas al ser el protagonista inesperado de un ataque homófobo por parte de una medallista olímpica, de origen ruso, quien firmaba esas palabras después de compartir un vídeo de una exhibición de Benítez y asegurando que “mis hijos nunca verán esto y no pensarán que esto es la norma”. Lo que está claro es que la delicadeza de Cristofer dentro del tapiz convierte sus espectáculos en una maravillosa fuerza escénica visual.
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A pesar de todo, el avance por los derechos y la visibilidad del colectivo dentro del deporte es imparable, y la muestra son los 163 atletas y deportistas abiertamente LGBT que han participado en la última edición olímpica, incluidas algunas parejas que han competido en distintas disciplinas e incluso representando a distintos países. La mexicana Anissa Urtez y la estadounidense Amanda Chidester comparten la misma pasión por el softbol y han sorprendido a todos al ser una de las pocas parejas comprometidas de la historia en enfrentarse dentro de unas olimpiadas. Aunque la victoria no pudo ser para las dos, y el oro final recayó del lado de Chidester, ambas han regresado muy orgullosas de su paso por Tokio y pensando ya en su próximo logro personal como matrimonio.
Orgulloso también el clavista británico Tom Daley, y esta vez por partida doble. Tras conquistar su primer oro olímpico (después de dos bronces consecutivos en Londres 12’ y en Río 16’) Daley no dudó en hacer la declaración más importante de su vida al asegurar que estaba “orgulloso de ser gay y campeón olímpico”. Durante su estancia en la Villa Olímpica también ha mostrado su destreza con otra actividad y ha maravillado al mundo con el jersey que ha tejido él mismo a mano durante estas semanas, un pequeño hobby del que reconoció que le ayuda a estar relajado y concentrado para sus competiciones.
Desafíos para un futuro más diverso e inclusivo
Tan importante es el respeto y el amor hacia uno mismo como contar con el apoyo necesario, no solo de la familia o círculo más cercano, sino con toda una red de compañeros y profesionales. Algunas disciplinas, aún muy arraigadas en la tradición machista, todavía impiden que exista un espacio seguro y de confort para las personas LGBT+, como puede ser el fútbol, y más en concreto el fútbol masculino.
Hasta el día de hoy han sido muy pocos los jugadores profesionales en el mundo que han declarado su orientación, y algunos de ellos con un trágico desenlace. No podemos olvidar casos como el del jugador inglés Justin Fashanu, que acabó quitándose la vida ante el escándalo que supuso para su carrera hacer pública su homosexualidad y tras algunas acusaciones de agresión sexual. Por su parte tan solo unos pocos ex jugadores de élite han manifestado su pertenencia al colectivo.
Hace unos años, en 2014, el alemán Thomas Hitzlsperger se declaró abiertamente gay. Lo hizo un año después de su retirada y de haber jugado para equipos tan importantes de la Premier Leage como el Aston Villa o el West Ham. En una de sus tantas entrevistas reconoció que llegó a pensar que si lo hubiese hecho cuando aún estaba en activo habría sido todo más difícil. Para Thomas “la verdadera liberación llegará el día en que nadie se plantee si un futbolista es homosexual o no”. El problema está en la cantidad de insultos de carácter homófobo que aún se escuchan dentro de un campo de fútbol, tanto hacía los jugadores como hacía los árbitros.
Si bien es cierto que los avances en materia de legislación y normativa aún son escasos, el movimiento se está abriendo camino hacia una normalización y equidad, que empieza por detalles que pueden parecer mínimos pero reflejan la gran lucha que hay detrás.
Necesitamos más personas como la estadounidense Raven Saunders, actual medalla de plata de bala olímpica quien no dudo, desde su segunda posición en el podio, en levantar los brazos haciendo una X para expresar todo su apoyo al colectivo y en general a cualquier persona oprimida. Aunque Saunders puede llegar a enfrentarse a una sanción e incluso a perder su reciente metal, debido a la prohibición de realizar protestas políticas en los Juegos Olímpicos, la joven tiene claro que lo más importante son “todas las personas del mundo que están peleando y que no tienen una plataforma para hacer escuchar su voz”. Para Nike Lorenz el COI sí aceptó que pudiera lucir una media con la bandera del arcoíris, y así la alemana pudo continuar con particular tradición desde que empezara a jugar al hockey.
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Los comportamientos que enmarcan negatividad hacia los colectivos LGBT hacen visible todo lo que queda por hacer, por eso aún estamos en el camino del cambio social, y el deporte es y debe ser uno de los vehículos que nos aleje del odio y nos acerque a la diversidad sexual.
Gracias, Megan Rapinoe, por tu elegante fútbol y tu gran activismo social por los derechos del colectivo; gracias, Alana Smith, por recordarnos, escritos en tu skate, que existen más pronombres que el ‘she’ y el ‘he’ y que también podemos usar el ‘they/them’; gracias, Douglas Souza, por atreverte hacer lo que otros sueñan en un país donde aún queda mucho por conseguir; y gracias a todos y cada uno de los deportistas que han participado en estos últimos juegos olímpicos, que han logrado poner el foco mediático en lo realmente importante y han conseguido hacer de Tokio 20’ las olimpiadas más diversas e inclusivas de la historia.