Desde el comienzo de la pandemia la sensación de angustia y desaliento acerca del futuro ha puesto un límite a nuestra capacidad de imaginar futuros diferentes. De hecho, se ha reforzado el sentimiento de nostalgia sobre un tiempo pasado (bastante idealizado) donde no existía el covid y la gente era más feliz. Pero la realidad es que si no pensamos en el futuro alguien lo hará por nosotros.
Utopías
Una utopía es una comunidad o sociedad imaginaria que posee todas las características deseables y perfectas para sus ciudadanos. Este término fue utilizado por primera vez en 1516 por Tomás Moro en su libro “Utopía” donde describe una sociedad ideal en una isla en el sur del océano atlántico. Sin embargo, desde tiempos inmemorables sabemos que las personas han imaginado sociedades distintas, algunas más deseables que otras. Pero lo que es común es que siempre han nacido en un contexto de fuerte insatisfacción acerca de la situación presente, es decir momentos de crisis en donde las personas buscan transformar su situación actual o futuro inexorable. Un ejemplo de la antigua grecia es La República de Platón.
Acciones con miras a un futuro diferente.
Moira Perez, filósofa argentina, sostiene que las utopías son fundamentales para motorizar el cambio social. En este sentido ella propone que no pensemos en las utopías como un mero ejercicio fantasioso, sino más bien como un ejercicio especulativo informado basado en experiencias concretas de la actualidad. Hay experiencias en el presente que nos muestran otros modos de organización y relaciones sociales. Esto quiere decir que, ante esta situación que estamos viviendo es importante pensar en que es posible un futuro mejor de modo que podamos emprender acciones que nos acerquen a aquello que nos imaginamos. De lo contrario, las cosas seguirán su curso o peor, el curso de las personas que sí están pensando en un futuro. Y ese futuro puede ser uno más injusto, menos diverso, con más escasez.