Para aquellas personas que sigan el festival de Eurovisión, quizás hayan leído sobre la polémica en torno a Chanel Terrero, la artista que representó a España en la competencia. Muchas de las críticas tenían que ver con presentar un baile muy sexualizado y con una coreografía marcada por el perreo y empoderamiento. Pero, ¿por qué nos molesta tanto este tipo de baile? ¿Se puede ser feminista y perrear? En esta nota lo descubriremos.
¿Qué es el perreo?
El perreo es un estilo de baile con raíces africanas y latinoamericanas. Tiene su origen en República Dominicana y en Puerto Rico. Con el paso del tiempo se popularizó, extendiéndose a otros lugares cercanos como Panamá, Colombia o Ecuador.
Se llama perreo porque se relaciona con el movimiento de cadera que hacen los perros durante el acto sexual, y aquí es donde nacerán las críticas que comentaremos más adelante. Además, este baile suele ser propio de la conocida música de reggaetón, en la que se fusiona reggae y rap con un ritmo más rápido.
¿Hay una diferencia con el twerking?
Lo cierto es que apenas hay diferencia más allá de algunos matices. Mientras que el perreo trata de simular los movimientos del perro durante el acto sexual, el twerking tiene un origen anterior. Data de los años 90 y, aunque también imita los mismos movimientos sexuales de cadera, se suele hacer a ritmo de hip hop, con una velocidad más rápida o lenta.
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La polémica con Chanel
Las críticas que le llovieron a la representante de España en Eurovisión parecen estar relacionadas en primer lugar con una mirada más colonial y racista del reguetón, en la que comúnmente se juzgan sus letras como machistas y bailes hipersexualizados. Pero ya hemos visto que este género surge de las manifestaciones de comunidades afrourbanas de Puerto Rico. Su origen es afro y está ligado a personas racializadas y clases trabajadoras o precarizadas.
En segundo lugar, las críticas están ligadas con el baile del perreo, con la sexualidad de las mujeres y la forma de exhibir sus cuerpos a través de bailes de corte sensual y sexual. Hablaremos de esto más adelante, pero primero nos centraremos en lo acontecido con Chanel.
«La idea epistémica eurocéntrica y blanca que entiende que la mente es una cosa separada del cuerpo y algo más digno que él, que la carne es la decadencia, que unas caderas redondas son el horror y que, por el contrario, lo bueno, lo bonito, lo apetecible es la mente, es muy estrecha».
—Catalina Ruiz-Navarro, autora del libro Las mujeres que luchan se encuentran para El País.«Nos dicen que si bailamos reggaeton le estamos dando palanca al patriarcado, que no nos estamos respetando a nosotras mimas porque nos estamos prestando a la sexualización, que cómo vas a ser feminista si te gusta enseñar tu cuerpo y hacer público el disfrute de tu sexualidad (…) Si soy feminista entonces se supone que no puedo ser esta mujer que disfruta del rol doméstico, pero si salgo de fiesta y perreo tampoco se puede. ¿Qué sí podemos?»
—Alexandra Figueroa, feminista puertorriqueña para El País.
Con Chanel nace la reflexión de que parece que el disfrute del cuerpo molestara o incluso generara miedo. Veamos a continuación las críticas al perreo, así como las ventajas que desde una óptica terapéutica y feminista puede proporcionarnos este tipo de baile.
Críticas al perreo y empoderamiento
Bailar libremente te puede hacer fuerte y feliz. Entonces, ¿por qué aparecen las críticas, como las que hemos visto con Chanel?
Podríamos decir que las críticas nacen por considerar que se atrae la mirada masculina hacia los cuerpos. Parece que se baila por y para los hombres y se les invita a que toquen los cuerpos femeninos al imitar ciertos movimientos sensuales o sexuales.
Pero no se baila para que te miren; o quizás sí, si alguien quiere hacerlo. ¿Qué tiene de malo si se hace de forma consciente?, ¿Por qué tiene que haber una forma correcta de bailar? y ¿Por qué este tipo de baile no puede ser un ejercicio de libertad?
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En primer lugar, recordemos que la danza es una potente forma de expresión y se puede vivir y utilizar de muchas maneras. Las personas somos seres sexuales y el baile es un gran canal para expresar emociones y sexualidad. No es una excusa para ser cosificadas, sexualizadas o tocadas sin permiso.
El problema no es de la persona que baila o perrea y la culpa no puede caer sobre ella. Ningún tipo de baile ha de ser justificante para que alguien te agredan porque ‘’ella se lo buscó, por ir provocando’’. Esto solo sirve para seguir culpabilizando a las mujeres por todo lo que decidan hacer libremente con sus cuerpos.
Por tanto, quizás todas aquellas personas que critican el perreo tendrían que pararse a pensar qué es lo que les molesta de los cuerpos que bailan y se exhiben. Quizás el problema no es el ejercicio de baile en sí, sino lo que genera ver una mujer ejercer la libertad de vivir y expresar su sexualidad como quiera, disfrutando libremente de su cuerpo y el placer que le proporciona.
Recordemos que a lo largo de la historia siempre se ha tratado de reprimir y controlar la sexualidad de las mujeres, criticando que quieran ser sujetas de placer, conocer sus cuerpos y vivir su sexualidad libremente.
¿Cómo empoderarse con el perreo?
En primer lugar, bailar es una excelente actividad para mejorar el estado de ánimo. Concretamente en el perreo se crea un escenario donde se favorece el juego y la diversión. Los movimientos ayudan a conectar con nuestro cuerpo, liberándonos del estrés. Además, se incrementa el autoconocimiento y mejora la autoestima. También aumenta la alegría y la seguridad en nosotras mismas.
Por otro lado, perrear es un excelente ejercicio para fomentar el empoderamiento femenino. ¿Por qué? Porque nos ayuda a conectar con nuestros cuerpos y nuestras emociones, al tiempo que el goce y disfrute del propio cuerpo ya es en sí mismo un ejercicio de empoderamiento y resistencia.
A nivel terapéutico, perrear tiene muchas ventajas debido a sus particularidades, sobre todo por focalizarse en el segmento pélvico. Este comprende la pelvis y los músculos que la rodean. Al bailar con este segmento, estamos potenciando o liberando energía que se haya podido quedar estancada, como una especie de terapia corporal.
El segmento pélvico además es el centro de la sexualidad, por lo que el perreo se convierte en una herramienta para conocerla y trabajarla desde la música y el disfrute. El concepto de sexualidad es entendido aquí de manera amplia, no solamente centrado en lo genital. Es esa capacidad de conectar con el cuerpo, sentir placer y entregarnos a la alegría de vivir.
Una dimensión inherente a lo humano que tiene que ver con la capacidad de dar y recibir placer, así como de poner límites.
Además del autoconocimiento, perrear permite soltar todo aquello que arrastramos como cargas, como el enfado, la angustia y el dolor. Y puedes expresar al mundo lo que te gusta, como la alegría, la sensualidad y la propia sexualidad.
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Espacios seguros y terapéuticos
La música y las danzas nos llevan a hacernos más conscientes del propio cuerpo y de todas sus partes. Las emociones están siempre a flor de piel. Todo lo que conlleva una actividad física empodera, ejercita, ayuda y te hace sentir fuerte y bien.
En el caso del perreo, se trata de un excelente ejercicio para reconciliarnos con los cuerpos femeninos, cuando desde la socialización de género nos hacen creer que son sucios e indignos. El rechazo a las propias vulvas por ejemplo supone un freno para querer conocernos y aprender a ser dueñas de nuestro placer y nuestra sexualidad.
Los espacios feministas para el perreo no solamente empoderan, sino que son necesarios. Espacios donde a las mujeres no se las critique por mostrar los cuerpos con los que se baila y se disfruta. Encontrar esos espacios seguros de placer donde poder perrear con compañeras supone una revolución.
Como decía la feminista Emman Goldmann: “Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revolución”. Y como decía Omar Feliciano: “nuestra venganza es ser felices y somos felices bailando”.
Además, el perreo es un baile que adquiere un significado potente de control del propio cuerpo, autoconocimiento y empoderamiento. Las mujeres dejan de ser objetos de deseo para la mirada masculina, y se convierten en sujetas activas y dueñas de su deseo, cuerpos deseantes que pueden seducir y jugar con el otro. Cuerpos que se muestran tal y como son, fuentes de placer y de disfrute de la vida.
Finalmente, en los talleres y espacios donde se ejecutan estos bailes, se tejen redes de sororidad y conexiones fuertes con las demás compañeras. Lugares donde bailar disfrutando de la alegría, con la vida hasta arriba, y el perreo hasta abajo.