Los Juegos Olímpicos han estado en el foco, no solo en cuestiones de competencia y medallas ganadas, sino desde el umbral de las hormonas. Y las preguntas son: ¿son un verdadero obstáculo? O tenemos que hablar de ¿misoginia, racismo y transodio en estas competencias de alto rendimiento?
En la prueba de los 200 de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, una de las favoritas es Christine Mboma, atleta de Namibia. Corrió 21.97 en las semifinales, tiene 18 años y es una de esas atletas que tiene hiperandrogenismo.
¿Qué es el hiperandrogenismo? Es un trastorno hormonal caracterizado por una presencia excesiva de andrógenos en la mujer. Los andrógenos son hormonas sexuales masculinas como la testosterona, androsterona y androstendiona. Es decir, su cuerpo tiene más hormonas producidas por la testosterona de lo normal.
Pero la gran polémica se desprende de los dichos de otro deportista, Marcin Urbas ex velocista, quien solicitó una prueba para comprobar fehacientemente Mboma es una mujer.
Es necesario repensar el verdadero objetivo del deporte de competición ¿Por qué las hormonas están bajo la lupa?
Sin embargo, hay reglas que desde 2016 están vigentes en el COI que permite que personas como Mboma, Masilingi y Hubbard puedan competir durante los Juegos Olímpicos.
La ley señala que no es necesaria la obligación de someterse a una operación para participar y asegurar una competición justa. Negar la participación va en contra de los derechos humanos, sin embargo, establece que se debe tener un máximo de 10 nanogramos de testosterona por mililitro de sangre para poder participar en pruebas femeninas, por lo que las tres atletas cumplen con ese requisito, por lo tanto las quejas realizadas por Urbas no tendrían ningún tipo de sentido.
¿Se podría decir que el tema hormonal es la nueva barrera que se debe derribar?