El voto femenino, o sufragio femenino, se refiere a la posibilidad de voto de las mujeres para elegir y ser elegidas.
En 1848 las feministas norteamericanas reunieron a unas 300 personas en la convención que daría lugar a La Declaración de Sentimientos de Seneca Falls. Es uno de los momentos en que, como grupo, las mujeres se sienten al fin solidarizadas bajo un mismo objetivo: conseguir el voto femenino.
Una de las consignas del movimiento del sufragio femenino surgido en Seneca Falls fue la de “No taxation without representation” que reflejaba las demandas de las mujeres que consideraban el voto un derecho ineludible. Y con estas voces cada vez más sonoras fue que empezó la lucha por conseguir el voto de la mujer en diferentes partes del mundo.
Quizás te puede interesar: ¿Por qué el feminismo es bueno para tu bienestar?
Seguían muy presentes los grupos que se oponían, al considerar el voto una cuestión burguesa. Pero gracias a una historia de años y años de lucha, finalmente este objetivo fue obtenido en diferentes países del mundo. En every, te contamos toda la historia.
Voto femenino: primeros pasos
En primer lugar, en Estados Unidos, las reivindicaciones por el voto femenino se fusionaron con las demandas de entrada al mercado laboral. Se creía que la posibilidad de trabajar supondría para todas las mujeres el poder beneficiarse de los adelantos de la revolución industrial. El voto, sin embargo, se consideraba una victoria mínima en comparación con los ansiados derechos laborales.
A pesar del gran impulso social que tuvo lugar a finales del siglo XVIII desde Francia, con todo el movimiento ilustrado, y también en Estados Unidos, no fueron precisamente las francesas, ni las norteamericanas las primeras en conseguir su derecho a votar.
En aquel momento, tomaron la delantera las mujeres británicas. En 1903, en Inglaterra, Emeline Pankhurst formó, junto con sus hijas, la Womens Social and Political Union (Unión Social y Política de Mujeres), iniciaron un movimiento con la intención de promover la aprobación del voto femenino.
Al principio sus tácticas eran pacíficas, pero poco a poco fueron implementando ataques a establecimientos comerciales y a propiedades privadas. Incluso empezaron a irrumpir en mítines políticos y toda clase de lugares reservados a hombres formulando la pregunta: ¿Dará el gobierno liberal el voto a las mujeres?
A las activistas encabezadas por Pankhurst se les llamó “Las suffragettes”, con un tono despectivo, para distinguirlas de “Las sufragistas” que no infringían la ley y tenían un tono más moderado. Estas estaban lideradas por otra figura feminista intelectual: Millicent Fawcett.
La vía de la política formal para conseguir el voto para las mujeres inglesas estuvo en pie de lucha muchos años. La primera iniciativa formal vino de la mano del filósofo John Stuart Mill, quien en 1866 intentó sacar adelante una ley a favor del voto femenino, pero no consiguió suficientes apoyos. La falta reiterada de resultados motivó a las suffragettes a usar la violencia como herramienta de lucha.
Tras los arrestos, el movimiento de mujeres intentó que se les tomase en cuenta como presas políticas, pero no lo lograron. El voto femenino no se consideraba importante. Ante las huelgas de hambre que las suffragettes programaron para protestar, el Estado decidió su alimentación forzada. Las continuas acciones violentas les hicieron perder su popularidad mientras seguían siendo encarceladas.
Primera Guerra Mundial y primeras victorias en materia de sufragio femenino
El movimiento por el voto de las mujeres quedó paralizado por el inicio de la Primera Guerra Mundial. Se puso en primer plano la defensa de los intereses de la nación, por lo que las mujeres crearon organizaciones a favor de la defensa y la paz. El conflicto armado las obligó a entrar en el ambiente industrial para servir de apoyo durante la guerra. Esa incorporación forzada de las mujeres a los espacios fuera del hogar generó un clima de unión importante.
Terminada la guerra, la mayoría de los países de Europa dieron a las mujeres el derecho al voto, pues no podían resistir por más tiempo la negativa.
Fuera de Europa, Nueva Zelanda y Australia lo habían aprobado en 1893 y 1902 respectivamente. Dentro de Europa, los primeros países en aprobarlo fueron: Dinamarca (1915); Alemania y Suecia (1919); Gran Bretaña (1918), pero solo para mujeres mayores de 30 años y en 1928 para mujeres mayores de edad; Austria, Luxemburgo e Irlanda (1918) y la Unión Soviética (1917).
También leer: Una radiografía del patriarcado
Estados Unidos no reconoció el derecho al voto universal hasta 1920. Paradójicamente, aunque la presión por el derecho al voto de las mujeres y el reconocimiento de la ciudadanía tuvo una gran fuerza en Francia, a causa de la Ilustración, las mujeres francesas solamente consiguieron votar después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Lo mismo sucedió con Italia (1946). En Suiza no lo conseguirían hasta 1971.
En España, al principio se aprobó el derecho de las mujeres a ser elegidas, pero no a votar. Más tarde, Clara Campoamor (Del Partido Radical), y Victoria Kent (Del Partido Radical Socialista) debatían sobre el derecho al voto de las mujeres. Mientras Campoamor era partidaria del respeto por unos derechos que eran universales, Kent consideraba que el sufragio femenino era un obstáculo a la unidad necesaria para consolidar la República. Finalmente, en 1931 se aprobó el derecho al voto.
El sufragio femenino en Latinoamérica
En América Latina, las mujeres ya conocían el discurso ilustrado y el de los Derechos Universales provenientes de Europa y Estados Unidos. Por eso, en la mayor parte de los estados latinoamericanos la lucha por el voto femenino estuvo siempre acompañada del concepto de ciudadanía para las mujeres.
El primer país en el que votaron las mujeres fue Uruguay, en 1927. Sin embargo, el voto femenino no se aprobó hasta las elecciones generales de 1938. Con Paulina Luisi a la cabeza, junto con Fanny Carrió y otras tantas mujeres.
Sin lugar a duda, el país que se hizo mayor eco de movilización de las mujeres a principios del siglo XX fue Argentina. Esto se debió a la rápida incorporación que tuvieron al mundo del trabajo y a la conexión con los partidos socialistas y las organizaciones anarquistas del país.
La alta migración de exiliadas desde Europa y las ideas socialistas y anarquistas ayudaron a las mujeres argentinas a lograr apoyos dentro del país. Las sufragistas argentinas no solo querían conseguir el derecho al voto, sino también poner sobre la mesa temas como medidas de protección para las embarazadas y sus familias o mejoras en las condiciones de trabajo. El voto se logró en 1947.
En Perú, la rápida incorporación de las mujeres a la industria las hizo entrar en contacto con los sindicatos que desde 1908 peleaban por la jornada de 8 horas diarias. Este objetivo se alcanzó en 1918.
Más tarde, en 1936, se creó la primera organización de mujeres desde distintos sectores políticos, pero con las mismas reivindicaciones. Su objetivo era sentar las bases para que las mujeres estuvieran presentes en temas como la igualdad de derechos sociales, de salarios, la creación de guarderías, entre otras. Ese movimiento tendría el apoyo más tarde de una organización estudiantil que se enfocaría en la obtención del voto femenino. Las mujeres peruanas lo consiguieron en 1955.
En México, la revolución mexicana (1910-1917) creó un clima político propicio para que las mujeres se organizaran. Tras haber colaborado en la propia revolución, ya habían logrado un reconocimiento importante. Hermila Galindo, del movimiento constitucionalista y Elvira Carrillo desde el socialismo, se presentaron a las elecciones de sus provincias en 1918 y 1925. Su triunfo en las urnas no fue reconocido por los colegios electorales. Durante las décadas siguientes las reivindicaciones sufragistas perdieron fuerza y el voto no se consiguió como derecho pleno hasta 1953.
En Panamá entre 1907 y 1914 llegaron muchos norteamericanos en torno a la construcción del canal. Las mujeres se vieron influenciadas por las ideas de la buena familia. Se formaron varias organizaciones y clubes de mujeres o incluso fundaciones de beneficencia. Esto significó un enfrentamiento constante entre las ideas feministas y las teorías en torno a la maternidad y las labores domésticas.
Puede interesarte: Un retroceso de 49 años: Estados Unidos revoca el derecho al aborto
En 1923 se crea el Partido Nacional Feminista, que, en alianza con el anarquismo, el socialismo y otras fuerzas consigue participar en las elecciones. Todas esas acciones hicieron que el derecho al voto de las mujeres se hiciera realidad en 1941.
En Colombia la lucha por el voto femenino estuvo marcada por la pugna de poder entre los liberales y los conservadores. Asimismo también estaban divididas las propias sufragistas. Las más cercanas al sector más tradicional pensaban que la reivindicación del voto sería suficiente. No tenían interés alguno en consolidar su ciudadanía, pues estaban convencidas de que los deberes con la familia eran los únicos y más importantes. Esa visión maternalista subrayada por Lola G. Luna limitó sus intereses y dividió la lucha.
Más tarde, el grupo liberal liderado Ofelia Uribe de Acosta apostó por una ciudadanía más amplia que asegurase la independencia económica, el derecho a la propiedad y el acceso a la educación. De nuevo fue la violencia la que ralentizó el proceso y desde 1948 hasta 1954 el movimiento fue menos intenso. Las mujeres empezaron participando en la Asamblea Constituyente que sacaría al país de la confrontación política. Al fin, el derecho al voto de la mujer en Colombia fue aprobado en 1954.
Conclusiones
Para cerrar este artículo, nos quedamos con una frase célebre de la también célebre filósofa y escritora feminista Simone de Beauvoir que nos recuerda por qué es importante no olvidar la historia de lucha por los derechos de las mujeres:
“No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.