“Existe un mundo semioculto, aquí en Buenos Aires, donde las relaciones humanas se desarrollan en términos de dominante y dominado, de activo y pasivo, de ama y esclavo. Un mundo donde el castigo y la humillación son un acuerdo establecido y aceptado por ambas partes”
Haciendo la tesis me topé con un texto titulado Esclavos del deseo escrito por Daniel Rivera. En esta crónica, el autor se sumerge en prácticas sadomasoquistas en Argentina e investiga, paulatinamente, qué es en la teoría.
Pequeña historia
El sadismo tomó el nombre del marqués de Sade, un filósofo y escritor que murió en 1814 conocido por narrar parafilias y vicios. El sadismo es la tendencia de disfrutar sexualmente del dolor ajeno. La excitación de la persona, entonces, está ligada no tanto a la práctica sexual en sí, sino a la humillación y el sufrimiento que pueda causarle al otro.
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En el año 65 de la era cristiana se escribió Satiricón, la primera aparición del sadomasoquismo, escrito por Petronio. El primer texto, considerado un clásico de esta práctica, fue Las Confesiones, escrito por Jean-Jacques Rousseau en 1782. En este relato el autor cuenta que a los ocho años le encontró placer a los azotes que le daba su tía.
Muchas veces se suele confundir el sadomasoquismo con el masoquismo o pensar que son sinónimos entre sí, pero en realidad, el masoquismo tiene toda una historia aparte un siglo después de que se empezara a hablar de sadismo.
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El masoquismo, por su lado, consiste en encontrar placer sexual por el propio dolor o la degradación. Este término fue acuñado en el libro Psychopatia Sexualis, escrito por el psiquiatra Richard von Krafft-Ebing. En este se menciona a Sächer-Masoch, escritor austriaco, a quien se le atribuye la creación del nombre de las prácticas masoquistas a mediados del siglo XIX en Francia.
Por ende, dichas prácticas, al ser combinadas, terminan complementandose.
Gran parte de los instrumentos y las mazmorras que se utilizan hoy en día en el sadomasoquismo para torturar y dominar surgieron y fueron los mismos que se usaron en los tiempos de la Inquisición y el tribunal eclesiástico para castigar a los herejes.
Esto está muy conectado al hecho de que, durante la Edad Media, la iglesia promueve el ascetismo y la autoflagelación como la manera perfecta de librarse de los pecados cometidos. Los latigazos, en cambio, nacieron mucho antes en el Imperio Romano.
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Investigando el tema, fuera del texto de Rivera, encontré que muchas páginas afirman que el sadomasoquismo es una patología. De hecho, el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) define sadomasoquismo como: “perversión sexual de quien goza causando y recibiendo humillación y dolor”.
En el 2018, Investigación y Ciencia publicó un artículo en el que afirmaban que “durante mucho tiempo, los psicólogos han considerado el sadomasoquismo un trastorno psicológico. Incluso hoy en día, el sistema diagnóstico internacional CIE-10 lo recoge bajo la categoría de «parafilia». El manual DSM-5 califica al BDSM (siglas que abarcan bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo) como una parafilia, pero solo lo considera un trastorno si supone un daño para uno mismo o para los demás”.
Por otro lado, Gayle Rubin, antropóloga cultural estadounidense, activista e influyente en políticas de sexo y género, escribe en Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad: “La homosexualidad promiscua, el sadomasoquismo, el fetichismo, la transexualidad y los encuentros que traspasan la barrera generacional son todavía vistos como horrores incontrolados, incapaces de incluir afecto, amor, libre elección, gentileza o trascendencia. (…) Una moralidad democrática debería juzgar los actos sexuales por la forma en que se tratan quienes participan en la relación amorosa, por el nivel de consideración mutua, por la presencia o ausencia de coerción y por la cantidad y calidad de placeres que aporta”.
La crónica de Rivera lo que logra es mostrarle al lector, más allá de la teoría, la realidad. ¿Quién practica el sadomasoquismo? ¿Cómo se practica? ¿Con qué? ¿Dónde? ¿Por qué?
“–¿Para qué le sirve a tus esclavos la disciplina?
–La disciplina es una terapia alternativa, una situación liberadora.
–¿Para vos o para ellos?
–Para ambos.
–¿De qué los libera?
–De las sombras. Todos tenemos sombras. Yo no disfrutaría si viniera alguien y me pidiera que lo mate. Para mí, la disciplina busca el mejoramiento interior. El mayor problema que tienen los seres humanos es la culpa. Un esclavo que requiere latigazos y fustazos en la cola está sufriendo una regresión a su niñez, a un pasado culposo del que le cuesta zafar. Entonces, aquí, es un esclavo con su ama, para poder ser libre afuera, en el mundo (…)–¿Y cómo te liberás de tus propias sombras?
–La condición de ama tiene una contradicción básica. Cuando te limitás a ejecutar la fantasía de otro, así te pida que lo destroces a latigazos, sos pasiva (…).”