Suecia, como muchos países en los últimos años, empezó una carrera regresiva con respecto a los derechos humanos y la libertad de expresión de sus ciudadanos y ciudadanas. El país que antes jugó un papel importante como pionero en los derechos de la comunidad LGBTIQA+, por ejemplo al ser el primero en autorizar el cambio jurídico de género en 1972, está ahora atentado contra las identidades disidentes.
En febrero de este año el gobierno de Suecia tomó la decisión de restringir los tratamientos hormonales para la reasignación de género en niños, niñas y adolescentes. Esta decisión se tomó argumentando que era necesario tomar precaución frente a la cantidad de personas que pedían estos tratamientos.
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Sin embargo, esta solo fue la continuación de sucesos que han estado violando los derechos de las personas trans. En diciembre del 2022, la autoridad sanitaria del país, Socialstyrelsen, restringió de manera drástica las mastectomías en adolescentes, iniciando, nuevamente, prudencia.
Las consecuencias de estas decisiones empiezan a verse, entre muchas cosas, en los aumentos de casos de disforia de género en el país. Esto debido a que las infancias trans no pueden someterse a tratamientos ni a procedimientos quirúrgicos como parte de su proceso de reafirmación de género.
Según The Objetive y los datos recolectados por las autoridades sanitarias de Suecia, entre 1998 y 2021, 8.900 personas fueron diagnosticadas con disforia de género. Contando solo las cifras del último año, 820 fueron los casos registrados en el 2021. “Esta tendencia es particularmente marcada en el segmento entre 13 y 17 años, en personas asignadas como mujeres al nacer. Esto representa un alza 1.500% con respecto al 2008”, afirma The Objetive.
Estas decisiones y retrocesos han alarmado a varias organizaciones y activistas. La presidenta de la principal ONG que lucha por los temas LGBT, la división de la juventud de RFSL, afirmó que: “Las personas podrían necesitar más cuidados y procedimientos invasivos en el futuro, porque la decisión no pudo ser tomada más temprano, aunque había una necesidad médica”.
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Sin embargo, el gobierno enfatiza y respalda su decisión en el aumento de los casos de arrepentimiento de muchas personas que tuvieron tratamientos hormonales y, años después, empiezan la “destransición”.
Varios medios de comunicación han utilizado como ejemplo el caso de Mikael Kruse, quién vivió durante seis años como mujer antes de decidir revertir sus tratamientos. “Creo que está bien hacer pausa para comprender que lo que pasa es algo bueno”, afirma el sueco frente a la decisión de su país.
La coautora del documental The Trans Train, Carolina Jemsby, parece darle en el clavo al problema al decir que el debate actual sobre los tratamientos hormonales en las infancias trans “es más complejo de lo que el sistema de salud y la sociedad esperaban”.
Lastimosamente, el derecho de las personas trans a decidir sobre su vida, su cuerpo y su libertad de expresión ha tomado caminos equivocados. Como dice Jemsby, en países como Suecia este se ha vuelto un problema político, lo que hace que la verdadera relevancia, la urgencia y foco de la situación quede desamparada.
