Comúnmente, cuando hablo con otras personas disidentes del género u orientaciones sexuales, solemos coincidir en que varios de nuestros recuerdos de discriminación son en las aulas de las instituciones educativas. Las escuelas no son lugares seguros para personas diversas y no solo por les compañeres, sino también por el equipo administrativo y parte del personal de maestros.
Recuerdo que cuando me reconocí como homosexual en el colegio no me sentí cómodo en este entorno, aunque conté con un grupo cercano que me apoyó y acompañó, parte importante del personal de la escuela me hostigó por mi expresión identitaria y por mi orientación sexual.
Los llamados a coordinación y a orientación (psicología) eran frecuentes y las conversaciones, más que ser de acompañamiento, se daban en un ambiente amenazante en el que se me prohibía desarrollarme según mi propio criterio o tenía que afrontar las “consecuencias”.
Lastimosamente, ese no es un caso aislado, según la reciente encuesta realizada por Colombia Diversa, el 80% de las personas diversas se sienten inseguras en las instituciones educativas. Así mismo, el estudio de Clima Escolar, en 2016, reveló que el 68% de jóvenes escucharon comentarios discriminatorios en su institución, de los cuales 75,4% venían del personal del colegio. Más de la mitad de estos casos no fueron reportados por les estudiantes debido a que no había ambientes de confianza.
Es necesario que las instituciones académicas adopten un modelo de educación inclusiva en el que se respete la diferencia y se promueva el libre desarrollo de las personas diversas. Lo anterior no se va a lograr mientras se siga teniendo una visión conservadora y tradicional del aprendizaje, donde el modelo de lo “correcto” es heterosexual y cisgénero.
Bullying en las aulas (Caso Sergio Urrego)
El caso más conocido de acoso en las aulas es el de Sergio Urrego, un estudiante de 16 años que fue acosado por compañeres, directivas y docentes por su orientación sexual y posición política. En 2014, un maestro de la institución Gimnasio Castillo Campestre le decomisó el celular a una de sus compañeras, donde se encontró una foto de Sergio besándose con su novio y la presentó a las directivas del plantel.
En ese momento se empezó un proceso disciplinario en su contra; fue perseguido por la psicóloga, la exveedora y la rectora de la institución, quien obligó al novio del joven a que le denunciara por acoso sexual. Poco tiempo después de eso, Sergio decidió quitarse la vida por el acoso que estaba viviendo él y su madre, Alba Reyes.
La Corte Constitucional Colombiana revisó esta demanda, que resultó en la condena de las tres encargadas de la institución, y expidió la Sentencia T-478 de 2015, donde se tomaron medidas como reparar el nombre, la memoria y los derechos de Sergio; así mismo, se le ordenó al Ministerio de Educación cumplir con la Ley 1620 de 2013, que se suponía reglamentaba sobre la violencia escolar y la formación para el ejercicio de Derechos Humanos; también, le ordenó a esta entidad revisar todos los manuales de convivencia de colegios en el país para que se garantizara que fueran respetuosos con la orientación sexual y la identidad de género de las personas.
Sin embargo, a pesar de que la decisión del alto tribunal establecía que era deber del estado implementar herramientas educativas en pro del respeto de la orientación e identidad de género, las alas conservadoras del país lucharon contra la implementación de esas medidas pedagógicas.
Mitos y realidades de la educación inclusiva
En 2016, tras la sentencia de la Corte Constitucional, el Ministerio de Educación firmó un convenio con la ONG Colombia Diversa y otras organizaciones y fondos para desarrollar esa estrategia de inclusión.
De esta alianza nacieron unos talleres para las Secretarías de Educación del país con preguntas orientadoras para que se hicieran los ajustes necesarios en los manuales de convivencia y, adicionalmente, se creó un documento titulado “Ambientes escolares libres de discriminación”, dirigido a las directivas y docentes de las instituciones. Estas cartillas explicaban conceptos como: orientación sexual, identidad de género y expresión de género.
Sin embargo, contrario a lo que esperaban las organizaciones, los sectores conservadores y religiosos del país convocaron marchas, esparcieron mentiras y llamaron a un debate de control político a la ministra de educación de ese momento, Gina Parody, a quien se le señaló de querer adoctrinar al estudiantado, bajo el supuesto de que debían defender a la familia y la autonomía educativa. También, se usó vilmente la orientación sexual de la ministra para esparcir la idea de que se quería ideologizar a las infancias y volverles homosexuales.
Por ello, Sentiido recogió las mentiras más utilizadas para luchar en contra de la educación inclusiva:
1. Ideología de género
La “ideología de género” fue una estrategia para confundir y promover el odio entre padres de familia. Ese término era utilizado para hacer pensar que las cartillas buscaban homosexualizar a las infancias y juventudes.
La realidad es que se trataba de cartillas que buscaban descartar la feminidad, masculinidad y heterosexualidad como normas culturales, esto con el fin de que es estudiantado diverso supiera que no estaban mal y que su existencia no era incorrecta; también, que las personas que no se identifican dentro de la diversidad conocieran que hay expresiones de vida diferentes a las suyas, lo cual promovería el respeto, porque un paso para la aceptación y el respeto es el conocimiento.
2. Promover la sexualidad en las infancias y juventudes
Otro argumento recurrente que se utilizó y se sigue usando es que esta enseñanza promovería la sexualidad en las infancias y juventudes, por lo cual se estaría impulsando la promiscuidad.
Sin embargo, la educación sexual es obligatoria en Colombia desde 1993 —Resolución 3353— y es impulsada por organizaciones internacionales desde hace varios años. Esto demuestra la importancia de promover una educación sexual con enfoque de género en la que promuevan la enseñanza de métodos de prevención anticonceptiva, de ITS e, incluso, de reconocimiento de casos de acoso y abuso.
3. Que atenta contra la familia
También, en esta campaña de desprestigio de la educación inclusiva se usó la estrategia de hacer creer que se estaba interviniendo en la institución familiar.
En cambio, la educación inclusiva se creó para promover espacios de aceptación en los que se recalque que ni las familias ni las instituciones académicas deben intervenir en la orientación sexual e identidad de género de estudiantes. La enseñanza de la familia es importante, pero tiene que ser mediada cuando ese aprendizaje es llevado a comportamientos discriminatorios y violentos contra la diversidad.
Es necesario que las instituciones adopten modelos más inclusivos en los que se mezcle el alcanzar objetivos con el respeto y la igualdad, que no son metas inversas, sino complementarias para fomentar espacios de reflexión.
Estrés de Minorías
La educación inclusiva también es una herramienta importante para evitar el daño en la salud mental de las personas diversas. Según una investigación realizada por Blas Radi y Constanza Pagani, de la Universidad de Buenos Aires, varios elementos educativos, como la Educación Sexual Integral, pueden reproducir y ratificar categorías como el género binario y muestran las experiencias de vida trans como algo lejano.
Para les investigadores el sistema social y educativo se basa en un modelo excluyente llamado “cisexismo” en el que se establece el modelo de vida cis como el único existente.
Así mismo, basades en los estudios de Meyer, introducen el término “Estrés de Minorías” en donde encuentran que hay condiciones sociales que impactan de manera negativa la vida de las personas heterodisidentes, esto desencadena en situaciones de estrés psicológico que lleva al agotamiento mental e, incluso, la muerte.
Así pues, las personas diversas están sometidas a situaciones de estrés que se añaden al que viven todas las personas cotidianamente; también, se encuentran en un estado crónico debido a que esas categorías se establecen como permanentes y, finalmente, tienen una base social, ya que estructuralmente estas personas están propensas al estigma, los prejuicios y la discriminación.
Este estrés de minorías en personas LGBTIQ+ se encuentra presente, sobre todo, en dos vías:
La primera, en que hay un constante estado de hipervigilancia, en el que se usa gran parte de la energía en desplegar estrategias de afrontamiento —tales como estar pendientes de no comportarse de una forma que les ponga en peligro— lo que se traduce en un estado consciente de temor y desconfianza.
La segunda, esos mecanismos producen que las personas se vean obligadas a ignorar demostraciones de discriminación “con el fin de evitar ‘falsas alarmas’ capaces de conflictuar intercambios sociales”, lo que se muestra en esas expresiones discriminativas se redireccionan o ignoran, hasta el punto en que pueden ser internalizadas y apropiadas por las mismas personas disidentes.
Lo anterior es posible notarlo en los ambientes educativos, donde a falta de rutas en contra de la discriminación las aulas no son espacios seguros para las juventudes e infancias diversas y permite que permanezcan en un estado constante de miedo.
Por ello es importante que se adopten estrategias para fomentar la correcta inclusión en espacios educativos, en los que medie el respeto, la correcta representación, la enseñanza con perspectiva de género y la naturalización de la diversidad.