En un café, cerca a la calle 39 con carrera 13, conocí al músico José David Nieto Vitola, conocido como José Vitola, “algo que creo que nunca había mencionado en ninguna otra entrevista”, acepta. Nació en Cartagena y considera que lo único que le queda de su ciudad natal son los rizos que le caen en la frente. Este año, Vitola cumplió 15 años viviendo en Bogotá.
Su primer álbum “Aún” salió a principios del 2021 y para el siguiente, al que llamará “Camaleones”, está trabajando en los demos de las canciones.
¿Quién es José Vitola?
José Vitola estudió Ingeniería de Sistemas en la Universidad Nacional de Colombia en la sede de Bogotá, elección que tomó después de una charla con su mamá: “Las cosas han cambiado desde entonces, pero en su momento recuerdo que mi madre me sentó a decirme: ‘José, en la vida hay tres carreras de verdad: medicina, derecho e ingeniería’”.
Su escogencia se basó en que, probablemente, ingeniería sería su mejor opción para poder hacer “otras cosas también”.
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En efecto, su elección no fue un desacierto para desarrollar su gusto y trayectoria musical. “Me ha permitido ser auténtico. Estoy en una posición de control sobre lo que yo ponga en el disco y por eso puedo decir que queda, más o menos, como yo quiero que quede”.
“José, ¿por qué no nos tocas alguito?”
Al ser hijo de un militar, Vitola cambió en múltiples ocasiones de colegio. Afortunadamente —para mí, que escucho su música varias veces al día—, en uno de estos colegios había un conservatorio de música. “Tenían muchos instrumentos increíbles” recuerda.
“Yo veía piano y trompeta pero, en ese momento que recién estaba comenzando, me dijeron que tenía que estudiar algo que pudiera practicar en casa. Lo único que había era una guitarra, que hasta el día de hoy no sé de quién era y por qué estaba ahí, pero la utilicé y comencé a aprender”.
Inició estudiando guitarra clásica, lo que implicó que, por un lado, estuvieran los compañeros que tocaban otros estilos musicales en grupos y, por el otro lado, estaba él aprendiendo con el profesor y las partituras.
Aunque sus clases de música las pasaba solo en un cubículo practicando, siempre fue muy feliz haciendo eso. “Esto lo menciono porque siento que muchas veces la música para las personas viene de un lugar muy social. Para mí, desde un principio, la música fue, dentro de todo, un disfrute muy privado y eso continuó por mucho tiempo” cuenta Vitola.
De hecho, una de las cosas que lo hizo volverse aún más privado con su música fue una dinámica familiar. “Cuando aprendí guitarra yo era… No quiero decir bufón, pero era el entretenimiento de las visitas. ¡Lo detestaba!”, recuerda entre risas.
¿Ser músico o hacer música?
A José siempre le gustó la composición, pero fue hasta el 2016 que empezó a hacer canciones que según decía, un poco apenado, “nadie podía ver jamás”. Sin embargo, para ese momento, la idea de privacidad e incluso de intimidad de su música seguía presente y estas composiciones solo las concebía máximo como audios de WhatsApp.
“Esto hizo que yo nunca pretendiera una especie de vida de músico. La admiro mucho, pero desde lejos porque no fue, ni ha sido mi forma de acercarme”. En la misma línea narrativa, pero un poco más adelante en nuestra conversación, José me aclara la diferencia, desde su punto de vista, sobre ser músico o centrarse en hacer música.
“Son dos cosas distintas y no solamente por elevar el oficio de componer música, sino también teniendo en cuenta que cuando uno comienza a distribuir entiende lo diferente que es la parte de composición de la parte de distribución. De un lado está el área en la que tú estás consumiendo música y aprendiendo música por el arte. Del otro lado, está la industria musical y comercial que es un área de conocimiento totalmente distinto”.
Algo que me gustaría agregar es que como muchas industrias, la musical es una pequeña maqueta del mundo, sus sociedades y sus culturas y, lastimosamente, no lo digo por las cosas positivas. Como todas, la industria musical no se escapa —o mejor dicho, no quiere escaparse— de los estereotipos.
“Para tú ser incluído en esa escena y en ese ambiente a veces pareciera que tienes que ser un cierto tipo de persona (..) Hay personas que tenemos pasión por la música, que queremos hacer tipos distintos de música que no encajan ni estética ni mercantilmente en estos géneros que están pegando”, comenta Vitola al respecto.
“Pedir que todos nos adherimos a esta estética es también homogeneizar las posibles músicas con las que todos podemos salir, las distintas artes, expresiones y posibilidades”.
Canciones que correspondieron a ciertos momentos de la vida
“Aún”, en palabras de su cantautor, es un disco muy minimalista. Un proyecto que, en medio de todo, es muy casero y se destaca por su sencillez y cercanía. De hecho, lo grabó en la habitación de su mejor amiga, Ángela Ibagón, quien lo ayudó a producir el disco.
Las nueve canciones que tiene su primer álbum están completamente enfocadas hacia la persona a las que iban dirigidas y, de hecho, muchas de las composiciones de Vitola se hacían bajo el gesto de escribirle una canción a alguien.
“Esta no fue una decisión de sentarse a hacer un disco. Para nada. Fueron canciones que correspondieron a ciertos momentos de la vida. No es difícil de adivinarlo: yo compuse “Aún” debido a una ruptura que tuve…”.
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En mi libreta había garabateado algunas preguntas para guiarme al momento de hablar con José. Usé una o dos (entre las que estaba: “¿quién te rompió el corazón?”). Pero después la conversación fluyó sin necesidad de preguntas preestablecidas y cambió todo su rumbo al darme cuenta de que a José Vitola, a diferencia de muchos otros artistas, no le importan los números de sus canciones, sino las historias y las intenciones detrás de ellas.
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Sobre el desamor, el frío y el amor que “aún” queda
La primera canción que José escribió para “Aún” fue “Océano”, a finales del 2016, cuando su pareja le contó que se iría a estudiar a Canadá. Esta canción habla de la idea de que, sin importar las circunstancias, la persona por amor siempre buscará a la otra.
“Yo traeré tu vida sobre mi piel como el cielo trae el viento y el sol (…) Mira esa aurora que brilla ahora tan feliz, pues sabe que iré a buscarte a través del mar”.
Y así lo hizo. Decidió irse a Canadá seis meses a hacer un intercambio para estar un tiempo más con ella. Sin embargo, a mediados de octubre, la relación se terminó. “Me encontré en una situación con muchos factores. Por un lado, era un país con el cuál, aparte de eso, no tenía mucho que ver y, por el otro, en esa época del año, estaba comenzando el otoño y el invierno (…) Lo que veía a mi alrededor era que el mundo se marchitaba en muchos aspectos. Fue una época muy difícil para mí”.
La sensación que tuvo en esos meses de frío y de novedad fueron las que quiso plasmar al momento de dirigir el ambiente de su primer disco. Vitola hace un rápido recorrido sobre las primeras canciones. “Comenzamos de entrada con una separación”, dice refiriéndose a “Nostos, o el Hilo Rojo Que Se Tensa”.
“Yo quería decirte que todo se va. Las caras, el dolor, el recuerdo feliz. Algún día tus problemas se te escaparán y algún día tus amores se van a rendir”.
Después, “Warrum, Lloró el Fantasma” nos hace ver cómo una separación puede afectar a alguien.
“Ay, estas ganas de volar más allá de esta prisión eterna, de que el fuego curo aquello que quemó”.
“Yo estuve en Montreal” recuerda. “La canción que lleva su nombre habla sobre la resignación que puede venir después. Esa sensación de estar muy extraviado”.
“No te puedo ver y no sé dónde estás. Creo que dejé las llaves en el bar. Ya quiero dormir sobre mi mantel y no despertar hasta el atardecer. Hoy cayó la noche y ya no te escuché”.
Cuando le pregunto cuántas canciones compuso durante su estadía en Canadá, Vitola me responde: “Para esto me sirvió algo que vi hace rato en un taller de escritura con Carolina Sanín en el que hablaba sobre los viajes. Ella dijo algo que me sirvió mucho para entender “Aún” y para entender quizás todo lo que yo escriba de ahora en adelante: uno escribe de los viajes cuando se está regresando. Cuando tú estás viviendo el viaje lo estás experimentando de cuerpo y es después, en el bus de regreso, que comienzas a digerir realmente todo lo que pasó”.
De hecho, la única canción que escribió durante su intercambio fue Cabaña Azul. “En navidad del 2017, una amiga que hice en Canadá me invitó a pasar navidad en su casa. Ese año fue un invierno histórico, estuvimos a −30º. Fuimos a la casa de su madre, en un pueblo aledaño, y recuerdo que desde mi habitación miré por la ventana, estaba nevando y pensé que la nieve era tan blanca que se veía azul”.
“Yo me fui a vivir en una cabaña donde la nieve siempre es azul y tu recuerdo está presente como el frío y la luz”.
Cuando José regresó de Canadá todo el mundo le dijo que estaba muy flaco. Fue en Bogotá que decidió empezar a hacer canciones sobre todo lo que vivió, “más que experimentándolo, interiorizándolo”.
“Piedraluna” la escribió en un viaje de Bogotá a Chía en el 2018. “Es la canción en la que yo acepto que siempre voy a amar a esta persona, con este verso de ‘aquí estará el reflejo y tus imágenes pálidas’. La imágen palidece pero yo la conservo de todas maneras. Estaba haciendo paces con esta idea de que no iba a dejar de quererla y que el cariño se iba a transformar, eventualmente, pero siempre iba a estar ahí de alguna forma”.
“Aquí estará el reflejo y tus imágenes pálidas. Desenterré del suelo, entre el oro, la estática de aquel silencio que traicionó, de la silueta que nos falló, nuestro tesoro partido en dos te hará abrir…Y deslumbras como el cristal”.
A principios del 2018, José se encuentra con Ángela para grabar y producir el disco.
El pasado aún presente en la nieve
“Siento que ‘aún’ es una palabra muy hermosa porque es una posición muy particular en el tiempo” afirma José. “Se refiere a un presente y a un pasado a la vez, pero a un pasado que también está presente. En esa palabra se puede resumir todo el disco. Esta espera y este pasado que se transforma”.
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Sobre la portada, Vitola no recuerda el momento exacto en el que decidió cuál sería, pero sabe que su elección fue de una manera muy consciente.
“A finales de mi etapa en Canadá voy a un micrófono abierto en un lugar que se llama The Yellow Door en Montreal. Eso fue una revelación para mí porque musicalmente me hizo lo que soy. Algo que yo vi y se quedó mucho conmigo era que en ese lugar en particular, en ese open mic, la gente no tenía miedo de ser sincera. Escuché mucho las historias detrás de las canciones que tocaban y lo que había pasado para estar ahí. Todo se respetaba y se compartía”.
Cuando se acaba el micrófono abierto, José se queda hablando con Claire y Josh, dos locales de allá. Le dijeron que les había gustado mucho lo que él hacía y lo invitaron a que compartieran más tiempo. Fueron a un parque y, como estaba nevando, hicieron ángeles de nieve. De ahí la foto y portada del disco.
“En retrospectiva la veo y me conmueve” comenta Vitola mientras que en el celular me muestra que, en la foto, Josh es el que sale a la izquierda y él es el de la derecha. “En ese momento, desde antes de la ruptura, yo estaba atravesando un proceso psicológico. Escogí esta portada porque en esta foto estoy rodeado de nieve, de tristeza, de frío y aún así estoy feliz. Veo esta foto y siento que es el recordatorio de que por un momento fui genuinamente feliz en medio de todo eso”.
Tomando aire
El segundo álbum de José Vitola se llamará “Camaleones” y hablará sobre el insomnio. A pesar de ser consciente que es una pésima decisión desde una perspectiva de industria, Vitola me dice que quiere hacer música en el tiempo que le nazca hacerlo. Quiere hacer un disco sobre la risa y la fantasía.
“Me he dado cuenta que lo que siga componiendo también será conceptual y narrativo. Un corolario de esa idea es que yo suelo decir que hago discos porque no puedo hacer series de televisión o libros porque se me dificulta mucho. El disco es esa unidad que yo saco al mundo para hablar de algo”.