Esta mañana me levanté con varias historias de Instagram compartiendo un post de Matt Bernstein, activista por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ a través de su contenido en redes sociales. Bernstein deconstruye prejuicios y estereotipos sobre la homosexualidad y el significado de la masculinidad.
Su más reciente post, que ya tiene más de 270,000 likes y más de 3.000 comentarios, habla sobre la educación inclusiva y las creencias erróneas sobre las personas que se oponen abiertamente a esto.
“Si tú crees que los niñes están muy jóvenes para aprender sobre las personas LGBTQ es porque tú crees que ser LGBTQ es solo sobre sexo. No lo es”.
A pesar de que hemos avanzado mucho en el plano de los derechos, parece ser que tener educación sobre la diversidad, el género y la sexualidad en los colegios para que los niñes crezcan conscientes, con conocimiento y respetuoses frente a las personas y a las diferentes realidades, tiene una barrera que aún se sostiene muy fuerte.
Antes de volver a adentrarme en el post de Bernstein, en el que habla acerca de cómo los estigmas sobre la educación inclusiva son realmente preocupantes en Estados Unidos, quiero aterrizar el tema a un hecho en específico que aconteció en Colombia a finales del 2021.
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El Colegio San Mateo Apóstol de Bogotá envió, mediante correo a la comunidad estudiantil, un boletín – parte del newsletter donde informan las noticias recientes de la institución –, con una infografía dividida en seis viñetas. En estas se hablaba sobre lo que les alumnes debían aprender en sus casas y, en la penúltima, se expresaba que: “en el colegio no se aprende sobre sexo, ideología de género y activismo LGBT”.
Debido a esto, un grupo de 200 ex alumnos firmó una carta dirigida a la rectora del momento en la que se mostraban en desacuerdo y solicitaban que el colegio se retractara.
En esa carta expresaron que consideran que la institución tiene que ser un lugar seguro para todes, por ende es “inaudito que el colegio pretenda invisibilizar y estigmatizar a la población LGBTIQ+”. Afirmaron que eso era un contenido que promueve la homofobia y la discriminación.
Por otro lado, haciendo énfasis en la educación sexual, “pretender cargar únicamente sobre los hombros de la familia, la educación de derechos reproductivos y sexuales es completamente irresponsable, entre otras cosas, porque no se puede asegurar que dichos temas se aborden en los hogares”.
El colegio respondió disculpándose por lo sucedido y afirmando que la discriminación va en contra de todos sus valores como institución. Sin embargo, hicieron el boletín y la infografía con un contenido homófobo que llegó a padres, madres y estudiantes. Esto en pleno siglo XXI.
Bernstein critica en su post que los conservadores piensan que la educación inclusiva de la comunidad LGBTIQ+ es explicarle a les niñes cómo funciona el sexo homosexual. Sin embargo, lo que en realidad busca es abrirles a realidades explicándoles que existe una diversidad infinita en las familias y eso está bien.
No es obligarles a memorizar pronombres, es hacerles entender que hay personas que se identifican como niños, otras como niñas y otres que no se identifican ni con el uno ni con el otro. Transmitirles que los seres humanos son todes diferentes y que lo importante es respetarles como son.
“Cuando le dices a un niñe que alguien tiene mamá y papá, ese niñe no empieza inmediatamente a preguntar sobre las relaciones sexuales que están teniendo. Entonces, ¿por qué les daría curiosidad sobre el sexo si los padres fueran gays. Les niñes así de jóvenes ni siquiera tienen un concepto completamente formado del sexo. Son capaces de aprender sobre las personas LGBTQ sin inclinaciones inherentemente sexuales y tú también”.
Necesitamos, como personas que entendemos la importancia de la educación inclusiva, hacernos escuchar y derribar los estereotipos y las malas concepciones de lo que en realidad es enseñar sobre diversidad. En definitiva, fomentando ambientes seguros para todes, lograríamos que, en las interacciones de todes, lo que primara indudablemente fuera el respeto.