La película El Pecado dirigida y escrita por el cineasta peruano Palito Ortega Matute y protagonizada por Danny Cabezas, Reynaldo Arenas, Gustavo Cerrón, Charles Reátegui y Carolina Infante muestra la historia de la infancia y parte de la adultez de Yahaira, una mujer trans que se enfrenta la violencia de una sociedad machista y transfóbica.
Todo el recorrido que hace la película es producto de un documental que preparan dos jóvenes en el que Yahaira está contando su vida, mostrando simultáneamente escenas del presente.
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La puesta en escena de El Pecado
La historia empieza en la infancia de Eduardo (nombre de nacimiento de Yahaira) que se ve nublada por la violencia ejercida en su contra por parte de sus dos hermanos mayores, quienes la someten a constantes abusos cuando se percatan de que podría ser una persona diferente argumentando que es “un maricon” y deben “hacerlo hombre”.
Esto da cuenta de unas convenciones en las que se sustenta la masculinidad tradicional que provoca expresiones de violencia como la agresión, exclusión y el escarmiento público de los que es víctima la protagonista por ser una mujer trans
Consecuencia de esto la protagonista se ve forzada a partir de casa de sus padres para buscar una vida en libertad. En la calle, no obstante, también es sometida a diferentes formas de violencia, pero tiene la tranquilidad de poder ser ella misma.
“Hasta que te hagas hombre, Maricón”: Pecado, el rechazo por existir.
La película se caracteriza por la crudeza: tanto las palabras como las acciones toscas y agresivas dan cuenta de una sociedad cruel y violenta a la que la protagonista tiene que enfrentarse desde que es una niña; la violencia explícita demuestra la severidad de las lesiones y cómo esto se remite en una necesidad de Yahaira por huir de su casa.
La película, además, está cargada de elementos que han sustentado la masculinidad históricamente en Perú y en Latinoamérica, por ejemplo, desde el principio de la película se puede ver como el fútbol se destaca dentro de la comunidad de Eduardo para validar a un niño como hombre, mientras que aquellos que no juegan o no saben jugar son relegados por “maricas”.
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Por otro lado, juguetes como las muñecas se asocian a la feminidad y, por añadidura, es un indicativo de la debilidad de los hombres que deciden acercarse a ellas.
Además, la película expone a la familia como una institución rígida y violenta en contra de las personas de la comunidad LGBTIQ.
No obstante, no es el padre —figura convencionalmente violenta— quien violenta a Yahaira, de hecho, es muy interesante que este se muestra como una figura comprensiva, que incluso en un momento dice: “Hijo, cualquier camino que tomes, cualquier decisión que tomes, yo te voy a apoyar, yo te voy a entender”. Es más, cuando su hija decide volver a casa después de su transición, él la recibe con los brazos abiertos e intenta protegerla de los abusos del resto de la familia.
Los hermanos, por su parte, son constantemente violentos contra Yahaira en intento por “corregirla” y de ahí es que sale el título de la película: Yahaira es señalada como una pecadora por sus hermanos por su decisión de ser libre en una sociedad que intenta decirle quien ser.
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Las instituciones del Estado, además, también se muestran como entidades violentas y precarizantes, la policía e incluso los médicos están cargados de prejuicios que afectan su labor con las personas de la comunidad trans y esto se refleja en la calidad de vida de la comunidad. Recordando la violencia institucional y la negligencia a la que se ven sometidas las personas de la comunidad trans.
El final es desolador pues, aunque los periodistas le plantean a Yahaira la posibilidad de vivir de una forma diferente, ella tiene un golpe de realidad que le recuerda la sociedad en la que vive y todos los obstáculos que esta le va a poner.
