El uso masivo de las redes sociales ha supuesto grandes cambios en la vida diaria de millones de personas, especialmente en la de los jóvenes, quienes invierten mayor cantidad de tiempo consumiendo y compartiendo información a través de estas plataformas, lo que puede desencadenar la llamada “dismorfia de la selfie”.
Durante los últimos años, expertos han lanzado decenas de advertencias sobre impactos en la salud mental de los adolescentes. Un reciente estudio de Boston Medical Center (BCM) señala que las redes sociales que incluyen los famosos “filtros” como por ejemplo Instagram o Snapchat, que modifican las facciones de las personas cuando se toman fotografías o videos, pueden desatar un trastorno dismórfico corporal.
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¿Qué es el trastorno dismórfico corporal?
De acuerdo con un estudio sobre el trastorno dismórfico corporal (TDC) realizado por la Universidad Católica de Chile, este se define como “la preocupación excesiva y desproporcionada por un defecto mínimo o imaginario en la apariencia física. El defecto generalmente se encuentra en la cara, aunque puede ser en cualquier parte del cuerpo”. Según detalla el estudio:
“El primer pico se aprecia en la adolescencia y la adultez temprana, con una edad media de inicio de 16,4 años, época en la que el individuo está más preocupado de su autoimagen y la vida social. El segundo pico se observa solo en mujeres, luego de la menopausia”
Este trastorno mental fue descrito por primera vez en 1891 por el médico italiano Enrico Morselli y hasta 1980 se conoció como dismorfofobia.
Los expertos de la Universidad Católica de Chile señalan que el TDC “con frecuencia se asocia a sensación de miedo al rechazo, baja autoestima y vergüenza; (los pacientes) se sienten poco dignos e inferiores. En general tienen poca conciencia de la enfermedad y aproximadamente la mitad de los pacientes presenta ideas delirantes, es decir, están completamente seguros de que lucen anormales y de que su visión del defecto es la correcta”.
Como consecuencia, estas personas suelen consultar a dermatólogos o cirujanos plásticos con la finalidad de “mejorar” los defectos físicos que están convencidos tienen.
Igualmente, el estudio reseña que varios autores han hallado analogías entre el TDC y el TOC (trastorno obsesivo compulsivo).
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Entre esas están: “la presencia de pensamientos intrusivos (no pueden controlar el pensamiento acerca de su defecto físico o sobre las ideas de referencia) y de respuestas repetitivas, por ejemplo: uso de camuflaje, comparación persistente con otras personas, mirarse repetidamente al espejo, mirarse en cualquier superficie reflectiva, arreglarse excesivamente, cambiarse de ropa frecuentemente, pellizcarse la piel, hacer dietas y ejercicios excesivos”.
También menciona similitudes como el deseo de simetría, el perfeccionismo, la necesidad del paciente de controlar el entorno y la búsqueda frecuente de aprobación.
La preocupación que implica el TDC “se asocia a un deterioro significativo en la calidad de vida de las personas, aumento del ausentismo laboral, baja productividad, pérdida de empleo, problemas académicos, problemas matrimoniales y dificultad para establecer relaciones significativas”, según el estudio.
En otra investigación, titulada ‘Características clínicas centrales del trastorno dismórfico corporal’ y desarrollada por la Universidad de Oxford, se indica que las partes del cuerpo que más generan preocupación en la población femenina son: la nariz, muslos, caderas y piel.
Mientras que entre la población masculina lo que más preocupa es: caída de cabello, músculos y genitales. “Asimismo, las asimetrías presentadas en ojos y fosas nasales se convierten en una obsesión para estos pacientes”, dice.
La Universidad Oberta de Catalunya (UOC) advierte que estos pacientes “suelen estar infradiagnosticados”, por lo que optan por someterse a procedimiento quirúrgicos.
“Este es el riesgo: que la operación se entiende como un medio para la resolución del problema cuando el problema es psicológico”, afirma Mireia Cabero Jounou, docente colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la UOC.
Precisamente por no acudir al profesional adecuado para tratar el trastorno, las cirugías estéticas no resuelven el “problema”, sino que empeoran “la frustración” y en consecuencia los pacientes presentan síntomas como:
“Conductas de camuflaje con maquillaje o adoptando ángulos o posturas que les favorecen, comparación con uno mismo y con los demás. Verificación, como mirarse compulsivamente al espejo; aseo e higiene excesivos, pellizcarse la piel, inseguridad, baja autoestima y conductas evitativas como por ejemplo cancelar citas para no ser juzgados”, puntualiza UOC.
Siendo los adolescentes la población más afectada por el trastorno dismórfico corporal y la misma que pasa gran parte de su tiempo libre en redes sociales, sufre un agravamiento de los síntomas.
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La dismorfia de la selfie
En el artículo ‘Una nueva realidad para los estándares de belleza: cómo los selfies y los filtros afectan la imagen corporal’ de Boston Medical Center, se identifican a pacientes que buscan asemejarse a sus propias fotografías con los filtros que modifican sus facciones. Según expone el artículo:
“Con la difusión de la tecnología de edición de fotos a través de aplicaciones como Snapchat y Facetune, el nivel de “perfección” física que antes solo se veía en las revistas de celebridades o belleza ahora está en todas las redes sociales”
Asimismo, observa que “a medida que estas imágenes se convierten en la norma, las percepciones de la gente sobre la belleza en todo el mundo están cambiando, lo que puede afectar la autoestima de una persona y puede desencadenar un trastorno dismórfico corporal”.
El director del Centro de Piel Étnica en BMC y la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, Neelam Vashi, explicó que este nuevo fenómeno, conocido como “dismorfia de la selfie” o “dismorfia de Snapchat”, provoca que “las personas pierdan el contacto con la realidad, creando la expectativa de que se supone que debemos lucir perfectamente arreglados todo el tiempo”.
El experto también recalcó que las personas más perjudicadas son adolescentes y quienes ya sufren TDC.
“Es importante que los proveedores comprendan las implicaciones de las redes sociales en la imagen corporal para tratar y asesorar mejor a nuestros pacientes”
Por su parte la docente Mireia Cabero Jounou, de la Universidad Oberta Catalunya, considera que la “categorización de los cuerpos” expuestos en redes sociales se ha favorecido porque “hemos sido sus consumidores pasivos y la hemos llegado a normalizar”.
Ante los múltiples efectos que causa en los menores de edad, la psicóloga Andrea Vega Seoánez, en entrevista con el diario ‘El País’ de España, recomendó a las madres y los padres que motiven a sus hijes a tener “una visión de aceptación incondicional a los propios rasgos, en este caso, físicos” en vez de inculcarles “una visión positiva”.
Además, opinó que es muy importante que los acudientes hagan acompañamiento a sus hijes en el proceso de descubrimiento de las redes sociales, así como no incurrir en errores como lanzar comentarios comparativos, presionarles para que adopten algún estilo o reforzar idealizaciones de otras personas.
Para los médicos cirujanos a los que les llegan pacientes con la llamada “dismorfia de la selfie”, el especialista Ángel Suárez apuntó en conversación con la revista ‘Elle’ que es importante identificar a quienes padecen el trastorno y que no necesitan intervenir sus cuerpos. Según indicó:
“Algunas pacientes llegan a la consulta con fotos de influencers. Otras, traen su propia simulación de cómo les gustaría el resultado. Esto nos ayuda a los cirujanos a saber si estamos ante una persona con expectativas realistas o no”
Por último, sugirió a sus colegas en el mundo que lo que corresponde es “rechazar cualquier acto quirúrgico y, en su lugar, sugerir apoyo psicológico”.