¿Escucharon hablar de esto? El dead lesbian syndrome (DLS) o síndrome de la lesbiana muerta es un termino que resonó fuerte en las redes en el 2016 cuando, a partir de la inesperada y absolutamente innecesaria muerte de Lexa (Alycia Debnam-Carey) –reina amazona posapocalíptica hermosa guerrera de la serie The 100- les fans le saltaron al cuello a les escritores de la serie.
Pareciera que el síndrome de la lesbiana muerta no tiene cura. Es el viejo tropo narrativo Burry your gays (entierra a tus gays) reeditado. Es que la historia de la ficción en cine y televisión nos ha enseñado que en la AMPLIA mayoría de las veces los personajes LGBTIQ+ no tienen finales felices.
El DLS plantea que los personajes queer son más “desechables” que los heterosexuales y más susceptibles a morir. Si, así de simple y así de horrible.
Fue la muerte de Lexa lo que reavivó la llama de esta discusión, pero esta tendencia viene de mucho antes. En 1934 Hollywood adoptó el Código Hays, una suerte de manifiesto y reglas para preservar la moral, entre las cuales estaba prohibida la representación de las perversiones sexuales y claro está, la homosexualidad estaba en esa lista (de hecho, la homosexualidad estuvo catalogada por la OMS como enfermedad en el marco de la psiquiatría hasta 1990, pero esa es otra nota).
Hollywood mantuvo el Código Hays hasta 1968, pero la moralina corre en sangre y la representación de los personajes queer pasó de ser casi inexistente a ocupar los roles de villanos y depravados sexuales donde matarlos y castigarlos tenía todo el sentido del mundo.
Con el correr de los años y gracias a la lucha inagotable de los colectivos LGBTIQ+ la imagen del homosexual siniestro se fue desarmando y mutó al tropo de un alma demasiado buena para esta tierra maldita. Exacto: de la encarnación de la maldad a sufrir. Felices nunca miamor.
Las narrativas empezaban a tocar temas de la homofobia y el SIDA (películas como Philadelphia o Boys don´t cry son algunos ejemplos).
Pero el problema no es únicamente que maten a los personajes queer, sino que los matan en historias donde la mayoría de los personajes son heterosexuales y que al hacerlo anulan la magra representación del colectivo LGBTIQ+.
La periodista estadounidense Kaitlin Havens en una nota en The Charlatan dice sobre los escritores de las ficciones (mayoritariamente varones cis heterosexuales) en relación a los personajes queer: “…los introducen en sus ficciones para captar un segmento de público sexualmente diverso o alimentar una de las mas recurrentes fantasías eróticas masculinas (…) cuando han cumplido su función –los personajes queer- los liquidan (…) los consideran accesorios y del todo prescindibles…”
En 2016 Autostraddle analizó la representación LGBTIQ+ en todas las ficciones de televisión entre 1976 y 2016. 40 años, encontraron esto:
- Sólo el 11% de las ficciones mostraba un personaje queer femenino. Esto se traduce a 198 shows en 40 años
- 212 lesbianas fueron asesinadas
- Sólo en 12 programas de esos 198 también murió un personaje masculino de igual importancia
- De los 198 shows, en sólo 31 las lesbianas tuvieron un final feliz, el 16%. Menos de 1 final feliz por año.
KE DECIRLES AMIGUES?! El panorama es desalentador, lo sé.
La realidad alimenta a la ficción y viceversa. Crecer y vivir mirando la representación de nuestras identidades desde un lugar tan hostil no sólo es cruel, sino también peligroso.No perdamos de vista que obviamente quienes “nos escriben” no nos representan.
Busquemos ficciones independientes y autogestivas, producidas dentro del colectivo y no olvidemos que nosotres somos dueñxs de nuestras historias.
Y tampoco dejemos de mostrar nuestro enojo y desacuerdo, eso también es lucha. Cuando mataron a Lexa el colectivo LGBTIQ+ Fans Deserve Better se pronunció con uñas y dientes en las redes y el showrunner de la serie Jason Rothemberg perdió más de 15000 seguidores en tiempo record.
Quizás en el futuro lo piense dos veces antes de meterse con une de les nuestres.