Actualmente, las personas LGBTIQ+ nos encontramos ante un mundo de posibilidades para conectar. Ya no es solo la visita al bar clandestino, donde el ritual de socialización está mediado por miradas, música y bebidas. Ahora estamos conectades por aplicaciones que nos cuentan a qué distancia están las personas con las orientaciones sexuales e identidades de género de nuestro interés. Conocemos sus gustos, ocupaciones, características físicas y hasta las formas en las que les gusta tener sexo. Sin introducción y sin conversación, solo con un clic —o el golpe de un dedo— de por medio.
Luego de conocer la noticia de que en este año, en Medellín, han sido asesinados 6 hombres homosexuales contactados por Grindr; hablaba con mis amigues sobre las apps de ligue y cómo han mediado la forma en que nos relacionamos sexo-afectivamente como personas diversas con les demás. Pues, de cierta manera, han sido espacios de socialización más cercanos a nosotres, ya sea por facilidad de acceso o por desconocimiento.
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Hace un tiempo, Javier Ambrossi, actor y director español, aprovechó la presentación de la película “La Llamada” y dijo algo que se puede conectar con lo anterior:
“Creo que muchas personas LGBT+ crecimos desarrollando una personalidad falsa para que no nos vean, no nos peguen, no nos insulten… ¿Y los 20 años que he vivido antes de ser libre?, ¿El primer amor que no he tenido?, ¿El amor adolescente?, ¿dónde está?, ¿esos 20 años quién me los devuelve?”
Con eso me permití pensar en que mientras que las personas cis-heterosexuales tenían la posibilidad de socializar en ambientes donde estaba normalizado que se conocieran y que conectaran; nosotres, las personas diversas, debíamos remitirnos a espacios donde estuviéramos segures de encontrar a otres similares, entre ellos, las apps de ligue. Pero, entonces, ¿hasta dónde su uso nos permite estar en lugares seguros y hasta dónde se convierten en espacios de opresión?
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¿Cómo funcionan las apps de ligue?
Cada aplicación tiene elementos diferenciadores de otras, pero suelen confluir en el mismo punto: están diseñadas para conocer personas similares a quien las usa. Cuentan con filtros según orientación sexual, identidad de género, intereses dentro de la app y algunas tienen opciones más específicas como: peso, altura, origen étnico y demás.
Así, se muestran personas según la distancia a la que se encuentran, su foto de perfil —quienes la tienen—, nombre —o el sobrenombre que se quiera usar—, ocupaciones y demás. Algunas apps se muestran como un catálogo en donde se organizan en recuadros les usuaries y te dan la posibilidad de escribirles o hacerles saber que estás interesade; y, otras se usan bajo la lógica del “Match” en el que deslizando a la derecha o a la izquierda decides si esa persona te interesa o no y, en dado caso en que el interés sea mutuo, se abre la posibilidad de interactuar por medio del chat.
Grindr, por ejemplo, está focalizada en un público de hombres homosexuales y bisexuales, pero también es usada en menor medida por mujeres trans. Al ingresar, es posible crear un perfil sin información y sin foto de perfil, una silueta que decide a quien le cuenta quién está tras del móvil. Sin embargo, tiene la posibilidad de publicar esa foto, ponerle nombre y llenar la información de interés para quienes también habitan la app, incluida una breve descripción libre. Se muestran cuadrados con la foto de la persona y el nombre, si tiene, y al oprimir sobre ella se abre la posibilidad de escribirle o mandarle un “tap” que significa que hay un interés. Para lograr encontrar a la persona de interés es necesario revisar los perfiles, puesto que la mayoría de los filtros están en la versión premium.
Otro caso es el de Tinder, que se guía por la idea del “match”, donde es necesario que el interés sea mutuo para llegar a tener contacto. Esta aplicación tiene la posibilidad de verificar el perfil y en el primer acercamiento te muestra la foto de la persona y la información que esta haya querido introducir, como su ocupación y, tal vez, lo que busca. Tinder está focalizada en un grupo de personas más grande, por lo que quienes aparecen a la hora de socializar son personas con intereses más similares a los de quien está buscando. Sin embargo, muchas opciones están disponibles para usuarios de paga.
También se encuentra Every, la aplicación de socialización de este medio. Esta opción es diferente, puesto que es más similar a una red social. En ella podrás hacer amigues y seguir a personas que sean de tu interés —no netamente amoroso o sexual, sino en general—. Cuenta con una sección de publicaciones, otra de noticias y una donde puedes hacer match con quienes tengas cosas en común. Every es una aplicación dirigida a todo tipo de personas y con todo tipo de intereses, por lo que se puede personalizar la búsqueda según los intereses: orientación sexual, identidad de género, edad, ubicación e incluye algunas otras características de interés más específicas como datos culturales, datos físicos o detalles de personalidad e ideología. Every es una red de todes para todes, donde media el respeto y la igualdad.
Así mismo, existe Bumble, que es una aplicación dirigida principalmente para mujeres, pero que también está abierta al público en general. También se maneja bajo el sistema de match y permite que las personas se comuniquen por medio del chat cuando hay intereses en común. Tiene opciones dependiendo de lo que busque la persona y es más dinámica a la hora de iniciar una conversación, puesto que lo primero que se puede hacer es enviar preguntas a la persona y de ahí conocerse mejor.
Las apps de ligue no son malas en sí; la forma en que se pueden usar, sí
Entrar al entorno de las apps de ligue significa encontrarse con miles de personalidades distintas, por ello es apenas normal que no nos sintamos interesades en cada una de ellas. Sin embargo, el principal problema de algunas aplicaciones es la forma en que se convirtieron en espacios de opresión de unes a otres. El aspecto físico, la raza, la nacionalidad, la expresión de género, la construcción identitaria y otras características más se han convertido en un espacio de lucha en estos lugares.
La validación de un sistema de belleza eurocéntrico, en el que se idealizan ciertas apariencias, ha hecho que sean lugares violentos contra el físico de les demás, por lo que se pueden encontrar personas que atacan a otras por su aspecto y sus características. En un afán de autovalidación, recurren a atacar a otras para sentir superioridad.
Así mismo, se hace visible la endofobia en estos espacios, donde se perpetúan estereotipos de lo que debería ser una persona diversa. Un ejemplo muy común es la plumofobia, principalmente en Grindr, donde en la mayoría de los perfiles se encuentran palabras como “no locas”, “no plumas”, “serio por serio” y otras más, que invisibilizan y atacan directamente a las personas que no entran en la caracterización de la masculinidad hegemónica. Y es que el problema no es netamente que no se sienta gusto por una persona con características que se salen de esa visión de lo masculino, sino la necesidad de expresarlo de forma peyorativa, como si se tratara de seres inferiores. A muchas de estas personas se les ha olvidado que gracias a las “obvias”, a las “machorras” y a las personas trans es que hoy tenemos derechos.
También es necesario, como usuaries, replantearnos la forma en que nos acercamos a otres, pues, en conversaciones con más personas diversas suele salir a relucir que comúnmente se recurre a irrespetar las barreras que ponen las personas en su perfil, como ocurre con quienes están interesades solo en conseguir amigues y las propuestas sexuales no se hacen esperar. O, también, espacios que son invadidos por quienes no deberían estar ahí, como es el caso de hombres cis que en sus intereses incluyen a personas a las que no le gustan los hombres para aparecerles y poder acosarlas.
El fin de las aplicaciones no es malo, pues creo que me incluyo cuando digo que ahí se conocen muchas personas interesantes y respetuosas. Las aplicaciones fueron creadas para permitirnos ese lugar seguro en el que podíamos encontrar a personas con experiencias similares a las nuestras o, simplemente, para tener sexo, que en todo caso no está mal siempre que medie el consentimiento.
Las aplicaciones tienen la obligación de desarrollar alternativas para que nos sintamos segures todes, como en el caso de la noticia de asesinatos en Medellín por Grindr. No se trata de culpar a la aplicación, sino de exigir que estos espacios tengan filtros de acceso mejor desarrollados que velen por la seguridad de quienes están ahí, claramente respetando a las personas que lo hacen desde el anonimato impuesto por su contexto.
Se trata de construir lugares en los que entremos todes, en los que las relaciones estén mediadas desde el respeto a la diversidad, que se construya desde la horizontalidad. Es necesario que las aplicaciones sean más contundentes contra las expresiones discriminatorias que se pueden dar dentro de los espacios. Las compañías deben dejar de ver a sus usuaries solo como cifras o perfiles y empezar a verles como seres humanos.