Respondemos a los argumentos en contra del Lenguaje Inclusivo

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En general, existe una confusión cuando se menciona el término “lenguaje inclusivo” pues hay personas que lo entienden como aquellas estrategias utilizadas para visibilizar a las mujeres, y otras que, sin embargo, lo relacionan con el uso de palabras terminadas en -e. Ambas respuestas son correctas, aunque en este artículo nos centraremos en esta última.

Según Naciones Unidas: Por “lenguaje inclusivo en cuanto al género” se entiende la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género. Dado que el lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes culturales y sociales, emplear un lenguaje inclusivo en cuanto al género es una forma sumamente importante de promover la igualdad de género y combatir los prejuicios de género.

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3 argumentos en contra del lenguaje inclusivo

Con respecto a las estrategias de lenguaje inclusivo que hacen uso de la -e, estas claramente van en contra de las reglas de la gramática. Ese es el principal motivo por el que tiene tantos detractores. No obstante, esto refleja que el llamado lenguaje inclusivo no es un fenómeno lingüístico en sí, ni tiene cabida un debate en estos términos. Se trata más bien de una serie de estrategias que aparecen y se manifiestan en el seno de la lengua y en distintos niveles. Se trata de un fenómeno político y social.

1. El lenguaje inclusivo no existe

Las personas que no apoyan el uso de la -e, muchas veces se muestran muy enfadadas e indignadas y claman que no existe. Ante dicha afirmación, cabría preguntarse: ¿si según ellas no es algo real, por qué invertir tanto tiempo y energía en atacarlo?

En cuanto una persona escribe o dice una palabra, esta ya tiene existencia. No es necesario que la apruebe una academia ni que la use una mayoría de hablantes. Por esa regla de tres, otros idiomas que no tienen academia, como el japonés no existirían, del mismo modo que tampoco existirían palabras técnicas usadas por un colectivo específico minoritario.

2. ¿Por qué usar algo que está mal y es incorrecto?

Como hemos comentado, no hablamos de un debate de corrección lingüística sino de una realidad política y social. Usar la -e no solamente repercute en la visibilización de personas no binarias en el discurso, sino que, además, sirve para comunicar el posicionamiento de quien habla respecto a este tema.

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Si no eres una persona no binaria pero cuando hablas usas la -e de vez en cuando, ya estás comunicando mucho por el simple hecho de pronunciar esa vocal. Las palabras que usamos reflejan nuestros valores personales y nuestra cercanía con la comunidad LGTBQIA+ y lo queer. Al mismo tiempo, se le da visibilidad a una comunidad invisibilizada por el monosexismo y el binarismo de género.

Que la comunicación sobreviva no depende de seguir a rajatabla las reglas de un idioma, sino de ponerse de acuerdo entre hablantes. La lengua es plática, versátil y cambiante. Está para usarla, para alterarla, para jugar con ella. Poco sentido tiene pensar en ella como algo rígido e inamovible, ya que todo el tiempo estamos creando y rompiendo las reglas y ningún idioma se destruye por ello.

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Las estrategias del lenguaje inclusivo no siempre se usan para comunicar. La lingüística Violeta Vázquez Rojas menciona el término de “licencias políticas”, que existen al igual que lo hacen las licencias poéticas. Una licencia política sería una herramienta o conjunto de ellas que se usan para manifestar una determinada posición política o visibilizar una realidad social minoritaria.

La lengua sirve para comunicar, como también es comunicar el uso que hacemos de ella para hacer ver nuestros valores identitarios, políticos, culturales, etc. No hay una sola forma de hablar que sea correcta, del mismo modo que es imposible tratar de controlar y regular la forma en que los hablantes se expresan todo el tiempo y con su entorno.

La lengua está viva y es patrimonio de sus hablantes. No obstante, desde el academicismo ortodoxo se proyecta la idea de hablar bien o hablar mal, cuando ya sabemos que las variedades de uso y forma que pueden adquirir una lengua son infinitas. A nivel de corrección lingüística, la única lengua correcta es la escrita, mientras que las orales están bien todas.

3. El verdadero lenguaje inclusivo es el braille o la lengua de signos

Las personas que usan este argumento no usan braille ni lengua de signos, sino que instrumentalizan ambas para atacar el uso del lenguaje inclusivo. Se establece aquí una jerarquía, una relación de poder, un desprecio a la inclusión nacido de ese rechazo que sienten algunas personas. No hay una inclusión más verdadera que otra. Al mismo tiempo, ambas modalidades no son excluyentes, pues ambas pueden hacer uso de las estrategias del lenguaje inclusivo. Y es que hay personas ciegas o sordas que son no binarias o de identidades diversas.

Asimismo, el lenguaje inclusivo nunca puede ser una imposición ideológica cuando no existe ninguna autoridad que desde una posición de poder obligue a usarlo. Es una herramienta más de todas las opciones que nos permite la lengua. Si en el contexto en el que se está hablando es pertinente usarlo, se puede hacer, e incluso es recomendable por una cuestión de respeto a tu interlocutor. Pero en ningún caso hay una obligación ni imposición de algo nacido de minoría que hace uso de la lengua para visibilizar su realidad.

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El lenguaje inclusivo como variedad lingüística

Como tantas muchas cosas, la lengua es un acuerdo que crean los hablantes y colectivos para poderse comunicar. En esta interacción, aparecen muchísimas diferencias dialectales, geográficas, sociolectales… Habrá determinados momentos en los que surja un acuerdo lingüístico que no sea gramaticalmente correcto, pero que funcione en un grupo de hablantes.

Por ejemplo, la forma que tenemos de escribir por móvil (k, xq, etc.). Esto conectaría con las variedades lingüísticas que explicamos a continuación:

  • Variedades diatópicas o geográficas. Según el área geográfica o el lugar donde vivamos. Por ejemplo, el español de Argentina y el de España.
  • Variedades diastráticas. Según la situación en la que se da la comunicación. Por ejemplo, la forma de hablar en una entrevista de trabajo y la forma de hablar entre amistades.
  • Cronolecto. En función de la edad. Por ejemplo, la diferencia entre adolescentes y personas mayores.
  • Argot. Forma de hablar de un grupo social determinado. Por ejemplo, el argot de la delincuencia o de las personas que juegan a videojuegos (gamers)
  • Ecolecto. Forma de hablar de un grupo reducido de personas. Por ejemplo, una familia o un grupo de amigues.
  • Idiolecto. Forma de hablar particular de una persona.
  • Tecnolecto. Forma de hablar de un área profesional del conocimiento.
  • Otras variedades. Nuevas formas de hablar que se pueden cruzar con algunas de las anteriores, como el lenguaje inclusivo.

 

Desde instituciones como la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ya se estudia el fenómeno del lenguaje inclusivo como una especie de variedad lingüística nueva. En su página web podemos encontrar el documento descargable: Por un lenguaje inclusivo. Estudios y reflexiones sobre estrategias no sexistas en la lengua española.

Este documento de casi 400 páginas creado por lingüistas y personas estudiosas de la lengua, abarca todos los puntos relacionados con la inclusión en el lenguaje. En sus agradecimientos, se lee:

Fue la nota de Gustavo Gac-Artigas, “El desafío de un lenguaje inclusivo, una discusión que concierne a la RAE, a las Academias y al mundo hispano”, la que sirvió de detonante, pero el tema flotaba en el ambiente, como un aroma a un tiempo seductor y astringente.

Entonces, ¿qué pasa con la Real Academia de la Lengua?

En primer lugar, cabe recordar que la lengua no pertenece a ninguna institución. La lengua es patrimonio de los hablantes, al tiempo que las academias son entidades que se encargar de describir, observar y conocer el uso que los hablantes hacen de la lengua. No obligan a nadie a hablar de una determinada manera.

En segundo lugar, no hay una demanda a la gramática para que regule el uso de la e. Tampoco hay una exigencia al diccionario de la real academia española. No tiene sentido tratar de regular o de incluir en los materiales normativos aquello que ha surgido para salirse de la norma. El uso de la e transgrede la norma. ¿Qué sentido tiene entonces tratar de normarlo?

En tercer lugar, no todas las lenguas tienen academia y no por ello desaparecen ni son peores. En relación con la española, ya hemos comentado la labor descriptiva y de estudio que realiza la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

En cuarto lugar, ante las alusiones tan frecuentes a la RAE cuando se habla de lenguaje inclusivo, cabe destacar lo siguiente. En los estatutos de esta institución, no aparece ninguna alusión a regular el uso de la lengua española.

No sabemos qué pasará en el futuro con el lenguaje inclusivo. Es posible que persista su uso en la lengua oral e informal. Lo que sí sabemos es que nadie puede controlar algo tan vivo y cambiante como es la lengua, que cambia y se adapta a los hablantes y al uso que continuamente hacen de la misma.

Fuentes:

 

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